Cuatro

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Chuuya jamás pensó que algún día iba a encontrarse en esa situación. Se habría reído en la cara de cualquiera que se lo hubiera anunciado, lo habría creído una escena fantasiosa que de vez en cuando allanaba fugazmente su cabeza, pero definitivamente nunca creyó algún día vivirlo: él y Dazai juntos en una cama de un motel.

Estaban separados por algunos metros. A Dazai realmente parecía no importarle desparramarse sobre toda la cama (por fortuna lo suficientemente grande para ambos), pero Chuuya si trataba de hacer todo a su alcance por alejarse de su más mínimo toque, ¿por qué? Ni él mismo sabría explicarlo.

Repelía su toque, pero no por asco o rencor; más bien era un bochorno indeleble y difícil de ignorar. Le avergonzaba tan solo el pensamiento de sentir los dedos de Dazai rozando su piel, trazando caminos por su espalda con sus yemas, hacerle sentir cosquillas ligeras en el abdomen, sentir su aliento contra su cuello, subiendo hasta sus oídos hasta llegar a sus labios y...

No, Chuuya definitivamente no había conseguido una erección por imaginar a Dazai tocándolo de forma lasciva. El reciente bulto entre sus piernas solo era algo... de la adolescencia, claro. Era algo normal tener erecciones repentinas y sin justificación; estaba en pleno desarrollo.

Aparentemente Dazai todavía estaba noqueado en la cama, ya que podía escuchar sus susurrantes ronquidos y su pecho subía y bajaba de manera rítmica; así que Chuuya fue minucioso en tratar de bajarse sin hacerlo notar demasiado. Con calma, procurando no hacer mucho movimiento e incorporándose con lentitud para que la madera desgastada de la cama no crujiera ante la más mínima alteración.

Cuando estuvo sentado en el borde, creyó que finalmente tenía luz verde hacia el baño, sin ninguna preocupación... pero los brazos que se enroscaron en cintura lo impidieron.

—Chuuya ¿a dónde vas? —La voz de Dazai sonaba ronca y somnolienta, casi arrastrando las palabras.

—No te importa —espetó intentando zafarse del agarre, pero este e aferraba con más ímpetu.

Hasta que sintió como parte del dorso de la mano de Dazai rozaba contra su abultada entrepierna.

—Oh, ya veo por qué. —Lo escuchó reír—. ¿Problemas nocturnos?

—¡Mierda, que no te importa! —Intentó apartarlo de un manotazo, pero el terco de Dazai era reacio a soltar su cintura.

—Pero, sí me importa, Chuuya. ¿Quieres que te ayude? —preguntó socarrón. Chuuya casi podía visualizar la sonrisa burlesca que debía estar ostentando.

Nakahara sintió que su paciencia escurría de los limites con cada palabra que salía de los labios de Osamu. Sabía de antemano que no lo dejaría librarse de esa situación tan sencillamente y, lo peor era que su erección en lugar de bajar, empezaba a doler.

No estaba dispuesto a escuchar un comentario burlesco más de Dazai, así que ¿por qué no ver hasta dónde podría llegar? Quizá, a la final Dazai se cansaría y lo soltaría para obtener su pase libre al agua fría del baño.

—De acuerdo, podrías ser útil en algo al menos una vez.

El silencio que secundó casi hizo que Chuuya se arrepintiera de su comentario. Era incapaz de visualizar las posibles reacciones de Dazai; ¿sentiría la vergüenza que él sentiría en su lugar? ¿se burlaría y luego lo dejaría en paz? ¿sería material de mofa durante todo el mes?

—No te lo tomes tan a pecho. Solo suéltame y déjame...

Fue frenado por la manera en que Dazai lo atrajo de vuelta a la cama de un jalón, que le provocó un alarido bajo por la sorpresa. En un segundo, de pronto se encontró bajo el cuerpo de Dazai, siendo rodeado por sus firmes brazos.

—¿Crees que no soy capaz? Pruébame, Chuuya, y serás testigo de todo lo que soy capaz de hacer.

Nakahara se sintió paralizado bajo la penetrante mirada marrón encima suyo. Esta brillaba con ansias, deseoso por cumplir su cometido. Lo peor era que, lejos de mermar su erección, la despertó aún más. La parte racional de él gritaba que debía alejarse y olvidar ese penoso momento por el resto de su vida... pero, había otra que insistía en quedarse y comprobar hasta donde eran capaces de llegar.

—Muéstrame.

Y ese fue el detonante para que el feroz beso se desatara. Manos traviesas se adentraban sin permiso dentro de la ropa del otro. Dazai mordía suavemente y chupaba los labios ajenos, deleitándose con el sonido acuoso que sus salivas mezclándose provocaban. Chuuya acercó más el cuerpo de Osamu, usando su mano para empujar su nunca hacia él. Sus dedos trazaron caminos invisibles entre la curva de su cuello y su hombro, del cual poco a poco estaba siendo desalojado de su camisa.

—Diablos, enano, que bien besas ¿dónde aprendiste?

—¿En serio preguntas eso ahora?

Un secreto bien guardado que Chuuya tenía era que durante su tiempo en Las Ovejas había mantenido un par de aventuras, que en realidad no sobrepasaron los besos lascivos y unas cuantas caricias pecaminosas; pero que fueron suficiente para adquirir experiencia que no lo dejaría en ridículo en un futuro.

¿Dónde Dazai había obtenido esa experiencia? Quién sabe, y tampoco le importaba demasiado en ese momento; siempre y cuando gaste esos conocimientos con él para satisfacerlo como se debe.

—Perdón, me gana la curiosidad —rio—. Ya te sacaré esa información luego, ahora ¿dónde estábamos?

Chuuya sonrió de lado antes de que sus labios volvieran a chocar contra los de Dazai, para reanudar el beso. Sus lenguas rozaban en un vaivén rápido, pero lo suficientemente lento para disfrutarlo debidamente. Nakahara soltó un jadeo contra los labios del contrario cuando sintió su erección siendo presionada por una rodilla para luego moverse suavemente sobre ella.

Sus bocas se separaron, pero aun eran unidos por un hilillo de saliva en la punta de sus lenguas. Osamu se tomó unos momentos para contemplar la expresión sonrojada y jadeante de Chuuya, cual pintor contemplando su obra de arte. Sonriendo sutilmente, pasó lentamente sus dedos por la mejilla del pelirrojo, para seguir por su cuello y acabar el recorrido en su pecho. Murmuró algo que Nakahara no fue capaz de reconocer y antes de que pudiera preguntar al respecto, Dazai ya había atacado su cuello con una serie de besos ruidosos y suaves mordidas que lograron sacarle más de un suspiro.

Las manos de Chuuya se apretaron en la camisa de Dazai y sus caderas inconscientemente se movían con lentitud, estimulando su erección contra la rodilla del más alto.

—Chuuya, me encantas.

El susurro contra su oído fue suficiente para lograr que se corriera dentro de su bóxer.

Furtivo | Soukoku 《COMISIÓN》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora