Mi cabeza palpitó, como si mi corazón ahora estuviera ahí, irritándome los chirridos de las llantas de los furgones militares, mis hombros tensos por las anteriores palabras de Raquel y mis manos sudaron al notar a los cientos de hombres armados frente al recinto.Estaba aturdida, mi vista se perdió entre las nubes grises que obstruían los rayos de sol, escuchando a mi hija decirme adiós entre llantos, fue como un golpe contra una pared, una sensación helada que caló hasta los huesos.
¿Ese será nuestro último abrazo? ¿Sus ojitos llenos de lágrimas viendo a su mamá irse será lo último que recuerde de mi?Acatamos las órdenes de la morena, las seguí sin rechistar, moví mi cuerpo más me sentía ausente, cruzando entre los rehenes, dejando mi arma en manos de Río y mi careta en la bolsa.
Mis manos temblaron, dificultándome mi tarea.—Tranquila, déjame hacerlo.- las finas y grandes manos de Andrés cubrieron las mías- Te voy a sacar de esto, ¿si?
Quise responder, decirle que confió en el, que le pondría mi vida en sus manos, pero ya no era así y ahora me cuestionaba si alguna vez lo fue.
Bajo el zíper del mono, quitando las mangas, rosando sus dedos en mis brazos, despacio hasta cruzar con mis dedos y amarrar las mangas a mi cintura.—Puedes hacerlo.- Denver afirma, entregándome la bandera blanca- Hey, Olivia, volverás a verla.
La voz de Palermo resonó después de la puerta abriéndose, Tokio sujeta mi mano izquierda y caminamos tras ellos.
El calor del pavimento recorrió mis pies descalzos, subiendo en un agradable cosquilleo por mis pantorrillas, la brisa moviendo mis cabellos y golpeando mi rostro como una caricia, convenciéndome que no habían pasado solo 100 horas sin sentirlas, sino años. Años en cautiverio, con tensión y estrés, con heridas y muerte.
¿Había validó la pena todo por seguir a una banda de ladrones?
Mi vida era buena, quitando la mala relación con mi padre, no me quejaba, tenía una gran casa y cualquier cosa que quisiera, mis dos hermanas y mi madre.—¡Coronel Tamayo!- Raquel grita, regresándome al presente- ¡Bandera blanca!
Esa es mi señal, como si esa liviana tela se convirtiera en una enorme y pesada colcha, moví mi brazo, ondeándola con esfuerzo.
Esperamos alrededor de tres minutos, en silencio, demasiados militares para contarlos se pusieron en dos filas y entre ellos el Coronel se dirigía a nosotras.
—No solo habéis salido las tres Gracias, han sido cuatro para poner la cara amable del atraco.- dice con gracia
—Hemos salido a cara descubierta para que el todo mudo vea que no estoy en audiencia nacional.- aclara Lisboa- Que no me estáis interrogando en la carpa y mucho menos estoy en la carcel.
—A ver, ¿qué cojones queréis?
—Gandía está herido.- dice, llevando su mano hacia su cadera.
Intento no sobresaltarme cuando más de cinco hombres se preparan para dispararnos.
—Levanta la mano, que todos sabemos qué significa.- Tamayo lo hace y dejando de ser su blanco- Palermo.
Por más que me esfuerzo a través del dolor, no logro escuchar lo que sale del móvil.
—Tiene metralla entre las cervicales c3, c4 y c5.- explico rápidamente- Puede perder la movilidad del brazo o incluso de los pulmones. Un nervio frénico.
—Necesita un neurocirujano de urgencia.- aclara Tokio- Militar si quieres, que tienes unos cuantos.
—Si meto un médico, tengo que esperar tres o cuatro horas para entrar con los militares y sabes que lo voy a hacer.- sonríe con sorna- Por eso sales con la única carta que tienes: Gandía herido.
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La casa de papel ||Berlin|| (2.0)
FanfictionPrimera, segunda, tercera y cuarta parte COMPLETAS en @pandaDixon_