Capítulo 2 (parte III)

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—¡Itachi!

—¡Mamá!

Mikoto abrazó a Itachi fuertemente, quien estaba de pie en el callejón frente a su casa sosteniendo a Sasuke.

—Me alegro de que estés a salvo...

—Pensé que no debía preocuparte, mamá, si regresabas a casa después de que los dos huimos, así que te esperé.

—Sí, sí... —Ella asentía mientras sus lágrimas corrían.

Sus ojos, que se habían tensado por el nerviosismo de tener que proteger a su hermano menor, de alguna manera se relajaron. Pero por un breve momento, cuando notó que algo estaba acercándose desde la espalda de su madre, inmediatamente recuperó la severidad de antes.

—¡Mamá!—Dijo entregándole a Sasuke como si fuese a abandonarlos.

Él saltó.

Una roca que el lejano Nueve Colas había arrojado, se había estrellado cerca de la casa, y partes de ellas fueron enviadas volando por el aire. Una de ellas estaba cayendo hacia la espalda de su madre.

Itachi miró hacia abajo a su madre y hermano. Ella lo seguía con sus ojos confundida sin saber porqué él había saltado de repente.

Era una roca tan grande que podía aplastar fácilmente a los tres, madre e hijos.

—Te protegeré... —Murmuró Itachi apretando su puño fuertemente.

El taijutsu del shinobi no era fuerza física. Incluso si él era un niño de cinco años cuyo cuerpo no podía hacerlo, sí él era capaz de usar su chakra, seguramente sería capaz de romper una gran roca.

Él empujó su puño alto.

Su brazo se impregnó de chakra, y lo cubrió de un azul pálido.

La roca, que se estrelló contra el puño de Itachi, se rompió haciendo un sonido agudo.

Incluso si era un niño, mientras continuase su entrenamiento de shinobi, no tendría dificultad en cosas como romper rocas.

Mientras una lluvia de guijarros lo bañaba, aterrizó sin hacer ruido.

—¿Están bien?—Preguntó a ambos dándose la vuelta.

Su madre lo estaba mirando abriendo sus párpados con todas sus fuerzas, incapaz de ocultar su asombro. Ella era un jōnin. Es por eso que admiraba tanto la agilidad de Itachi en ese momento.

—Es peligroso estar aquí. Vamos al lugar donde todos están reunidos.

—Bien...

Itachi se abalanzó sobre su madre, quien se sorprendió por su velocidad y tomó su mano.

—Para poder hacer tal cosa sin haber ingresado a la Academia todavía... Eres absolutamente hijo de Fugaku-san.

Probablemente lo elogiaban, pero ahora era lo último de sus preocupaciones. Su cabeza estaba llena con el sentido del deber de tener que llevar a su madre y a su hermano al refugio de una manera u otra.

Podía oír gritos de mujeres y niños, y gritos furiosos de hombres provenientes de su alrededor. Junto con el sonido rugiente que los escombros estaban haciendo, todo era una espantosa escena.

La gente corría tratando escapar mientras derramaba sangre.

Un shinobi le gritaba a un compañero aunque hubiera perdido un brazo.

Una mujer joven estaba mirando estupefacta a una pila de escombros que se había derrumbado, como una marioneta cuyo hilo había sido cortado.

Algunos niños lloraban mientras trataban de despertar a su madre, que comenzaba a enfriarse.

Cerca de su cabeza, Itachi escuchó un estridente sonido que lastimó sus oídos.

Aunque no estaba corriendo tanto como para agotarse, él comenzó a jadear.

El escenario que veía comenzaba a asemejarse al campo de batalla que había vivido a sus cuatro años.

Guerra...

Un dolor sordo recorrió sus ojos. Justo como este momento una ola de poder pulsó desde la parte posterior de sus globos oculares.

En ese momento, sintió que su campo de visión había sido teñido de rojo, pero terminó inmediatamente.

—¿Itachi?–Llamó su madre al notarlo algo cambiado.

—Estoy bien, mamá.—Dijo y corrió hacia ella.

Corrió para escapar de esa poderosa violencia llamada Nueve Colas.

"Quiero la fuerza para poner fin a todos los conflictos", pensó desde el fondo de su corazón.

Él quería convertirse en un shinobi fuerte.

Itachi Shinden: Komyo-hen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora