Trofeo

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— ¡Somos las mejores! —chilló Nobara.

La final de tenis acabó con una merecida y muy luchada victoria de las de primer año de Tokyo. Estaba siendo un día caluroso, las gotas de sudor caían por los bellos rostros de las muchachas.

Saya observó con sus dos cuencas esmeraldas cómo aquella joven de cabellos cortos castaños reía y se agrandaba por su gran orgullo, mientras que ella estaba destrozada y seguramente oliera mal la contraria le parecía dar igual todo y solo quería disfrutar de la victoria. Kugisaki era realmente muy buena chica, durante los días que se prepararon habían creado una buena conexión entre ellas dos que les hizo ganar el partido.

Lo triste es que únicamente habían unas cuentas personas viéndolas ya que la final de baloncesto se estaba celebrando, pero sin duda aquellos que vinieron disfrutaron del espectáculo.

Sus piernas cansadas se dispusieron a ir a la grada donde tenían todos sus objetos personales como el móvil o sus botellas de agua. 

— Aquellas dos nos están mirando horriblemente mal. —murmuró Nobara llamando la atención de su compañera que con poco sutileza miró hacia atrás.

Intentó recordar el nombre de aquella de segundo año de Kioto, ¿Mai? Lo único que sí recordaba bien era su apellido tan característico, Zenin. Junto a ella una joven de mechones rubios susurraba en su oído a la vez que las miraba de reojo con aquellos ojos zafiro.

A la menor sí la conocía de varios conflictos en su anterior escuela, la Zenin y Saya siempre se habían llevado como el perro y el gato en Kioto. Sin duda no quería volver a aquel lugar.

— Quizás nos tienen envidia. —añadió la castaña a su lado. — Oye, ¿te vienes a ver el partido de los chicos?

— Pensaba que habían acabado.

— Queda el último cuarto, deberías venir. ¿Alguna vez has visto lo bestia que es Itadori jugando? Es un auténtico animal...

Las dos muchachas empezaron a caminar rumbo a la cancha de baloncesto hablando de las grandes habilidades de Itadori.

Saya por última vez rodó sus cuencas esmeraldas hacia atrás para afirmar que Mai y su compañera no le habían quitado el ojo de encima desde que se levantaron. Entrecerró los ojos confundida, sabía que algo malo iba a pasar dentro de poco.

— Su problema es que solo usa la fuerza bruta y pocas veces piensa. Pero aún así es bastante bueno. —proseguía hablando Nobara mientras entraban por fin al pabellón.

— Van perdiendo... —murmuró Saya al ver el marcador.

79-68 marcaba.

El lugar estaba lleno de alumnos y profesores que habían ido a ver a sus respectivas escuelas. Kioto con su gran equipo con aquel capitán robusto con una cicatriz en el rostro iba ganando por once puntos contra los chicos de Tokyo.

El silbato sonó avisando de que el tiempo muerto había llegado a su fin para que los equipos se dispersaran nuevamente para ir a la cancha. Solo quedaban diez minutos más para que se supiera el resultado final del enfrentamiento.

Observó de lejos como un muchacho de mechones rosados saltaba dentro de la cancha mientras buscaba con los ojos el balón que mantenía uno de los árbitros en la mano. Saya pensó en todo lo que había dicho su compañera, aquel chiquillo era un animal aún pareciendo solo un adorable joven de bonitos cabellos teñidos. Pero detrás de él sus ojos se iluminaron al ver a aquella persona del que Nobara no habló ni mencionó.

“—Eres increíble—” se repetía una y otra vez en su cabeza.

El de ojos oceánicos elevó su camisa de juego en el que aparecía el número cuatro hasta su rostro limpiando las gotas de sudor que caían continuamente por el cansado sumado del abismal calor que había dentro del pabellón. Dejó caer la camisa y pidió el balón para que el final del partido pudiera comenzar de una vez por todas y dejar la intriga de qué escuela ganaría.

Canela || Megumi FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora