Caín Sloan
Golpeaba de manera violenta el saco de boxeo, sintiendo el ardor que me provocaba en los nudillos el roce directo de aquel cuero en mi piel. No estaba previsto a practicarlo aquella tarde, solo hacía una rutina sencilla para aplacar el deseo de beber, ya que debía desintoxicarme y prepararme para ir a la empresa en un par de días a tratar de resolver los desastres, pero al pasar junto al saco y darle un golpe, no pude resistirme a propinarle otro, y otro, hasta que terminé repartiendo puñetazos y gruñendo con frustración, en un intento por aliviar la tensión que invadía en el cuerpo.
Seth, Ra y Anubis se encontraban sentados en una esquina, viéndome en completo silencio; parecían cohibidos y temerosos, hasta que de pronto los tres se pusieron de pie, alzando las orejas y moviendo sus colas con emoción. Ello, en combinación con aquella fragancia frutal me hicieron darme cuenta de quién se encontraba bajo el umbral de aquella puerta.
«Joder, no puede ser»
Debía recordar cambiar la contraseña de aquel portón eléctrico, hacía unos días Rebeca, y ahora ahí estaba ella. Observé de reojo, localizándola bajo el umbral, luciendo realmente hermosa, con un vestido veraniego de tirantes que llegaba casi a sus pantorrillas, con una abertura en la pierna derecha, y sandalias de plataforma alta.
Detuve los golpes sobre aquel saco, y me giré en el momento en que los perros corrían hacia ella para saludarla, aullando, saltando e incluso dando vueltas a su alrededor, mientras Jade se inclinaba para corresponderles, llenándolos de mimos y abrazos. Una escena que en días anteriores habría traído paz a mi alma, pero en aquel momento, solo me perturbaba.
—¡Seth, Ra, Anubis! —exclamé con firmeza, intentando hacer que recuperaran la postura. Pero, a diferencia de cuando se trataba de mi madre, o Rebeca, estos no se inmutaron y siguieron revoloteando a su alrededor. —. ¡¡Seth, Ra, Anubis, a su lugar!! —grité, perdiendo la paciencia, y en esa ocasión sí se cohibieron, inclinaron sus cabezas y se regresaron despacio hacia la esquina en donde se encontraban anteriormente.
Observé con expresión seria en dirección a Jade, encontrando sus ojos puestos en mí, con el entrecejo fruncido en señal de angustia.
—¿Qué mierdas haces aquí? —le pregunté, prensando la mandíbula.
Entreabrió los labios, queriendo responderme, pero apenas pudo balbucear mientras me observaba titubeante.
—Vete de aquí, Jade. —le ordené, girándome para continuar golpeando el saco.
Volví a propinar fuertes golpe sobre aquel cuero, y mi enojo aumentaba a cada maldito segundo que pasaba, y ella continuaba ahí de pie, orillándome a golpear con más fuerza para tratar de aliviar mi tensión.
De verdad necesitaba que se fuera.
—Caín, basta —la oí decir, pero no me detuve. —. Te harás daño —su voz se escuchaba cada vez más cerca. —. Caín, por favor, basta.
Lo siguiente que sentí fue su mano cálida sujetándome de la muñeca, y un fuerte escalofrío que se extendió por todo mi brazo, haciéndome estremecer de pies a cabeza.
—¡Suéltame! —tiré de mi mano, cegado de ira. —. ¿Qué demonios quieres, Jade? Te he dicho que te marches.
—S-Solo quiero hablar —respondió, luciendo temerosa.
—¿Hablar? ¿De qué mierdas quieres hablar? —escupí molesto, girándome en su dirección. Mi rostro ardía de furia, mientras la veía con enojo. —. No quiero hablar contigo, vete.
—Caín...
—¡¡Que te vayas al carajo, Jade!! —grité con histeria, lo que provocó que se encogiera asustada, y que los perros comenzaran a ladrarme.
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Jefe, ¡Estoy Embarazada!
HumorJade Mackenzie odiaba con el alma a su jefe, Caín Sloan. ¿Y cómo no? Pese a su atractivo masculino y sensual aura, capaz de hacer temblar las piernas de cualquier mujer con solo una mirada, aquel hombre era la personificación del mal, un demonio cuy...