Universo

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Megumi ya era mayor con sus quince años, estando por fin en primer año de preparatoria en una escuela de Tokyo que yacía dentro de una montaña alta a la que todas las mañanas caminaba junto a sus amigos de toda la vida.

Habían empezado las clases y durante aquella primera semana todo iba bien, él estaba preparado para empezar de nuevo los estudios aún siendo más difíciles que otros años.

Pero a diferencia de él, sus amigos todavía seguían teniendo cuatro años.

— Por favor Itadori, ¡pásame la tarea de química! Si no lo haces, ¡te mataré!

— ¡Ni de coña! ¡Deberías hacerla tú en tu casa! ¡No vas a ir detrás mío pidiendo eso! —pronunció el pelirosado.— Además...

— ¿Además? Nobara sabe, Nobara sabe... ¡Tú tampoco la has hecho come dedos! —recriminaba la castaña junto al apodo del contrario.— Eres un desastre, todo lo dejas a última hora.

— Pues mira quién fue a hablar... —murmuró metiéndole la última mordida a la manzana.

Megumi cerró el libro cabreado, era imposible concentrarse y aquellas palabras que iba leyendo desaparecían de su mente haciendo que volviera a leer una y otra vez sin descanso el mismo párrafo como un ordenador. Observó detenidamente a sus compañeros que discutían por lo típico, Nobara con el mismo orgullo de siempre e Itadori que no sabía ni como reaccionar a su amiga.

Este resopló para sus adentros escuchando a los dos hablar, si ellos supieran que no había tarea de química seguramente empezarían a llorar de la alegría. Pero al tenerlos cerca discutiendo le creaba una sensación cómoda aunque molesta en algunas veces, no se quejaba. Si ellos estaban a su lado todo estaba bien.

El profesor entró por la puerta y todos tomaron asiento tranquilamente, Kugisaki y Yuuji con miedo dentro de su cuerpo hasta que vieron que quién estaba de profesor era su tutor.

— Lo voy a decir rápido. —pronunció.— El profesor de química no pudo venir ya que se encuentra enfermo.

Todos, más aquellos muchachos, chillaron de la alegría y empezaron a armar de nuevo revuelto hablando cada vez más alto. Un intento de silencio del mayor no valió, empezó a tocar la pizarra cansando llamando por fin la atención de los alumnos.

— Así aprovecho a integrar a la nueva alumna de Kioto. —habló causando murmullos entre los demás, aunque no era extraño que viniera alguien nuevo.— Preséntate, por favor.

El tutor le hizo un gesto para que la muchacha entrara al aula.

El silencio se hizo en toda la clase, ni un grillo estaba cantando en ella y todos mantenían su mirada fijada en la muchacha alta que entraba junto al movimiento de su larga melena canela. En la cabeza de Megumi sonaron las alarmas que hasta le dolió la frente, mini Megumis buscaban dentro de sus cajones de la memoria el dónde la había visto ya que aquellos ojos verdosos no eran típicos de cualquier persona. Él debería tener algún recuerdo ...

Cuándo se dio cuenta ya era demasiado tarde.

— Saya Tsukino.

Oh mierda, pensó.

Era la cría que en primaria le había dado un buen golpe en toda la cara por defender a su amado. ¿Porqué estaba aquí?

— Di algo a la clase. —le accedió el profesor intentando que no se le viera las prisas.

La muchacha miró de reojo al tutor para luego enfocar su mirada en toda la clase. Tantos rostros nuevos y algunos conocidos como el de sus amigas que la saludaban desde el centro. Sintió presión en su pecho de la que intentó sacársela respirando profundamente.

¿Que mierda tenía que decir?

— Espero que nos llevemos bien.

Megumi seguía mirándola intentando que su cerebro le mintiera y le dijera que no, que no era aquella cría que le había metido un puñetazo en sus tiempos de primaria, pero su color de pelo como el café con leche junto a sus cuencas jade de las que debajo estaban repartidas numerosas pecas la delataban.

Miró a sus amigos como si ellos supieran quién era la joven, Nobara la miraba ilusionada e Itadori ni le había prestado mucha atención ya que jugaba con su goma.

No sabía el porqué pero empezaba a sentir golpes pequeños en su pecho una y otra vez como si él mismo se estuviera avisando de algo. Trató de relajarse y olvidarse de aquello, era una tonta coincidencia que le había dejado intrigado, nada más. Dentro de él pensaba que la muchacha llamada Saya simplemente se había olvidado de ese día y de él. Vamos Fushiguro, solo la conociste por un pelea en primaria. Es imposible que ella te siga recordando.

A diferencia de cuando la conoció se notaba que ya era mucho más mayor como en su cuerpo que en su rostro pecoso del que aquel lunar del ojo izquierdo seguía. Sus cabellos ahora eran lisos y mucho más largos, ¿dónde se quedaron aquellas hebras onduladas que casi arranca? Megumi se fijó de reojo en como caminaba hacia el final del aula para sentarse en su nuevo sitio, en lo que había crecido y en como los movimientos de su falda iban acorde con ella.

Su uniforme era igual al de todas las chicas de la escuela pero a ella especialmente le hacía lucir diferente.

Quizás estaba mal en pensarlo, pero dentro de Megumi no le hacía mucha gracia. Llevaba un rencor hacia ella que nunca olvidaría aunque fuera una simple idiotez.

Debía quitarse ese pensamiento y olvidarse de ella.

Pasó por su lado y sin querer el mayor la miró de reojo nuevamente. Pero esta vez, sus ojos concretaron con los de ella durante un segundo. Megumi no se había dado cuenta de antes pero Saya ya lo tenía localizado desde que había entrado, su memoria no le falló en absoluto y lo reconoció de inmediato.

Saya le recorrió como nunca nadie había hecho, cada vez que sus cuencas descubrían una parte nueva seguían aún con más ganas mientras que él se estaba empezando a sentir desnudo delante de ella. Finalmente, un calor entró en sus cuencas oceánicas para saber que le estaba mirando directamente allí. ¿Me reconoció? Pensaron los dos a la vez.

Luego con una sonrisa burlona cambió su dirección de mirada y se sentó en diagonal detrás de él, en uno de los únicos asientos libres de toda la clase.

¿En serio? Se repetía Megumi una y otra vez dentro de su cabeza.

Canela || Megumi FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora