Recuerdos

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Las cuencas esmeraldas de Saya miraron de reojo como aquella muchacha de cabellos cortos verdosos se iba acercando hacia su posición. Mai Zenin apoyó su codo junto al ventanal donde se encontraba la menor reponiendo la botella de agua. La miró de arriba a abajo para luego echar una carcajada, tomo uno de los largos mechones de Saya y empezó a jugar con él entre sus dedos.

Saya ni se inmutó y siguió llenando la botella llamando la atención de la contraria.

— Da mala suerte tener el pelo tan largo si luego te vas a pelear con alguien. —comentó ejerciendo un poco más de presión en sus manos.— Te lo agarran y te dejan media calva...

— Así estás. —añadió la menor con una carcajada de la que a clara vista molestó a Zenin.

Mai Zenin tenía bastante fama en su vida, empezando desde el primer día en el que Saya fue transferida a la escuela de Kioto. Eran sin duda el perro y el gato del instituto, una provocaba a una y la otra le hacía la vida imposible allí. La de cabellos canelas no era una santa ni mucho menos alguien que se deja pisotear por otra persona, y eso lo demostró en todo los años que estuvo ahí.

Todo empezó el día en que Saya le propinó un golpe en la barriga a Mai ya que la menor intentaba defender a una de sus únicas amigas allí. Luego el día en que Zenin le tiró todas sus cosas en el contenedor de basura de fuera, y Saya al darse cuenta de quién fue en vez de dejar las cosas como estaban decidió enfrentarse cara a cara contra ella.

No se podría saber con exactitud si era algo bueno o malo que la muchacha no tuviera pelos en la lengua con ese tipos de cosas, había sido así desde pequeña y hasta Megumi lo sabía.

— ¿Vas de buena en esta escuela? —preguntó Mai observando como la contraria cerraba la botella de agua.— Te recuerdo la mierda de persona que eres, y eso aunque quieras no se te quitará nunca.

— Bye, bye Zenin...

Saya siguió de largo sin querer escucharla, algo que la destrozó fue aquella capacidad de romperte solo utilizando palabras y frases.

Pero cuando iba a dar la vuelta en la esquina se encontró con aquella muchacha de cabellos rubios que no parecía ni que llegará al metro sesenta. Saya quiso reír por dentro al pensar que le habían encerrado entre ellas dos, sin embargo se preocupó al ver que la rubia portaba una escoba.

— ¿Tienes a gente aquí? ¿Amigos? ¿Compañeros? ¿Pareja? —habló Zenin acercándose lentamente por detrás.— ¿Les importaría si aparecieras demacrada?

— Todavía sigo guardando rencor por la cicatriz. —murmuró Nishimiya, sus pequeñas manos agarraban con más presión la escoba.

Poco a poco el espacio entre ellas tres se iba acortando y se podían ver las intenciones de las de Kioto; dejar a Saya como un saco de boxeo.

— Vamos maldita, ¿tus piernas están congeladas? —pronunció la de cabellos boscosos.— En Tokyo seguirás siendo una ilusa, en cualquier lugar que vayas seguirás siendo la cabrona de Saya.

— Que mal sería escuchar que en el Festival una alumna de Tokyo es una delincuente... —añadía Momo a su vez.—Ni siquiera eres alguien linda para serlo.

Saya recapacitó y pensó varias veces. No quería hacerles nada por el hecho de estar en una escuela nueva, no y no. Quería machacarlas para defenderse a sí misma, pero no debía. Quería cambiar y dejar de ser aquella niña con tal horrible carácter que solo veía opción de arreglar las cosas con una pelea. Pero en ese momento solo tenía dos opciones, dejarse meter una paliza o defenderse a toda costa y devolvérselas a las dos muchachas de Kioto que se iban acercando más y más.

Sin embargo, cuando quiso escoger la última opción pensó en Megumi. ¿Que pensaría de ella? O también, ¿que pensaría Nobara? ¿Todos sus compañeros? Saya no quería volver a estar sola, no quería que nadie le tuviera miedo.

Sus pensamientos fueron arrebatados cuando sintió a Mai agarrarla por detrás.

Dejó indefensa a la menor, sus brazos le habían envuelto desde su espalda hasta los hombros de Saya. No podía mover los brazos ni la parte superior de su cuerpo. Observó cómo la rubia agarraba con más fuerza el palo de la escoba para llevarlo desde lejos para aumentar la fuerza del golpe.

Sintió como si le atravesaran con una espada, sin duda los primeros golpes solían ser los más dolorosos ya que el cuerpo no estaba preparado para reaccionar tan rápidamente a ello.

— ¡Dale más fuerte! —habló Mai haciendo fuerza para que la de primer año no se escapara.

En el momento en el que iba a recibir el segundo escobazo reaccionó y empezó a utilizar sus piernas en modo de defensa para que Nishimiya no se acercara a ella. Una de sus patadas colisionó en el rostro de la mayor que quejó de manera bruta.

Mai Zenin no pudo resistir al movimiento de Saya y la tiró al piso ocasionando un gran estruendo. Cabreada, cogió la escoba de las manos finas de su compañera que se tocaba el rostro sintiendo una sensación de quemor.

Saya agarró del suelo la botella de agua y la lanzó a la cara de la de mechones oscuros. En ese momento intentó huir aprovechando el despiste que ocasionó su acción, pero cuando iba a poner en funcionamiento sus piernas para escapar sintió un horrible golpe en el tobillo. La escoba impactó de lleno en el centro de la articulación, un quejido salió de los labios de Saya quién maldijo al segundo.

Ya no podía guardarse más el dolor, si no atacaba ella seguramente iba a quedarse mucho peor de lo que estaba ya.

Mai Zenin intentó golpearle directamente en la cabeza, pero un acto reflejo salió de Saya y paró la escoba delante de su frente. Con mucha fuerza elevó el palo ocasionando que el golpe se lo llevará esta vez Mai Zenin en la nariz.

— ¡Cabrona! ¡Niñata! ¡Te voy a matar! —amenazó al sentir como una gota de sangre caía de su nariz.

Pero cuando iba a prepararse para golpearla en el piso sintió como su camisa era agarrada suavemente para luego empotrarla contra la pared del pasillo. Mai Zenin sorprendida abrió los ojos y pudo observar a aquel chico de mechones azabaches y de aquellas largas pestañas como las olas del mar que la miraban con rabia y resentimiento.

Nishimiya corrió hacia la otra dirección dejando a su supuestamente amiga en la situación abrasadora que tenía que estar viviendo en ese momento sola.

— Fushiguro, suéltame de una vez.

Este la dejó caer en el suelo para que su último vistazo fuera la tan odiada sonrisa burlona de Saya. Se levantó y sin duda decidió irse en silencio después de haberse dado cuenta que no tenía ninguna otra opción y que era imposible seguir con aquello.

Megumi no dudó un segundo en acercarse a Saya quién yacía en el suelo. Observó cómo de su uniforme blanco habían algunas manchas de sangre que no sabía muy bien si eran de la dueña o de Zenin.

— Saya, ¿estás bien?

La muchacha solo sentía dentro suyo aquel sentimiento de vergüenza, aquel chico que le gustaba estaba delante de ella mirándola de aquella forma apenada y preocupada. Realmente no quería verse de ese modo, no quería que viera que aquella cría que le pegó hace años era mucho más débil de lo que aparentaba.

Giró su rostro en silencio, no quería contestarle. Posó sus brazos en el suelo para levantarse.

El inmenso dolor en el tobillo la hizo caer de nuevo.

— No seas estúpida. —pronunció Megumi.— Quédate quieta, ¿no has visto cómo estás?

— No lo quiero ni saber. —le contestó Saya, su tono se parecía al de siempre. —Estoy bien, te puedes ir.

Pero aunque parecía estar con el mismo humor y la misma sonrisa burlona que tanto le había hecho comerse la cabeza a Fushiguro, algo iba mal.

Megumi observó cómo la contraria intentaba tocarse el tobillo y ahí entendió la raíz del problema. Sus cuencas oceánicas se enfocaron en aquella muchacha que seguía sonriendo sin importar el qué.

Por primera vez sintió un agradable pensamiento sobre ella, como si aquella opinión que había tenido desde hace tiempo sobre que era alguien totalmente malo se hubiera desvanecido.

Solo quería verla bien.

Canela || Megumi FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora