Capítulo 36

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Los días pasaban cual hoja que llevaba el viento, y de vez en cuando aún me topaba con algún canal de chisme que hablaba sobre la fiesta de beneficencia, nombrándonos a Caín y a mí como la pareja más tierna del medio, y esto debido a la forma en que me cuidó y apoyó durante el incidente. Y es que al parecer lo que decía Izayana era real, nadie esperaba ver a Sloan en un evento social, y menos descubrir que el arrogante, frío y apuesto soltero más codiciado sí tenía sentimientos, y se encontraba en una relación.

En aquel lugar acostumbraban a que las personas exitosas se juntaran entre sí, por lo que al parecer algunos tenían curiosidad por saber quién era yo. Y no tardaron en descubrirlo; "la bella pueblerina" me apodaban, y aunque no me molestaba en lo absoluto, me angustiaban mis padres y hermanos, que llegasen a enterarse de todo a través de ellos que tendían a exagerarlo todo. Por suerte ninguno mencionaba mi supuesto embarazo, porque a mi madre le daría un ataque.

Por lo demás, las cosas entre Caín y yo iban de maravilla, aunque seguía siendo un amargado arrogante, al menos procuraba ser un poco más amable con todos a su alrededor; se le daba fatal, ya era parte de su naturaleza el ser grosero con todos, pero le aplaudía el intento. Salíamos a comer a restaurantes, asistíamos a eventos, nos esforzábamos el doble en nuestros trabajos dentro de la empresa para poder aumentar las ganancias de H&J, y todo sin dejar de lado el tiempo para nosotros.

Todo era pasión, frenesí y locura. Caín era insaciable, y yo intentaba seguirle el ritmo. En su casa; la sala, las habitaciones, el gimnasio, la cocina o el baño, así como en su oficina no había un lugar sagrado, todos eran testigos de nuestro derroche de pasión desenfrenada. Él me hacía sentir cosas inexplicables, era capaz de llevar mi cuerpo al límite y aun así dejarme deseando más.

«Una completa locura»

Pero, como ya había mencionado, fuera de eso seguíamos siendo unos jefe-empleada ejemplares en el trabajo, como aquella mañana, en que me encontraba ordenando archivos, y organizando agendas, luego de una buena sesión de besos con sabor a café, y deliciosos postres. De alguna u otra forma me hacía amar las mañanas.

Ese día todo se sentía hermoso, tan surreal. Hasta que mi hermoso mundo de colores pastel se vio opacado por la sombra de una nube tormentosa que representaba aquella chica pelirroja al cruzar las puertas del elevador, llevando lentes de sol y un vaso con café en sus manos.

Fruncí el ceño en confusión al verla, ya que se suponía que la reunión de Caín aquella mañana sería con el señor Hamilton.

—Buenos días, señorita Hamilton —saludé, forzando una sonrisa, gesto al que no fui correspondido, sino con un exuberante bufido. Pero no me afectaba, ya estaba acostumbrada a sus muestras de desdén. —. ¿Su padre está en camino?

—No, vengo en su representación, me ha dicho todas sus pretensiones y yo se las comunicaré a Caín —dijo, posándose frente a mí de brazos cruzados.

Me alcé de hombros, queriendo mostrarme indiferente a sus claros intentos de molestarme, y tomé el intercomunicador para informarle a Caín que ella había llegado. La dejó pasar, no había opción si quería saber lo que Hamilton había decidido, y como era consciente del nulo interés y el eterno rechazo de Caín hacia la joven, pude estar tranquila y continuar con mi trabajo, hasta que el intercomunicador sonó.

—¿Caín?

—Jade, ¿puedes venir? —dijo, y se oía sumamente molesto, podía escuchar su respiración pesada a través de la línea.

Presa de la curiosidad, me dirigí con prisa hacia su oficina, y al cruzar la puerta fruncí el ceño en confusión al verlo de pie, con la camisa abierta, mientras Fresia pasaba una servilleta por su abdomen.

Jefe, ¡Estoy Embarazada!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora