La cabeza me duele un montón, de hecho el cuerpo entero me duele, estoy un noventa por ciento segura de que si una avalancha de rinocerontes pasara por encima de mi se sentiría justo así.
«Richard»
Abro los ojos con rapidez y trato de reincorporarme, pero algo me detiene. Rápidamente examino el ambiente a mi lado notando que no me encuentro donde caí. Además no estoy siendo víctima del frío de la noche, es su lugar me encuentro bajo un extraño techo de hojas y ramas con una acogedora fogata cerca de mi.
Una presión en mi pecho me hace darme cuenta que eso fue lo que impidió que levantarme, bajo la mirada a mi pecho donde veo una grande y conocida mano sujetándome. Muevo la mirada por ella hasta encontrarme con los ojos grises de su dueño acelerando mi corazón.
—Richard. —Una sonrisa temblorosa se cuela en mis labios al verlo sonreír. —Estás vivo, estás aquí conmigo.
—¿Dónde más iba a estar rubia?
Por un momento creo que estoy soñando, o peor, muerta, incluso me pellizco pero entonces siento el calor de su piel y todo lo que me hace sentir, mis ojos se inundan en lágrimas, no de tristeza, más bien de alivio, del alivio de tenerlo de vuelta.
Y sin pensarlo me siento para luego sin darle tiempo a reaccionar, uno nuestros labios, el dolor en mi cuerpo queda olvidado cuando nuestras bocas hacen contacto. Saboreo la sorpresa y la deliciosa electricidad que recorre mi cuerpo entero. Pasan unos segundos en los que soy la que lleva el mando del beso, hasta que Richard lleva su mano sobre mi cintura y me sienta sobre su regazo, la otra la hunde en mi cabello para acomodar mi cabeza dándole un mejor acceso de sus labios a los míos.
Me arrebata el control, cuando su lengua de adentra en mis labios robándome pequeños gemidos.
La lluvia desaparece, el calor solo se hace más intenso y de un momento a otro ya no estoy en la Isla, estoy en el jodido cielo.
Y apenas me está besando.
Una excitante y para nada pequeña dureza presiona mi centro volviéndose el motor de arranque fe mis caderas que comienzan a moverse sin control el busca de placer arrancandonos gemidos.
Una sonrisa se dibuja en mi rostro porque sé que el también lo disfruta.
—Te deseo rubia. —Muerde el lóbulo de mi oreja. —Mucho.
Tomo el bajo de mi blusa y la levanto quedándome en sujetadores frente a él, dándole la oportunidad de que vea mis marcas, lo que nadie ha hecho.
Una figura de lichtenberg o flor de rayo que adorna mi hombro y parte de la espalda. Sus ojos no tardan en encontrar la marca.
—Por eso le temes a los rayos. —Susurra acariciando la marca y yo solo puedo asentir.
—No es una experiencia que anhele volver a repetir. —Confieso.
—Eso solo consigue que me gustes más, rubia. —Dicho esto vuelve a unir nuestros labios.
La mano que tiene en mi cintura la lleva a mi espalda para desabrochar el sujetador y dejar mis pechos a merced de sus labios.
—Me encantan rubia. —Dice mientras se mete uno en los labios y juega con el otro.
A este punto me siento como si fuera a reventar, entre mis piernas hay una necesidad de él casi insoportable y moverme sobre la prometedora dureza ya no lo alivia tanto. Lo quiero dentro de mi. Lo necesito ahí ya.
Cuando termina con mis senos se aparta un poco para observarme a los ojos mientras desliza una de sus manos por mi vientre hasta colarla entre mis short y bragas acariciando mi centro y notando la humedad que hay en este.
—Tan húmeda...
—Y solo por ti.
En menos de nada está sobre mi, mientras que mi espalda toca la fría tierra contrarrestado con el delicioso calor que enama su cuerpo, sus manos se dedican a terminar de desnudarme.
Una vez estoy totalmente desnuda bajo de él, mis piernas se abren por inercia, mientras que Richard se adentra en mi, encargándose de llevarnos al cielo.
...
Mi respiración está hecha un caos cuando se aparta de mi, el sudor perla nuestras pieles y los espamos de los orgasmos aún nos hacen temblar.
—Fue...
—Fantástico.—Termina por mi.
Me acerco a su pecho para acostar mi cabeza sobre este, casi al instante hunde una de sus manos en mi cabello, dándome un ralejante mensaje.
—Gracias por dejarme verte. —Habló Richard y no es necesario ser una adivina para saber que se refiere a mis cicatrices.
—Confíe en ti. —Es la única respuesta que doy. —¿Por qué no volviste con Henry al campamento?
Ladeo la cabeza para observarlo mejor.
—Cuando desperté estaba cubierto de tierra y desorientado.—Me explica —Comencé a buscar a Henry como loco. Va a tener un bebé, no podía volver sin él, no podrá hacerle eso a esa criatura.
—Pues vaya que el volvió sin ti. —Musito un poco resentida. —Cuando no te vi volver... Yo... Yo. —Un nudo se me forma en la garganta al imaginar todo lo que sentí en su ausencia.
—Tranquila. —Besó mi frente. —Yo siempre volveré a ti.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo. —Ríe. —Ahora, he de decir que estoy algo molesto por tu imprudencia de venir sola a por mi. ¿No fuiste consciente del peligro?
—Si y no me arrepiento.
—¿Ah no?
—No. —Juguetona me siento sobre el y lo sujeto al suelo por los hombros. —Pero se me ocurren unas cuantas ideas para que te se te pase el enfado.
Sus manos van a mi cintura y me regala una seductora sonrisa.
—Me muero por ver como lo consigues.
Con una sonrisa bajo lo suficiente para unir nuestros labios mientras que me preparo para la segunda ronda.
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La Isla [Historia Corta] ✔©
RomanceElla en la muerte encontró la vida, él la razón de vivir. »Portada por @splendidsin