Después de la explosión solo escuche el mar, no era uno agradable, más bien sonaba furioso, las olas chocando contra la orilla y con el agua hasta el cuello, cubriéndome intentó llevarme adentro, ahogarme, vi el rojo entre el azul, esa peculiar prenda que portábamos se alejaba con rapidez, intente sujetarla, pero la marea me golpeaba con rudeza, sofocándome y grite hasta que trague agua y volví a estar en el banco.Mi pecho dolía, quería arrancarme el corazón de un jalón, pero no podía, no con mis manos hormigueando mientras golpeaba el suelo, ahogándome con mi propio llanto descontrolado al tener la cabeza entre mis rodillas, con mi frente rozando el frío azulejo. Mi garganta ardía por cada grito que solté, no podía detenerme, todo el dolor que quería pudrirme desde Nairobi, estaba saliendo, desembocado y salvaje cual cascada.
—Eh, eh, tranquila.
Denver sujeto mi rostro, alzándolo en un intento de parar la tos que provocaron las lágrimas y mocos, el oxigeno que quería entrar a mis pulmones era expulsado con violencia por mi agitado ser.
—Se han ido.
Apenas pude formular el murmullo, encontrando mi voz entre el llanto, el rojo predominaba sobre el azul de su iris, el dolor arrugo sus facciones intentando no parecer tan débil como yo. Nos abrazamos con fuerza, como si quisiéramos unir lo que se estaba desmoronando, sobre su hombro pude ver a Mónica, con sus ojos aún idos por la droga pero tan consciente para sentir la pérdida. Unos pasos apresurados nos hicieron soltarnos, viendo hacia la puerta hasta que entró Berlín, cayendo sobre sus rodillas, mientras suspiraba con alivio me sostuvo, pasando sus pulgares sobre mis mejillas.
—Se han ido.- repito, con las lágrimas deteriorándose-.¿Cómo seguiremos sin ellas? ¿Cómo...yo..
—Estaremos bien -su voz era un arrullo-. Tokio se llevó a 6 de ellos, saldremos de aquí gracias a ella...y por Nairobi.
—Pero...¿cómo seguiré sin ellas? -lo aparto para tomar aire, frotando mis ojos con mis puños- Mis hermanas, me las quitaron.
Los labios de Berlín se curvean hacia abajo temblando, como si le contagiara mi agonía, vuelve acercarme a él, esta vez empujando mi rostro contra su pecho y pasando sus dedos entre mi cabello.
—Debemos seguir de pie, que sigan vivas a través de nosotros -habla, nunca lo había escuchado tan sereno-. La gente de allá fuera hablará sobre las leyendas que fueron, nosotros le contaremos a nuestra niña y ella le contara a sus hijos, así seguirán aquí.
—Liv...oh Liv -Una tercera mano se posa en mi cabeza-. Siento hacer esto, debería dejarte llevar el luto, pero eres la indicada para esto.
Andrés nos levanta, sin despegarnos del todo hasta que Rio me abrazo entre balbuceos de tristeza.
—¿Qué tengo que hacer?
[...]
Releo las palabras, intentando memorizarlas en lo que Río acomoda la cámara frente a mí.
—No tienes que hacerlo -Raquel capta mi atención acariciando mis hombros-. Puedo hacerlo yo.
—Puedo -mi voz sale ronca, carraspeo-. Ellos merecen saber, están allá fuera por nosotros, debemos ser quienes lo digan.
—Vale, se las encargo -Andrés se acerca con una sonrisa apretada- Veré que no haya jaleo con los doctorcitos.
Suspiro profundamente, llenándome del oxígeno que mi nariz congestionada me permite, Aníbal nos muestra su dedo pulgar indicándonos que está listo.
—Hola a todos -suelto después de que el moreno contará hasta 3-. Estamos grabando este vídeo para comunicaros algo importante. Hoy han muerto siete personas en el interior del banco de España, seis soldados y...Silene Oliveira -me detengo unos segundos para no volver a llorar-. Hace unos años, cuando solo era una rehén, rápidamente congenié con ellos, mis atracadores, menos con Tokio...con ella fue difícil, con Silene todo es...era difícil -sonrío ligeramente-. Creía que era una perra, impulsiva y que solo pensaba en sí misma...y después la conocí, se volvió mi amiga, después mi hermana, incluso una vez me abofeteó -río entre lágrimas-. Estábamos en una playa, después de no vernos por más de dos años, y se disculpó entre risas. Al principio creí que solo quería rescatar a Aníbal por qué se sentía culpable...pero entendí que lo hacía por amor, muy pocas personas dejan todo y se enfrentan a lo imposible para salvar a alguien -cruzó miradas con él nombrado, quien también llora-. Hoy sé que hemos fracasado, sentimos el dolor por la pérdida de esas personas y os pido perdón en nombre de todos nosotros por haber convertido un rescate, una muestra de amor, en una guerra con muertos. Desde hoy ya no somos alguien a quien seguir, jalear y aplaudir.
—Nosotros ya no vamos a salir de aquí -Aníbal se une a mi-. Así que le pedimos a todas esas personas que nos han seguido, a esa marea roja que nos espera afuera del banco, que por favor se vayan a sus casas.
El brazo de mi amigo me aprieta contra el y Lisboa corta la transmisión. Acaricio el rostro de Río, con dedos temblorosos le susurro mis condolencias.
—No fue tu culpa -apenas logró escucharlo, pues su boca se posa contra el costado de mi cabeza-. Tokio lo decidió.
Entonces el mar dentro de mí se detuvo, dejándome escuchar las gaviotas y ver la arena escurrirse entre los dedos de mis pies cada vez que las olas se iban. Sentí sus manos empujarme mientras su risa se combinaba con la de mi hija.
—A mojar a mamá -Silene dijo y Andreína la imito, entre sus brazos-. Anda, Liv, que apenas te haz mojado los pies.
Gire para verlas y no pude evitar soltar una carcajada.
—Ustedes parecen una milanesa empanizada -sacudí el cabello de mi niña-. Ve a cambiarte, bonita, la cena está lista.
Tokio dejo que sus pequeños pies tocara la arena, susurrándole algo que la hizo reír antes de correr hacia la casa.
—Me gusta este lugar, es lindo -se colocó junto a mi, con el sol ocultándose e iluminando su perfil-. Es cálido, como tú, como el profesor...como Rio.
—Y un poquito como tú, ¿no? -la empujó con mi hombro-. Cuando se pone salvaje.
—Oh cállate.
Esquivo su empujón, corriendo hacia mi hogar con Tokio intentando atraparme, con la arena danzando tras nuestros pasos apresurados y la brisa mojando nuestras sonrisas.
Cuánto tiempooooo, ¿cómo han estado?
Yo bien dentro de lo que cabe, ahora tengo una súper obsesión con Fred Weasley (ni siquiera he leído los libros jsjsjs) no he podido dejar de leer fics de ese vato precioso (recomiéndenme más, mi vicio)
Por otro lado, como me dolió la muerte de Liam. Fui directioner desde los 13, y lloré mucho cuando zayn se salió, después crecí y dejé de escucharlos, los olvidé. Cuando me enteré, no podía creerlo, entre risas nerviosas me negué, hasta que llegue a mi casa y no pude parar de llorar, volví a ser una niña que se refugiaba en sus canciones.
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La casa de papel ||Berlin|| (2.0)
FanfictionPrimera, segunda, tercera y cuarta parte COMPLETAS en @pandaDixon_