Capítulo 8: México

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Después de dos largos días conduciendo cruzamos el control de la frontera sin ningún peligro, todo como planeamos. Sergio nos indicaba donde estaban los secuestradores, ya que les había localizado, rastreando un mensaje.

- Menudo barrio más feo - decía Luck con cara de asco.

- Yo no lo veo tan feo - empezaba una de sus discusiones Marcos.

- Vale, para el coche, esperaos aquí - indiqué yo, ya que Sergio me había hablado de un local viejo llamado Agua Aguacate, donde se encontraban los secuestradores y habíamos pasado por enfrente.

- No, es muy peligroso, no sabemos lo que son capaces de hacer - me impedía Marcos salir del coche.

- Para mi nada es arriesgado si mi hermana está en apuros, déjame salir y os prometo que volveré.

Vajé del coche y entre al local por una puerta grande y vieja. Me senté en la barra, pero entonces me acordé ¿Cómo sabré quienes son?

- Ponme un vaso de agua -  le pedí a un señor con bigote.

- ¿Agua? Aquí no tenemos agua, habeís escuchado chicos, la dama quiere agua - gritó el hombre para que todos los clientes se enteraran.

- Ponme el agua, tengo prisa.

Me puso el agua en un vaso sucio, y yo se la tiré a la cabeza.

- Ha dicho mojado, chicos escuchad la dama está mojada - grité yo para que todos se enterasen.

- Maldita... fuera de aquí.

- No pienso irme, tengo que ir al aseo.

- No irás.

- Si iré.

- Es mi bar.

- No es tuyo, deja pasar a la chica al baño. - dijo un hombre desde una mesa.

- Pero... Trocuo, no la conocemos... y me ha mojado.

- Al fondo a la derecha. - me indicó ese tal Trocuo

- Entre a la zona donde estaban los baños, pero había otra habitación a la izquierda con un cartel en la puerta donde ponía: entrada solo para personal autorizado. Tenía que jugármela y entrar, podía ser cierto lo que pensaba y mi hermana estaba dentro así que giré el pomo y entré.

- Dame la pasta... - le decía un hombre a otro.

Entré sigilosa y miré a mi alrededor, había otra puerta, donde podía estar mi hermana, así que pasé por el lado derecho de los hombres e intenté abrir la puerta.

- ¿A dónde vas?

- A... al baño.

- El baño está fuera.

Cogí una de las pistolas y les apunté.

- El baño está dentro. - intenté abrir la puerta pero no podía entrar.

- Dadme la llave o morireis.

- NIña, estate quietecita - decía uno de los hombres con otra pistola en la mano.

- Hagámos un trato,  me decís que hay dentro y os daré la pistola y setecientos dolares.

- Setecientos a cada uno...

- Sí, pero no decís que he estado aquí.

- Mil a cada uno y te dejámos ver lo que hay dentro.

- Si, acepto.

Abriéron la  puerta y ...

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