Aturdido

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Ken caminó por el pequeño pasillo con las manos entre su cabeza, recogiendo los cabellos oscuros y pasándolos por una liga. Un inesperado escenario se presentó frente a él cuando fue a parar a unos metros del sofá, contemplando a Mikey envuelto en una manta y viendo la televisión.

—¿Despierto tan temprano?

Mikey parecía apenas haber captado la presencia de Draken cerca de él, y con algo de lentitud alzó una mano de entre la manta.

—No podía dormir.

Aquello y las pesadas ojeras que cargaba estaban lejos de ser una mentira. De nuevo, su mirada fue a acabar sobre sus marcadas clavículas.

—¿Tienes hambre? —preguntó, caminando hacia la cocina.

—Un poco.

Draken sacó del refrigerador sus almuerzos de ayer y los pasó a platos de cerámica para poder calentarlos en el microondas. Comenzó a colocar los cubiertos sobre la mesa, y eventualmente el sonido del aparato anunció que una de las comidas se encontraba lista. Mikey casi no advirtió su llegada a la cocina, estando de pie a unos pasos de la mesa y por poco, sacándole un susto a Ken.

—Siéntate donde quieras —optó por decir, mientras colocaba dentro del microondas su almuerzo.

La mesa era para cuatro, y Mikey se sentó en el asiento más próximo. Draken se acercó con el platillo y lo dejó frente a él, para luego volver al mesón de cocina a esperar el de él.

—No creí que tendrías algo tan elaborado.

La mirada de Mikey estaba sobre la comida, aún sin tocar los palillos.

—Era de ayer —respondió con simpleza, concentrándose en el microondas.   

—Gracias.

Una vez su plato estuvo listo, en silencio tomó asiento a un lado de Mikey, donde recién lo vio agarrar los palillos.

—¿Inui no pasa por ti cada mañana?

Ken estuvo a punto de dejar de comer, sin embargo, se las arregló para mantener los palillos en su mano. Porque había algo desconcertante en que Mikey se refiriera a él, pero más que aquello, era el hecho de que todas sus suposiciones parecían tener de antemano una respuesta clara para él.

—Probablemente piensa que voy a dormir un poco más.

—¿Por qué?

No quería responder esa pregunta, a pesar de que sabía que Mikey ya estaba dos pasos adelante de él. Como un descarado intento de evadirlo, se encogió de hombros. Pero, tal cual esperaba, Mikey tampoco siguió preguntando.

Él sabía porqué Inupi todavía no había entrado a su casa preguntándole por una taza de café; cualquiera que hubiera visto el patético estado en que se hallaba ayer lo sabría.

A mitad de la caída | DrakeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora