Capitulo 7

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Serenata

Sara lloraba y no dejaba de maldecir lo que acababa de pasar.

—Tal vez exageraste al devolverle el anillo—le comentó Javier en la camioneta mientras era llevado a su hotel—el muchacho tenía cierta razón, eres su prometida y…

—No, no tiene razón—se quejó Sara—yo nunca le faltaría al respeto porque lo amo y tal vez le hablaría de ti en algún momento que surgiera. Pero lo que hizo no tiene nombre, más cuando ayer mismo me confesó que él se había encontrado muchas veces con su ex novia.

—Perdóname Sara—pidió Javier—yo nunca quise causarte problemas, al contrario, quería verte felicitarte por tu matrimonio.

Sara lo miró y soltó una risita

—¿Mi matrimonio? Tanto tiempo esperándolo para que se terminara así.

—¿De verdad no irás mañana?

Sara no respondió aprovechando que habían llegado a su hotel, pero antes de que se bajará se quitó el anillo del medio índice.

—A Franco le devolví mi futuro, a ti te entrego mi pasado.

—Sara, por favor, no seas tan extremista—pidió el muchacho—tú misma lo dijiste, es parte de nuestra historia y lo has llevado por muchos años.

La muchacha se quedó mirando la pieza entre su mano y después miró su mano vacía, en menos de 2 horas estaba perdiendo todo.

—Quédatelo—continuó Javier—y no lo uses si no quieres.

Se bajó de la camioneta pero antes de irse añadió.

—Sara, no te precipites—le aconsejó—yo te conozco desde hace años y jamás te había visto tan feliz y radiante como el día de hoy, tan contenta con tu matrimonio, tan orgullosa de tu prometido a pesar de que sea un vividor…

—Él no es un vividor, es el hombre más trabajador que conozco—corrigió Sara ante lo que Javier sonrió.

—Lo ves, lo defiendes. Mira Sarita, yo he tenido muchos problemas con Nora, hemos peleado cien veces y la escena de celos de tu prometido es nada con las que a veces se le ocurren a mi esposa—suspiró—pero al final del día estar con ella es lo único que me reconforta. Tú eres muy inteligente a pesar de que tus impulsos a veces te ganen, sabrás que es lo mejor.

Después de eso, Javier cerró la puerta, dejando a Sara con mucha inquietud. Se pasó la mano por el cabello y después dio un golpe al volante. Se supondría que tendría que estar arreglando los últimos detalles de la boda y pasando ciertos asuntos a Oscar para que se hiciera responsable. Y en cambio, estaba en medio de la carretera sin saber que sería de su vida.

Cuando llegó a la Hacienda, ya había oscurecido, perdió un poco la noción del tiempo por estar pensando en todo lo que había pasado. Su madre se percató de la tristeza que reflejaba en su cara, por lo que la invitó a pasar al estudio pidiéndole a Dominga dos tazas de té, que se convirtieron en tres cuando Don Martin entró a la misma habitación.

Sara les platicó lo que había ocurrido y en medio de la narración no pudo evitar el llanto.

—Ay muchachita—la consoló su abuelo—que bien te tenías escondidito a ese tal Javier.

—Abuelo, eso fue hace mucho tiempo, Franco no tendría por qué comportarse así.

—Yo se los dije a ti a tus hermanas pero nadie me hizo caso—agregó Gabriela—yo estimo a esos muchachos, me parecen correctos y trabajadores, pero no neguemos que son unos salvajes. Y que cuando se trata de ustedes parecen unos cavernícolas que no pudieran pensar.

Preparativos de bodaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora