LXIX

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¿Un momento de paz era mucho pedir?
Mi rostro se desfigura de lo mucho que aprieto mi ceño intentando parar el dolor de cabeza, las voces de mis amigos están distorsionadas, el rostro de Berlin, quien está frente a mi, se mueve con rapidez sobrehumana, mareándome.
Arturito, Arturito, ¿qué tan idiota puedes llegar a ser? Al rededor de diez rehenes huyen tras el armado, con nuestras pistolas y chalecos.

—Cölln, cura a los heridos.- Palermo ordena, sujetando el mono de Andrés para arrastrarlo con él- Mónica a Gandía, es la prioridad.

Denver sigue a nuestros compañeros, ignorando los llamados de su mujer.

—¿Estas bien?- la rubia sujeta mi rostro, impidiéndome seguro cabeceando- Tomate...¡esto!

Me muestra un botecito que saca de uno de los bolsos del traje, con rapidez lo abre y deja una pastilla blanca en mi mano. Obedezco sin rechistar, tragándola. Necesito unos segundos más para despabilarme y a tender a los rehenes lo mejor posible.

—Eso es.- hablo, apretando la venda en la pierna de la mujer- El dolor es una mierda, pero usted puede aguantarlo.

—Nuestra enfermera tiene manos mágicas, ¿a qué si?- dice Rio, curando el hombro del hombre.

Compartimos una ligera sonrisa y Mónica palmea la espalda de Aníbal.

—Rio, conmigo.- Silene hace presencia, apresurada y sin dar explicaciones

—Denver.- habla Mónica después de unos segundos- Te has ido sangrando como un cerdo. Vuelve.

—¿Necesitan ayuda?- ahora soy yo quien sostiene el radio- Ya hemos terminado con los rehenes.

—Tenemos a los rehenes en el polvorín.- dice- Y tenemos dos putos cargadores. No me voy a ningún sitio.

—Eres un cabezota.- le reclamo

—Cariño, Dani, cariño, vuelve por favor.- Estocolmo se escucha frustrada

Suspiro poniéndome de pie, yendo a golpear ligeramente la espalda de Bogotá quien amordaza al Pelon.

—Déjame curar tus manos, luchador.- el gran hombre bufa molesto pero aún así se sienta en las escaleras- Eres un egoísta, querías partirle la cara tú solito.

Paso el algodón con alcohol por sus lastimados nudillos, riendo por sus muecas.

—No dejaría que tú cargaras con algo así.- aprieto mis labios en una sonrisa, él evita mis ojos avergonzado- Tu consciencia de niña buena no lo soportaría.

—Igual necesitaremos terapia cuando esto termine.- digo con gracia, ahora curo su rostro- Esto es tan romántico, ¿no?

Meneo mis cejas haciéndolo reír y ganándome un golpe en la frente con su dedo índice.

—No te hagas ilusiones, eres como mi octava hija.

—Listo, papi.- me muestra su dedo medio- Mal agradecido.

—Nuestra enfermera tiene manos mágicas, ¿a qué si?- simula la voz de río

—Cállate.

—Soy Helsinki.- su voz suena por el radio- Hay movimiento en exterior. Operaciones especiales de ejército de Tierra. Van cargados, llevan de todo.

Gruño y masajeo mi frente, agotada.

—Lanzacohetes c-99, lanzagranadas, ametralladoras...escopetas, fusiles.- conforme nombra las Armas, su voz se agita- Están subiendo a dos LMV. ¡Intervención inmediata, joder!

—Cölln, aquí Lisboa.- trago saliva con fuerza, sosteniendo el aparato- Suelta inmediatamente a Gandía.

—Les va a contar que estamos persiguiendo a los rehenes.- Bogotá habla por mi

—Si no lo hacemos, entran ya.- se altera- Y ni siquiera tenemos Armas. Los rehenes han tomado el polvorín.

—Joder, después de esto renuncio.- suelto y camino hacia el hombre- Te nos vas de sabático, cariñito.

Bogotá me ayuda a sostener al calvo.

—¿Cuánto aguantas sin respirar?- le cuestiono, recibiendo su mirada de superioridad.

—El mismo tiempo que tardo en darte por el culo, ratoncita.

—A la fila.- se burla Bogotá, entregándome la bomba- Veremos si es suficiente.

Con más cinta adherimos la granada a su pecho, el moreno le susurra algo que no me esfuerzo en escuchar antes de sostenerlo por la nuca empujándolo fuera del recinto.

Un poco de humo se cuela dentro de la fábrica en lo que las puertas se vuelven a cerrar.

La irritante voz de Arturo suena, narrando su bonita historia de amor con la rubia. Mónica entra en un trance con las lágrimas al borde de sus ojos, con pasos lentos escuchando a su ex.

—Dame tu pistola.- Estocolmo reacciona en cuanto Arturo comienza hablar de su vida sexual

Inhalo aire hasta llenar mis pulmones y lo suelto lentamente, cuanto drama.

—Llevemos a los rehenes a la biblioteca.- hablo hacia el grandote- Cárgala.

Señalo a la mujer que recibió la bala en la pierna, agachándome para sostener al hombre.

—Andando.

—A la orden, profesorcita.

[...]

—Está pasando por la crisis de atracadora, a todos nos pasa.- hablo, limpiando el líquido carmesí de su brazo- Tranquiló.

—¿Crisis de atracadora?- me cuestiona sin apartar la vista del agua que se combina con su sangre y desaparece por el desagüe- ¿Qué?

—Ya sabes. Ese momento en el que te preguntas si vale la pena seguir.- explico, secando con delicadeza- Cuando tu cabeza se llena de preguntas, ¿por qué hice esto, aquello? ¿Es mejor mi vida de antes? ¿Cuánto más?

—Nunca tuve esa crisis, mi vida de antes no es muy diferente a esta.- Denver me deja ver sus azulados obres- ¿Cuándo la tuviste tú?

—La primera fue en la fábrica de moneda, esa vez que una bala me dio en el hombro.- rodeo su brazo con la venda- Cuando supe que ustedes no eran los malos.

—Joder, no lo recordaba.- - Cuando murió Oslo.

Afirmo con un movimiento de cabeza, nos quedamos en silencio unos minutos.

—Ahora, lo que le pase a nosotras queda en segundo plano- lo abrazo de lado- Nuestra prioridad son esas personitas que nos esperan afuera, imagina el tamaño de su crisis.

—Sumando el hecho de que mató a su ex.- Berlin se asoma, burlándose- Ni yo me atreví a tanto.

—¿Tatiana, no?

Quiero reír al ver su expresión, en cambio Daniel si que nos regala su particular risa.

—¿Cómo...?

—Sergio.- levanto mis hombros, restándole importancia- Y Rafa quería conocer a su hermanita.

Un cap maaaas

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Un cap maaaas. Algo aburrido

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La casa de papel ||Berlin|| (2.0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora