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El piso de mi departamento normalmente no es tan cómodo como ahora.

Las lágrimas desbordan mis ojos, pero no siento nada.

Siento mi respiración enlentecerse, al punto que apenas se que respiro. Mis sollozos se han calmado y siento que puedo descansar.

El sonido del timbre resuena en mi cabeza sin aviso.

De todas las cosas que podían pasar, pasa esto.

Me levanto del suelo como puedo, sintiendo que me mareo apenas estoy de pie, avanzo a la puerta y la abro mientras limpio mi cara.

—Eh... Disculpa la molestia, es que creo que has sido tú a quien se le ha caído el listón del pelo, entonces te seguí. ¿Eres tú la chica del listón naranja?

Bostezo mientras proceso la información. Un chico de unos 20 años ha venido a mi departamento porque mi listón se ha caído y quiere devolvermelo.

Una total pérdida de tiempo.

—Son las 10 de la noche. ¿Quién eres? —pregunto.

—Soy Giyuu, Giyuu Tomioka.

Su nombre y acento parecen extranjero.

—Lamento las molestias, realmente solo quería entregarte el listón.

Su voz en toda la conversación ha sido bastante monótona y sin emoción alguna.

—Gracias, supongo —digo sin animos de seguir la conversación.

Agarro el listón y cierro la puerta, adentrandome en la oscuridad de mi departamento.

El chico era alto, al menos más que yo, y sus ojos eran de un azul brillante. Iba en algo parecido a un uniforme y parecía agotado.

Me tiré a mi cama, sin quitarme la ropa de la calle, sin cepillarme, sin desmaquillarme... Simplemente sin hacer nada que debería hacer.

Caigo dormida enseguida. No se en que momento, pero logro descansar otra noche más.

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Al día siguiente, vuelvo a alistarme otra vez para ir a la universidad.

No desayuno y tomo una naranja para comerla a media mañana.

Antes de salir miro mi reflejo, esperando ver algo mejor que el día anterior. Algo que no pasa.

Nadie me saluda, no saludo a nadie. Así son las cosas. Todos sumidos en sus propios mundos que no se dan cuenta del real.

Llego caminando a la universidad. Curso tercer semestre de artes visuales.

No siento emoción por nada. Mi carrera me gusta, sí, pero mi vida se siente vacía.

Uno de los cuartos de mi departamento está lleno de lienzos con pinceladas que otros llaman hermosos, mientras yo solo veo manchones.

Tengo veinte minutos antes de que empiece la primera clase, así que subo al campanario a mirar personas caminar.

Nadie tiene permiso para subir aquí, los profesores temen que algún estudiante se lance al vacío.

Eso hasta cierto punto es horrible. Saben que sus alumnos podrían hacerlo o podrían tenerlo en mente y no hacen nada.

Pero no importa mucho, ellos tampoco son nuestros responsables, si queremos estar bien, deberíamos ir nosotros. Somos lo suficientemente grandes como para saber hacerlo.

Mis pies se balancean muchos metros arriba de quienes caminan por la acera. No tengo miedo, me siento en paz.

Anoche no dormí bien. Llevo meses sin dormir bien.

Me despierto al menos dos veces por hora, con una inquietud que no se calma por si sola. Debo ir a la cocina y tomar un vaso de agua mientras camino por todo mi departamento para poder dormir luego.

Mis ojeras se han hecho rápidamente notables con la falta de sueño. Y, sin darme cuenta, los veinte minutos restantes, se van.

Bajo del campanario lo más rápido que puedo. Mi primera clase es sobre dibujo realista. No es mi forma favorita de dibujar, pero es entretenido.

La clase pasa rápido y de nuevo mi dibujo es el que se usa de exposición.

Voy por los pasillos sin mirar a nadie, nadie me mira. No llamo la atención de nadie, no soy como mi arte.

Algunos me felicitan cuando hay pruebas o alguna exposición. Pero son felicitaciones vacías para mí. Solo agradezco con una voz amable y continúo con mi camino.

Al llegar a mi casillero, hay un chico de pelo negro y alto intentando abrirlo.

—Hey, ¿qué pretendes hacer? Ese es mi casillero.

Él se voltea y ¡sorpresa! Es el mismos chico de ayer.

Mi cara es inexpresiva de nuevo.

Orange & blueberry muffins (Giyuu Tomioka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora