Capitulo 6

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Celos

Esa mañana Sara despertó muy temprano, en realidad no había podido dormir por estar pensando en su prometido, en Rosario Montes y en Javier Macías. Amaba a Franco como nunca pudo querer a nadie, ni siquiera este último que tanto significó para ella, estaba segura que a la mañana siguiente sería la esposa más feliz después de casi un año de relación, a pesar de que en ese año Franco se hubiera encontrado con Rosario en determinadas ocasiones y ella solamente se hubiera limitado a defenderlo de las agresiones de todos los que la rodeaban.

Además ese día la tenía llena de ansiedad, el recado de su mamá de que Javier estaba en la ciudad y la pelea con Franco una noche anterior no habían sido coincidencia; tal vez así como Franco cerró su ciclo con esa cantante, ella tendría que hacerlo también. Por lo tanto, después de levantarse llamó al teléfono que su mamá anotó y concretó una cita a las 2 de la tarde en un restaurante en el centro de la ciudad.

Buscó entre la ropa que aún conservaba en la Hacienda y se desesperó al encontrar sólo su antiguo closet, las faldas largas y las blusas hasta el cuello eran las que figuraban ahí. Revisó la sección de Jimena y encontró un pantalón ajustado y una ombliguera, no tenía tiempo de pasar con los Reyes por su ropa, así que optó por usar esas prendas. Se retocó con poco maquillaje y suspiró frente al espejo preguntándose si estaba haciendo lo correcto.

No dio explicaciones cuando salió de su casa, aun cuando su abuelo y su madre le preguntaron si todo estaba bien, ella sólo se dirigió rápidamente a su camioneta preguntándose qué podía pasar al encontrarse con Javier, no dejando de sentir culpa por ocultarle esa salida a su futuro esposo. Cada que cambiaba la velocidad rogaba porque a Franco o a alguien de sus hermanos se le ocurriera ir a la hacienda a ver a mamá.

En el restaurante ya se encontraba Javier, al verla se levantó de su asiento para recibirla con un abrazo y después retirarle la silla para que se sentará frente a él.

Sarita sonrió al verlo, habían pasado más de 7 años desde que se habían dejado de ver y él parecía conversarse igual, cabello negro, tez blanca y ojos claros. Se rio ante la última característica, al parecer tenía una fijación por los ojiazules.

—Yo no puedo decir lo mismo de ti—respondió él cuando ella le afirmó que seguía igual—cambiaste mucho, Sara. No recuerdo haberte visto con ese tipo de prendas cuando estábamos en la universidad, que por cierto te sientan muy bien.

Sara sonrió.

—Sí, la verdad pasaron muchas cosas desde que murió mi papá hace aproximadamente 3 años y cambié mucho.

—Me enteré de eso, hasta Bogotá llegó la noticia y en cuanto dijeron Elizondo pensé en ti—confesó y le tomó la mano—realmente siempre pensé en ti y en qué hubiera pasado si no hubiera tenido que quedarme en la capital—Sara retiró la mano—perdón, no quise incomodarte.

—No, no es eso—suspiró—al terminar la carrera pensamos en muchas cosas ¿cierto? Yo no salí con nadie desde que volví acá hasta que murió mi papá y conocí a mi prometido, me dediqué a la Hacienda y a los negocios ahí, nunca busqué trabajo en otro lado, en cambio tú…

—En cambio yo, me quede en Bogotá para trabajar en el Despacho—la interrumpió—No me atrevía a volver por ti después de todo lo que pasó.

Sara se encogió de hombros.

—Lo entiendo, éramos muy jóvenes y el dueño del Despacho es ahora tu suegro ¿o me equivoco?

Javier sonrió y le miró la mano.

—SÍ, pero eso no quiere decir que yo no te hubiera querido como esposa como lo platicamos. Pero así se dieron las cosas y estoy contento con mi familia como supongo tú lo estás con tu prometido, ¿cuándo te casas?

Preparativos de bodaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora