Capitulo 5

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Pasado

Si para nadie era secreto que Rosario había sido un amor muy grande en la vida de Franco, que siempre estaría presente en él y que en su mente viviría como un recuerdo; para Sara menos que nadie, pues fue testigo de cómo a su novio se le destrozó el alma cuando la creyeron muerta y después de cómo Rosario le confesó a su prometido que lo había querido con el corazón. Y eso a ella no le importaba porque conocía a Franco y estaba segura de su relación.

Sin embargo había algo que Franco sí ocultó, hubo algunos encuentros que sin ser intencionales provocaron que el mundo del menor de los Reyes diera vueltas y se cuestionara si en verdad despreciaba tanto a Rosario como él aseguraba. Él amaba a Sara, era muy feliz con ella y por lo tanto había intentado con todas sus fuerzas esconder sus emociones cuando pensaba en Rosario, así como Don Martin había dicho, eran secretos para proteger a la otra persona. Aunque después de lo que él había hecho al descubrir el secreto de Sara, no se sentía con la calidad moral para seguir guardando secretos.

—¿Sara?

—¿Mmm?

—¿Estás dormida?

—No, sólo disfruto del momento.

Regresaron tarde de la Hacienda Elizondo y después de una fuerte discusión terminaron en el cuarto de Franco haciendo el amor, sin miedos por parte de Sara dejándose amar por quien sería su esposo.

Se encontraban desnudos, acostados boca arriba con Sara acurrucada en el brazo de su prometido. Él acariciaba su cabello, provocándole cierta somnolienta pero una gran sonrisa.

—Tengo algo que comentarte—confesó Franco haciendo que su prometida levantará el rostro para encontrarse con él—yo, yo no he sido del todo sincero contigo.

La sonrisa de Sara se desvaneció.

—¿De qué estás hablando?

Franco se talló los ojos y se enderezó, mientras veía como Sara se colocaba su blusa que estaba en la cama.

—Yo—suspiró—Rosario y yo tuvimos algo que ver.

Sara rodó los ojos

—Me refiero aun cuando tú y yo ya estábamos juntos.

Sara se levantó muy molesta y comenzó a buscar su ropa

—Eres un desgraciado Franco Reyes—estaba haciendo un esfuerzo enorme por no llorar—yo que tanto te defendí y no hice caso a gente como Fernando que me aseguraba que tú estabas con ella.

Franco se levantó de inmediato para abrazarla e impedir que está se fuera, pero ella estaba tan molesta que comenzó a soltarle golpes.

—Sara tranquila, no es lo que tú estás pensando, amor escúchame—pidió Franco—tal vez me exprese mal, tranquilízate.

Los brazos de Franco la sujetaron fuertemente y ella no pudo evitar echarse a llorar, estaban a un día de casarse y él le salía con eso ahora, ¿por qué?

—Amor, escúchame—le repitió mientras la abrazaba—a lo que me refiero es que Rosario me buscó muchas veces y siempre aprovechaba para besarme.

—Ay por favor Franco, me vas a decir que ella se aprovechaba de ti.

—Sí—Sara se retiró de los brazos de su compañero—Sara, yo te juro que nunca le correspondí ni mucho menos le di alguna esperanza, ella misma te lo dijo el día que fuimos a verla al hospital. Yo siempre le deje en claro que yo estaba enamorado de ti, te lo juro.

El rostro de Sara se relajó, no sabía si hacia bien en creerle pero él había demostrado que la quería, ese mismo día en la mañana había desafiado a su madre por haberla maltratado. Pero de todas maneras, no se podía sentir tranquila, una parte de ella se sentía traicionada.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —Preguntó una Sara más tranquila sentándose en la cama—¿Qué necesidad de decírmelo hasta hoy?

Franco se sentó junto a ella.

—No quería involucrarte en eso, además te ibas a sentir traicionada.

—¿Y cómo crees que me siento ahora? ¿Muy feliz?

Franco se rascó la cabeza.

—Así mismo me sentía yo en la mañana, tú me ocultaste lo de los golpes y yo te oculté esto. Pero lo descubrí y era justo que tú también supieras esto. Además en el hospital Rosario te lo explicó todo y tú la perdonaste, además que en bar anoche no te vi muy disgustada con ella.

—Ay Franco, ella me da igual—confesó—y ni siquiera estoy molesta porque te hubiera besado o algo así, me siento traicionada de que me lo hubieras ocultado.

Franco se acercó a quererla abrazar pero ella se alejó y se levantó de la cama buscando el resto de su ropa.

—Te amo Franco y el sábado seré la mujer más feliz casada contigo—sonrió—pero hoy necesito estar sola.

—Sara…

—Estaré en San Isidro, mis hermanas me llevan allá mi ropa y te veo el sábado en la iglesia.

Sara salió de la habitación de Franco y se dirigió a su habitación por las llaves de su camioneta, cuando bajó a la sala se encontró con Jimena, le explicó que pasaría la noche y el día siguiente con su mamá y que el sábado por favor le llevarán su vestido para arreglarse allá.

Sin dar más explicaciones salió hacia su camioneta para encaminarse hacia la hacienda nuevamente en el día. Así como Franco tuvo el arranque de ir esa mañana a reclamarle a su madre, ella tenía que ir a estar sola, en su habitación, con su mamá y su abuelo. No podía quedarse ahí junto a él porque sabía que acabaría olvidando todo y sumergida en esos ojos azules. Y quería estar molesta con él aunque fuera dos días. Ya el sábado diría "Sí acepto" totalmente convencida.

Su mamá se sorprendió al verla llegar sola.

—No pasa nada mamá, discutí con Franco por lo de hoy y quise venir a quedarme aquí hoy y mañana ¿Te molesta?

—No, claro que no, está es tu casa y lo sabes. Sólo no me parece adecuad que discutas con tu futuro esposo dos días antes de la boda.

Sara la ignoró y comenzó a subir la escalera para ver a su abuelo.

—Ah por cierto—mencionó Gabriela—te llamó un tal Javier Macías.

Sara se detuvo en seco, creía haber escuchado mal.

—¿Quién?

—Javier Macías, justo después de que se fueron, dijo que hacía mucho que no se veían y que iba a estar unos días por aquí, me dejó su teléfono por si te querías comunicar con él. Dijo eran amigos de la universidad.

No podía creer que eso le estuviera pasando a ella justo en esos momentos.

—¿Le dijiste algo más? —preguntó inquieta la muchacha.

—Que vivías con tus hermanas y que te casarías el sábado—respondió Gabriela como si fuera lo más obvio—no me pareció correcto decirle que vivías con tu prometido.

—Sí, hiciste bien—se llevó los dedos a los labios y detuvo su mirada en el anillo que siempre portaba en el dedo medio. —Mami, me voy a dormir, ha sido un día muy largo, platicamos mañana.

Sin decir más subió a su habitación, cerró la puerta y se quedó pensando.

¿Qué diablos quería Javier ahora? Eso tendría que averiguarlo y aprovecharía mañana, que estaba lejos de su prometido y aún no se casaba.

Preparativos de bodaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora