Al día siguiente, no recuerdo todo lo que pensé la noche anterior mientras pintaba, ni tampoco recuerdo claramente haberlo pintado. Suelo estar ida.
Solo recuerdo haber pensado algo que me dejó un vacío que aún persiste en mi pecho.
Me quedo mirando el techo por unos cuantos minutos. Hoy es sábado, no hay universidad.
Mi mente está en blanco, lo cual agradezco, casi nunca es así, siempre suelo estar pensando.
Recuerdo haber despertado unas cuantas veces en la noche a causa de tics, o sin razón.
No recuerdo mi vida antes de tener tics constantes o pensamientos intrusivos frecuentes. Tampoco la recuerdo antes de sobre pensar hasta la más mínima cosa.
Hace mucho no recuerdo lo que es estar viva.
Me vuelvo a dormir sin poder evitarlo. Mis ojos se cierran solos.
Al volver a abrirlos, son las once y media de la mañana. En mucho tiempo, esas cuatro horas de sueño se sintieron genial.
Me paro de la cama y siento mi mundo dar vueltas, el piso se mueve y mi cabeza se siente bajo el agua, pero sigo como si nada, porque se ha convertido en algo usual para mí.
Tengo el dinero suficiente para vivir una vida cómoda y tranquila, pero aún así decido no ir al médico. Me aterra saber que estoy mal por culpa mía.
Hace un año que soy independiente, es imposible que sea culpa de mis padres, ellos no han sabido de mí en meses.
Al ver a otras personas tener buenas relaciones con sus padres, llevarse bien con ellos o siquiera tener comunicación, me hace sentir vacía.
No recuerdo mi vida desde antes de los doce, y algunos detalles después de eso se sienten borrosos.
Preparo panes con salsa de tomate, queso y algunos vegetales en el horno para hacer el amague de una pizza. Disfruto comer aunque nunca sienta hambre o hasta se me olvide.
Diviso el florero con el pequeño ramo, camino hacia la mesa, lo agarro y cambio su agua. Me gustaría que duren lo más posible.
Los panes están listos en cuestión de minutos y los saco para comerlos.
Busco con que bebida comer mi desayuno en la nevera, encontrando jugo de manzana. Mi favorito entre los jugos.
Por un breve momento, siento bien por disfrutar mi comida con calma viendo el ramo de flores azules.
Las hortensias son más pequeñas y agarro una para dejarla secar entre mi cuaderno; Desde hace unos cuantos días he querido empezar una colección de flores secas.
Decido pasar el día dentro de mi cuarto de arte, practicando otra vez.
Las horas pasan y pasan, volviendo a ser un día en el que no salgo de mi casa, por estar encerrada en el cuarto.
Sinceramente no he hecho mas que tachones sin sentido en lienzos todo el día. No siento inspiración, no se que hacer.
Me frustra pensar en que viviré de esto cuando no se que dibujar constantemente, y cuando se qué hacer nunca queda como quiero.
Decido salir de nuevo del cuarto, y cuando me fijo, ya es oscuro.
Tomo algunas cosas para comer, como galletas, algunas uvas, una manzana, un melocotón y un paquete de doritos junto a un cartón de litro de jugo de mango.
A estas alturas, no sé cómo no he muerto. Mis riñones deben estar gritando ayuda.
Me voy al cuarto de estudio y pongo música en las bocinas del apartamento. Es tarde, pero me da igual.
Tuve un arranque de limpiar mi casa y voy a aprovecharlo, no sé cuando vuelva a tener uno de esos.
Barro, quito polvo, cambio sábanas, trapeo y hago algunas cosas más como organizar mi nevera, notando que comienza a estar vacía.
Dejo las cosas como estaban para ir a comprar comida para otras dos o tres semanas.
Me alisto rápidamente, no me tomó mucho por decidirme por un mono deportivo, un suéter y unas botas. Tomo mi dinero, llaves y teléfono. Nadie me habla, pero me siento nerviosa cuando no lo tengo cerca.
Al salir, me arrepiento de salir con esta ropa, siento que todos me miran y me juzgan, pero sé que sí vuelvo a casa, no saldré más y en serio necesito comprar comida.
Sigo camino a la sección de verduras del supermercado al llegar.
Escojo algunos tomates, pimentones, cebollas, cebolla larga, lechuga, dos aguacates, algunas ramas para sazón y ya estoy bien por la sección de verduras.
Llevo alguna que otra fruta, cartones de jugo, galletas por montones, papitas también por montones, tres litros de helado, yogurt de fresa, mango, uva, melocotón y tortillas.
Al momento de pagar, hay unas tres personas en la fila, así que me pongo a revisar las inexistentes notificaciones de mi teléfono.
Pasan los minutos y por fin paso a pagar. La cuenta total es de unos 60 dólares, los cuales pago tranquilamente.
Llevo las bolsas en mis manos y pienso en lo útil que sería tener un carro para llevar todo esto.
Paro un momento en una heladería y entro queriendo comprar algo para comer.
No han pasado ni 40 minutos desde que tomé mi merienda-cena y tengo hambre. Me regaño mentalmente pero de todas maneras me paro frente al mostrador para ver los sabores.
-Buenas noches, ¿gustaría pedir algo? -Una voz conocida suena al otro lado del mostrador y levanto la cabeza.
Es el mismo chico alto de cabello negro y ojos azules. Tomioka Giyuu.
-Oh, Tomioka, estaba viendo, pero me gustaría llevar una tina de dos sabores -Miro a sus ojos y noto sus mejillas -probablemente frías- un poco rosadas.
-Perfecto. ¿Qué sabores te gustarían? -Él agarra la tina de galleta con su mano y con la otra la cuchara para servir el helado.
-Hmm... Galleta con coco y dulce de leche -Él asiente y comienza a servir ambos sabores en la tina.
Yo me quedo viendo por unos momentos sus ojos. Carecían de brillo, no se veían alegres.
-Por cierto -Su voz me sacó de mi trance-, aún no se tu nombre -me entrega la tina sin romper contacto visual y yo busco el dinero para pagar.
-Me dicen Cali -Le entrego el dinero mientras me observa de manera extraña.
-¿Cari? -Su acento no le permite decir mi nombre como es.
-Realmente no se dice así, pero está bien, suena lindo si lo dices así.
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Orange & blueberry muffins (Giyuu Tomioka)
FanficNo recuerdo la última vez que sonreí sin taparme la boca, o sonreí de verdad. Honestamente no lo recuerdo. Me siento muerta por dentro, y se que nadie volverá a salvarme, no esta vez. Un pelinegro un día llegó a la puerta de mi casa, preguntando si...