Hasta que la muerte nos separe

Capítulo 6

   –No sé qué voy a hacer. 

   Dije en un susurro para mí misma, mientras miraba a la nada. 

   –Cami. –La voz de Cole me devolvió a la realidad y le miré con el ceño fruncido. 

   Él sin despegar la mirada de la carretera cogió mi mano y depositó un beso en mis nudillos  

   –Estamos juntos en esto, no pienso dejarte sola.

   El cansancio se notaba en su voz, hace ya una hora, desde que hemos parado en una gasolinera, propuse descansar, pero dijo que no lo necesitaba, no quería discutir con él, así que solo asentí.

   –Tengo miedo. –confesé en un susurro mientras alzaba mis piernas en el asiento y las abrazaba.

   Cole colocó una mano en mi rodilla y me miró por un momento, antes de volverla a la carretera.

   –No debes tenerlo, ¿vale? Te prometo que todo va a ir bien. 

   Llevé ambas manos a mi cabeza, antes de masajear mis sienes. Era como si una aguja se clavara en la cabeza, cerré los ojos, el dolor, en lugar de menguar, solo fue a más.

   –¿Que todo va a ir bien? Por si lo has olvidado, tenemos un jodido cadáver en el maletero.

   Cole cogió mi mano y depositó un beso en ella.

   Por lo general, no éramos una pareja muy afectiva. No solía sentirme cómoda con los gestos cariñosos, pero en este momento es lo único que consigue tranquilizarme.

   –No va a ser por mucho tiempo. 

   En caso de que lográramos escapar y no ser encontrados, ¿qué iba a ser de nosotros? íbamos a estar el resto de nuestra vida huyendo? No estaría siendo justa con Cole.

   –Soy una asesina, lo que hice no tiene perdón. 

   –Ni siquiera estás segura de qué hayas sido tú. 

   –Entonces, ¿por qué estamos huyendo? 

   El silencio cayó después de mis palabras y me arrepentí al momento de haberlas pronunciado, abrí la boca para disculparme, pero Cole habló antes que yo.

   –Por favor, deja de torturarte. E intenta dormir un poco.

   Detuvo el coche y nos llevó a ambos al asiento de atrás. La falta de espacio no fue un problema para ninguno. Durante largos minutos ninguno dijo nada. En algún momento de la noche, caí en un profundo sueño, uno en el que las pesadillas no me abandonaron ni por un segundo.