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—Creí que este era mi casillero, lo siento —Baja la cabeza y se retira del frente de mi casillero.

Ruedo los ojos mostrando mi fastidio.

Al ver que el pelinegro sigue cerca mío, hablo—: ¿Qué esperas allí? ¿Se te perdió algo?

—No, no, para nada. Solo creí que sería oportuno invitarte a un café para pedirte perdón.

Niego con mi cabeza, mostrando mi disgusto.

Meto mis cosas en mi casillero, sacando otras y cerrandolo apenas termino.

—¿Entonces?

Él me sigue a paso lento. Un paso de él, son tres míos.

—No me gusta el café. —Miento.

Realmente me gusta, aunque lo tomo solo en ciertos momentos. Por ejemplo, época de exámenes.

—¿Un helado entonces?

—Soy alérgica al frío.

—No puedes ser alérgico al frío. Solo te congestionas.

Es cierto.

No respondo.

—¿Eso es un sí?

Veo una leve curva en sus labios. Su cara parece un poco inexpresiva, pero sus ojos —o mi capacidad de leer a las personas— me permiten saber que no es una persona inexpresiva.

—Nop.

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Vuelvo a mi departamento a eso de las seis de la tarde. Me siento a ver dibujos animados y encuentro uno que me llama la atención.

Pasan las horas y al terminar la serie, es pasada la medianoche.

Preparo una de mis sopas instantáneas de mi reserva y como en la oscuridad y soledad de mi departamento.

Pienso tantas cosas que, al terminar mi sopa, no recuerdo haberla comido. Tampoco recuerdo todo lo que pensé.

Me deshago de toda la basura del lugar, organizo mínimamente mi cuarto —solo para que no parezca chiquero— y me vuelvo a dormir en mi cama. Sin nada interesante que recordar de nuevo.

Despierto temblando y me paro de mi cama para buscar el vaso de agua usual. Comienzo a caminar por toda la sala, mi cuarto, el cuarto de estudio, el cuarto de dibujo, la cocina, el pasillo, las escaleras y el segundo piso para calmarme.

No puedo evitar pensar mucho mientras doy cada paso.

Me es fácil sumirme en mis pensamientos. Nunca termina bien, pero me es fácil.

Vuelvo a la cama con los pies y las manos heladas, pero en calma.

La cosa se repitió dos veces más en la noche, hasta las cuatro treinta. Dos veces menos que normalmente.

Al despertar para ir a clase, me siento un poco mejor que días anteriores. Lo suficiente para comer una manzana antes de salir.

Las clases pasan rápido, y el chico alto pelinegro vuelve a aparecer en frente de mi casillero, pero esta vez no está intentando abrirlo.

—Aún no se tu nombre. —digo.

—Oh, mi nombre es Giyuu Tomioka.

Su nombre me parece conocido. Al igual que su voz y acento.

—¿Eres el chico que me llevó el listón a casa?

Miro directo a sus ojos intentando encontrar un parentesco, pero aquel día estaba demasiado casada para darme cuenta de quién me hablaba.

Asintió con los ojos un poco más abiertos.

—Gracias. —hablo sin pensarlo mucho y me siento menos miserable.

A veces ser mínimamente decente mejora las cosas.

—¿Te apetece salir por un helado luego de las clases?

Y volvemos.

—Tal vez mañana. Tengo examen teórico. —digo y me retiro.

Sorprendentemente esta vez no me sigue.

Creo que es notable que la amabilidad no es mi fuerte. Ser buena con las personas no es fácil. Me consume.

Las clases este vez son un poco menos tediosas, y pedo recordar algunas cosas importantes de estas. Cosa que normalmente no pasa.

Al llegar a mi casa, encuentro un pequeño ramo de hortensias azules y una campanula del mismo color en la puerta.

"Espero te vaya bien en tu examen teórico. —Giyuu"

No puedo evitar esbozar una pequeña sonrisa.

Dejo el pequeño ramo de flores en un jarrón con agua y comienzo a estudiar para el examen. No me cuesta demasiado. A las dos horas tengo claro el contenido.

Preparo un omelet y lo como con pan y mermelada como cena.

En la universidad no hay tan buena comida, pero es lo que hay, así que al sentir una mezcla de sabores tan armoniosa, siento que saboreo el cielo.

Al terminar, dejó mi cocina limpia y me dirijo al cuarto de dibujo; que viene siendo un cuarto también para cualquier cosa que tenga que ver con arte.

Me siento frente al caballete y un lienzo en blanco, pensando en que hacer.

No lo pienso mucho y lleno mis dedos de pintura azul, roja y amarilla.

Mis dedos se deslizan en el lienzo sin ningún fin en particular. Mi mente está en otro lugar.

No me gusta pensar que estoy mal, lo veo como una pérdida de tiempo. Y el tiempo nunca se detiene, por nada ni nadie; el tiempo pasa y no le importa si sigues estancado, solo continúa y continúa.

Siento como si principios de marzo hubiera sido hace una semana, pero cuando miro el calendario, estoy en comienzos de noviembre.

Me aterran muchísimas cosas. ¿Y si el arte no es lo mío?

Me alejé de las pocas personas que aprecio solo porque sentía que era una carga y ahora mi vida parece tornarse cada vez peor.

Me refugio en cosas que no deberían ser mi soporte emocional; los libros y los dibujos animados me han jalado lentamente a un pequeño callejón aterrador. Siento que estoy sola, aún cuando me rodean un montón de personas.

Esas pequeñas cosas me mantienen existiendo. No me siento viva sino hasta que tengo contacto con las páginas llenas de palabras de un libro o hasta que pasó horas sumida en un mismo anime hasta terminarlo.

Últimamente descubrí que el sexo me hace sentir viva.

Es un placer efímero, a las dos horas ya vuelvo a sentir que mi vida está vacía.

Es efímero, pero disfrutó esos momentos.

Es una pésima manera de mantenerse con vida, pero entre la desesperación fue lo que encontré.

En cuanto vuelvo a la realidad, lo que fueron horas en mi mente, solo fueron 30 minutos.

Miro al cuadro frente a mí, sin esperar una obra de arte estupenda, pero veo una pequeña casa entre un bosque en colores primarios y algunos pocos secundarios. No está tan mal para haber estado ida por lo que sentí horas.

Pensar me ha agotado, así que dejo el lienzo en el caballete para que seque, lavo mis manos y me recuesto en mi cama, sintiéndolo como una nube esponjosa y cómoda esta vez.

Orange & blueberry muffins (Giyuu Tomioka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora