—¿Reporte de daños? —pedí saber, mientras llenaba una vez más mi vaso con ron.
—B-Bueno, Hamilton tiene casi todo bloqueado, y solo te quedan un tercio de tus socios.
Torcí los labios, y arrugué la nariz, para luego darle un trago profundo a aquel líquido ardiente.
—Reporte de la empresa. —inquirí, viendo fijamente el líquido color acaramelado, buscando distraerme en algo.
Dante alzó las cejas con sorpresa, debido a la indiferencia que reflejé ante el tema anterior. Pero, ¿qué más podía hacer? Era algo que ya esperaba desde el momento en que hice arrestar a su feto, quien, por cierto, ya había salido bajo una cuantiosa fianza, pero aquel dinero no le sirvió para convencer al juez de archivar su caso.
—El puesto de María fue tomado por la suplente, y ya hay una nueva secretaria poniéndose al día.
Chasqueé la lengua, dándole otro trago a aquella bebida.
—Caín... ¿mínimo escuchas realmente lo que te estoy diciendo o solo finges las reuniones para que nadie te reproche por faltar a la empresa? ¡Solo mírate! Vistiendo pijamas y despeinado. Sé que estás mal luego de lo que pasó, pero ya no puedes seguirte recluyendo. Ese tercio de socios confía en ti, y tú pareces estar dándote por vencido sin siquiera luchar.
—Dante —me sujeté el puente de la nariz con irritación. —. Terminemos con los reportes por hoy, me duele la cabeza.
El suspiró exasperado, cerrando el portafolio mientras murmuraba algo que no alcancé a entender.
—¿Qué vas a hacer respecto a Jade? No puedes despedir a María sin especificar la causa en el reporte, tienes que agregar la falsificación, y el fraude.
Fruncí el ceño con molestia, apuñando con fuerza aquel vaso de vidrio, que de no haber sido grueso seguramente se hubiese quebrado en mis manos.
Una semana había pasado desde la última vez que la vi en aquel pasillo, y aún dolía como la mierda. Todavía no hacía público lo ocurrido, solo lo sabían mi madre, Dante y Rebeca. No quería que las personas en la empresa, y fuera de ella, supieran que había despedido a María y a Jade por fraude, porque yo mismo me vería como un imbécil ante mis empleados por no notar que mi supuesta novia nunca estuvo embarazada.
—Por ahora no quiero más escándalos. Primero solucionemos lo de Hamilton —le respondí. —. Luego me encargaré de castigarla por sus acciones —vertí lo que restaba del ron en mi vaso, y lo bebí de un solo trago, gruñendo al sentir como aquel líquido ardiente bajaba por mi garganta, adormeciendo mis sentidos.
¿Cuánto había bebido aquella mañana? No llevaba la cuenta, pero sabía que, si aún podía mantener una conversación con Dante, era porque no lo suficiente.
—Si ya terminamos, puedes marcharte.
Noté su mirada de desapruebo, y como mascullaba un "idiota", mientras se ponía de pie. Aquello me hizo enfadar en gran manera, y no me contuve cuando le respondí que si volvía a llamarme idiota él sería el siguiente en ser despedido... ¿Qué diablos ocurría con las personas que de ese tiempo para atrás sentían la confianza de faltarme el respeto?
¡Era su maldito jefe!
—¡Ahora vete al carajo! —gruñí entre dientes, con una expresión sombría, mientras señalaba hacia la salida.
En aquel momento era una maldita bomba de tiempo, y cualquier mierda podía hacerme estallar.
Frustrado, una vez que se marchó, me dirigí a la cocina para buscar otra botella, solo quería beber hasta aplacar los intensos sentimientos que me invadían, y olvidarme así del resto del mundo. Necesitaba acallar, aunque fuese por un momento, los mil y un pensamientos negativos que invadían mi cabeza, agobiándome y haciéndome sentir airado.
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Jefe, ¡Estoy Embarazada!
HumorJade Mackenzie odiaba con el alma a su jefe, Caín Sloan. ¿Y cómo no? Pese a su atractivo masculino y sensual aura, capaz de hacer temblar las piernas de cualquier mujer con solo una mirada, aquel hombre era la personificación del mal, un demonio cuy...