Capítulo 1

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   Estiro el brazo buscando una almohada, para esconderme de la luz del Sol, pero mi mano se cierra vacía

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Estiro el brazo buscando una almohada, para esconderme de la luz del Sol, pero mi mano se cierra vacía. Me remuevo incómoda en la cama, pero entonces, caigo al suelo.

Me levanto de inmediato para averiguar qué ha pasado. Froto mis ojos, intentando ver algo, entre tanta claridad.

Y cuando mi visión se aclara, solo me asaltan más dudas.

No estoy en mi habitación, sino en el sótano de mi casa.

¿Cómo he llegado hasta aquí?

Miles de agujas de clavan en mi cabeza cuando intento recordar los últimos sucesos. Hace años que no bajo aquí y el hecho de no poder recordar el motivo, hace que me sienta aún más perdida.

Cierro nuevamente los ojos.

Pum.

Pum.

Pum.

Mi cabeza está apunto de estallar, por lo que decido no darle más importancia y vuelvo a la habitación.

Pero entonces, me detengo.

Huele extraño.

El ambiente tiene un olor metálico.

Pese a que mis músculos no pueden más, me obligo a incorporarme y a subir corriendo las escaleras en busca de una respuesta.

Necesito urgentemente algo para el dolor de cabeza, por suerte en la cocina siempre guardo pastillas.

Odio el sabor a naranja. Pero afortunadamente, no tarda más de diez minutos, en hacer efecto.

Apoyo la cabeza en la mesa de la cocina y cierro los ojos.

Tras varios minutos, el dolor de cabeza va menguando, pero continúo sin ser capaz de moverme, hasta pasado un rato.

Entonces, vuelvo a bajar al sótano para intentar entender qué es lo que ha pasado anoche.

Mis recuerdos están bloqueados. No me esfuerzo más, ya que sé que el dolor acabará volviendo.

Entonces, me detengo al ver la escena.

Debe ser una alucinación, porque no le encuentro otra explicación a la situación.

Mis ojos caen en el cuerpo, que había pasado por alto hasta ahora.

Hay un cuerpo en mi sótano.

Un cadáver, para ser más precisos.

Las paredes están manchadas de sangre. Como mi ropa. Como mis manos.

La luz impacta en el suelo, donde el color escarlata es más abundante que en cualquier otro sitio.

Mis rodillas tiemblan incapaces de aguantar mi peso.

No he sido yo, nunca haría algo así.

Debe haber un error.

Gateo lejos de la escena. Sin ser capaz de ponerme en pie, mis rodillas tiemblan haciendo que mi equilibrio sea inestable.

Los segundos pasan y lo único que se oye en el lugar, son mis propios sollozos. Así que cuando suena el teléfono, no puedo evitar sobresaltarme.

"Desconocido."

No estoy de humor para hablar, pero el hecho de que la otra persona pueda darme algún tipo de respuesta, me anima a contestar.

-¿Sí? -mi voz suena acongojada.

-¿Camille Brown?

Apreto los labios, mientras mi pulso se vuelve a acelerar. Por un momento me planteo fingir que no soy yo, pero tal vez sea mi única oportunidad de obtener respuestas.

-Sí, soy yo. -Esta vez me aclaro la garganta antes de volver a hablar. - ¿Quién es usted?

La respuesta llega poco después, pero los segundos los siento como horas.

-Soy el inspector Johnson, quisiera hablar con usted sobre la desaparición de Katherine McCartney.

Apreto la mandíbula para controlar un poco el temblor que está sacudiendo todo mi cuerpo.

-Katherine McCartney. -repito con confusión y lentitud. -No conozco a nadie que se llame así. -digo con honestidad, pese a ya tener una idea de quién puede tratarse.

-¿Cómo explica entonces, que la última vez que ha sido vista, haya sido con usted, discutiendo?

Todo se detiene por un momento. El teléfono está apunto de resbalar de mis manos y lo único que puedo hacer, es coger una bocanada de aire, antes de hablar.

-¿A qué hora quiere que vaya?

-Lo antes posible, la espero dentro una hora en comisaría. ¿Le parece bien?

-Sí, claro. -consigo decir antes de colgar.

Dejo el móvil caer, antes de ponerme en pie y comenzar a dar vueltas por la habitación.

Mi corazón late con rapidez y no puedo dejar de mover las manos.

Con las manos aún temblando, vuelvo a coger el móvil y sin meditarlo, marco el único número que me sé de memoria.

-Pero mira quién ha decidido aparecer. Cami, creí que acabaría yendo yo mismo a buscarte.

No estoy lista para hablar, ¿qué se supone que voy a decirle? Mis labios tiemblan y apenas puedo hablar con claridad.

-Creo que he sido yo quien la ha matado. -Un sollozo escapa de mi garganta, a la vez que miles de lágrimas caen por mis mejillas.

-¿Qué? ¿De qué estás hablando? -Pero lo único que puedo hacer, es llorar. -¿Dónde estás?

-En mi casa, Cole, todo está manchado de sangre, creo que he sido yo... -tartamudeo sin poder dejar de llorar.

-Cariño. Necesito que respires. Estoy a cinco minutos, no te muevas de donde estás, ¿vale?

~Ery🗝

Espero que disfrutéis de esta historia tanto como yo escribiéndola.

Gracias a quienes hayáis decidido acompañarme en este camino.

Desarrollar historias es de las cosas que más disfruto, prometo dar lo mejor de mí en esta historia.

¡Un abrazo enorme y hasta el próximo sábado!

Hasta que la muerte nos separe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora