Capítulo 8.

333 17 3
                                    

Ella:        

¿Cómo le explico a mi alma que se terminó?

Una semana.

Una semana sin saber absolutamente nada de Andrés. ¿Estaba bien? ¿Por qué había salido corriendo ese día? Me había dejado en el estacionamiento aquel día con mil y un preguntas en mi cabeza, ese noche ni siquiera me moleste en regresar con Lupita y los demás, no sentía que tuviera las fuerzas siquiera para hablar, era como si dentro de mi pecho me exprimieran poco a poco, así que había decidido que lo mejor era caminar un rato.

Había tardado alrededor de media hora cuando decidí que lo mejor era tomar un taxi para mi casa, ya era bastante noche como para seguir caminando, mi celular ya estaba lleno de mensajes de Lupita preguntándome que había pasado y si estaba bien, pero honestamente no quería responder eso, ¿Estaba bien? Ni idea.

Cuando había llegado a casa mi madre supo que algo andaba mal, pero tuvo la sensatez de no preguntarme nada, me había encerrado en mi cuarto y me había dormido.

Durante toda la semana había tratado de mantenerme todo el rato ocupada para que no tuviera al menos un momento para pensar en Andrés, aunque claro, a veces fallaba y terminaba en el recuerdo de él partiendo en la noche con sus últimas palabras “Lo siento.” Sabía que en cualquier momento tendría que hacer frente a todo esto pero solo me daba largas para tomar este tipo de decisiones.

Por lo que me había inscrito a un voluntariado en una centro pediátrico, Lupita había insistido días y días, hasta que por fin había conseguido que yo aceptara a ir con ella, al principio lo único que buscaba era una distracción, momentos en los que mi mente se mantuviera en otras cosas y no en Andrés.

Los primeros días habían sido algo difíciles, tenía que aprender algunos términos médicos para poder ayudar a las enfermeras o al menos para entender lo que los pacientes requerían, también había tenido que aguantar las largas tardes caminando entre habitaciones sin descanso alguno haciendo rondas preguntando a los pacientes y niños si necesitaban algo.

En uno de mis pocos minutos libres me acerqué con Lupita, que la suertudota le había tocado ser voluntaria en el área de administración por lo que se pasaba toda la tarde sentada acomodando papeles y platicando con los guapos internos del hospital.

-¿Qué tal la tarde? – Me preguntó cuándo me acerqué a su escritorio, ella solo estaba sentada jugando Solitario.

-Bastante agitada.- Le contesté soltando unos cuantos papeles en su escritorio. – Necesito que acomodes estos archivos en los expedientes de los niños, una de las enfermeras, ya sabes cual, la de la verruga en la cara cree que voluntaria significa esclava, quiere todo acomodado antes de que nos vayamos.

-Perra. – Lupita se levantó y comenzó a acomodar los archivos.

-Cállate, que aquí hasta las bolsas de suero escuchan. – Eso era verdad, en los pocos días que habían estado en el hospital se habían enterado de la mayoría de los chismes y dramas de esta ala del hospital, y eso que era el área de pediatría.

-Temo por la vida de estos niños. – Dijo. – Oye, cambiando algo radical de tema quiero preguntarte algo.

Oh no.

-¿Andrés no se ha comunicado contigo? – Lupita se recargo en el escritorio, sabía que no lo preguntaba por ser chismosa si no porque de verdad se preocupaba por mí.

-No. – Fue lo único que pude responder.

-¿Ni un mensaje? ¿Una llamada? ¿Un toque?

-¿Un toque?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 05, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

#SHIPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora