Tiempo en familia

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-¡Llegué!- cierta persona de cabellera rubia se adentró a una casa aparentemente solitaria, mas de inmediato fue recibido por un gato negro y un estruendo. -¿¡Chifuyu?! ¿¡Estás bien?!- rápidamente y con el animal en brazos corrió hasta una habitación que mayormente estaba vacía.

-¡Todo perfecto!- respondió el rubio de cabello corto, sentado en una posición incómoda por culpa de la caída.

-Debes tener más cuidado, idiota.- regañó el más bajo, soltando a la mascota de ambos y ayudándole a levantarse.

-Tampoco es para tanto, caí bien.- el de cabellera larga no quiso seguir regañándole, no porque no quisiera discutir, sino por lo adorable que se veía su mejor amigo con un puchero.

-¿Ya le enviaste a tu madre el permiso para ir al campamento? No puedes ir sin autorización, ya te buscaste un problema la vez pasada.- salieron del cuarto y solo cuando pasaron por el espejo del pasillo fue que el otro chico recordó que aún traía la peluca.

-Sí, ya la recibió y debería estar llegando mañana por correo.- El dueño principal del gatito ayudó a su compañero de hogar a quitarse la larga cabellera sintética, dejando ver unos sedosos cabellos oscuros, cortados y bien cuidados. -¿Tus padres firmaron esa hoja del demonio igual?-

-Sí, la abuela los convenció.- con el accesorio en una mano siguieron el corto camino hacia la cocina, lugar donde de inmediato empezaron a preparar una cena ligera. Eran casi las diez de la noche y ninguno había comido nada.

Un par de sándwiches y ensaladas viajaron por las manos de ambos junto con algunas anécdotas de su día. El menor logró enterarse que la academia de baile a la que asiste Chifuyu le concedió su propio solo, permitiéndole escoger desde el vestuario hasta la canción y la escenografía. Era mucho trabajo, pero Matsuno no podía estar más orgulloso de sí mismo al obtener semejante reconocimiento por parte de unos estrictos profesores que habían ocasionado en su momento anorexia, aunque ya lo había superado por completo.

Por otro lado, el rubio de cabello corto se enteró que, nuevamente, su compañero fue el primer lugar en las olimpiadas académicas japonesas y, si todo salía bien, en una semana estaría viajando a Londres para celebrar las olimpiadas internacionales, de nuevo. A veces Matsuno envidiaba el intelecto del contrario, pero él más que nadie sabe todos los problemas que le ocasionó esa misma inteligencia.

Entrada la medianoche la puerta de la casa volvió a abrirse, dando paso a cierta chica de cabellos rosados que se notaba demasiado cansada. Los dos hombres la saludaron con ánimos y en nada la ayudaron con el maletín y bolsas de la compra, ordenándole ir directo a bañarse después de darle un merecido beso en cada mejilla. La conversación de ambos chicos se desvió entonces a alabar la fuerza física y mental de su compañera en lo que organizaban las cosas. Una vez terminado hicieron una corta carrera hasta la habitación compartida por los tres (aunque cada uno tenía la suya propia) y en cuestión de minutos la misma mujer llegó al cuarto, cayendo redonda entre ambos cuerpos masculinos, dejando un beso en la mejilla de cada uno.

-Buenas noches, Fuyu, Saki…- y eso fue lo único que logró decir la fémina antes de caer rendida en la suavidad del colchón y las almohadas.

-Buenas noches Hina-chan/Hinata…- se despidió el dúo, dándose un pequeño pico entre ambos antes de acostarse e, igualmente, dejar que Morfeo los abrazara hasta el día siguiente.

Unas cuantas horas después…

Como es costumbre el menor de todos allí fue el primero en despertar, más por culpa de un reloj interno que por una alarma, a la que por cierto, le faltaban dos minutos para sonar.

-Puta mi vida.- se quejó para sí mismo, metiendo sus pies en unas cómodas pantuflas de conejo y agarrando a Peke J entre sus brazos. De alguna forma Chifuyu era más inquieto después del amanecer y no sería novedad que una de sus piernas terminase arriba del pobre animal.

-Buenos días para ti, estúpido vago.- ¿mal humor y envidia? ¿Dónde? Casi como si el animal entendiese sus palabras se volvió a dormir entre los brazos de su otro dueño. El mismo bufó, haciendo un puchero imperceptible para después dejar a la pequeña figura en una camita en la sala. Le sirvió agua y algo de paté para cuando le apetezca y se puso a preparar el desayuno de sus compañeros y propio.

Agarró del refrigerador una botella de cristal con una bonita etiqueta que dice Leche de almendras y de la repisa sacó una bolsa de tela con harina de avena, sacando algunas onzas para hacer un total de doce tortitas con forma de oso (Hina), gatos (Chifuyu) y conejitos (él). Por la costumbre de hacer ese desayuno y moviéndose al ritmo de la música clásica de su móvil terminó de preparar todo en casi media hora, sobrándole tiempo para cortar la fruta en formas adorables y decorar con nutella o nata.

El plato de Hinata tenía varios pedacitos de plátano picados en forma de corazón al igual que las fresas de Chifuyu. Él por su lado prefería las frambuesas y arándanos. La miel solo bañaba las tortitas de la chica, mientras que una adorable montaña de nata permanecía al lado de los gatitos de su mejor amigo. Las de él tenían nutella en el medio, casi como una tarta en forma de conejo.

Casi una hora después, los otros dos integrantes del hogar despertaron y se dirigieron primero que nada a la cocina. Le agradecieron por el desayuno a su querido amigo y cada uno se dirigió a un baño, necesitando orinar y, en caso de Kisaki, darse una ducha rápida. En veinte minutos ya estaban sentados en la isla de mármol, repitiendo las historias de su día ayer (para que la chica se enterase de lo sucedido) y enterándose del estresante día de su compañera.

Hinata se encargó de felicitar a ambos chicos por su increíble trabajo en sus respectivas especialidades, prometiéndoles hacerles la cena ese día como regalo. Avergonzados por la emoción de su amiga los otros dos rieron y siguieron desayunando entre anécdotas viejas y chistes propios. A media comida el timbre sonó y el de cabellos negros, como única persona decentemente vestida en aquella casa, se levantó a abrir.

-¿Buenas?- dejando la puerta con el seguro de cadena puesto, asomó su rostro en el espacio libre.

-Sí, buenas. Una entrega a nombre de Kisaki Tetta.- el hombre sereno mostró el paquete grande que traía entre sus manos y pronto el nombrado cerró la puerta para sacar el seguro y abrir bien la puerta.

-Sí, soy yo. Muchas gracias.- con rapidez el chico escribió el código de envío y firmó la planilla de entrega antes de arrastrar la caja dentro de su hogar, cerrando detrás de sí mismo una vez se despidió por educación.

-¿Todo bien, Saki?- las cabezas rosada y rubia se asomaron en el arco que separaba la cocina de la entrada, curiosas por la entrega tan temprana.

-Sí, solo llegó la otra torre de Peke J, o eso creo que es esta cosa.- maldiciendo su falta de fuerza física dejó la caja en el medio de la entrada, regresando a la cocina a terminar el desayuno junto a su verdadera familia.




- maldiciendo su falta de fuerza física dejó la caja en el medio de la entrada, regresando a la cocina a terminar el desayuno junto a su verdadera familia

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𝑰𝒏 𝒂𝒏𝒐𝒕𝒉𝒆𝒓 𝒍𝒊𝒇𝒆...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora