Fresco.

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- Él .

   Camino despacio jugando con el largo de mi abrigo.

   Ha caído la noche y esta me arropa con sus frías manos; cierro los ojos e inhalo su gélido aliento mientras siento el acero brillante de sus numerosos luceros en mi piel; hoy hay mucha luz en el cielo y eso que la oscuridad es profunda.

   En esta villa las farolas trabajan cómo nadie pues vivimos más horas de oscuridad que de luz; y a mí me encanta. La nocturnidad es el momento de pasar inadvertido, de poder ser meditabundo sin parecer egoísta o huraño, te permite pasear con la calidez que da ir abrigado, e inventar fantasías con el vaho que exhalo fingiendo ser un dragón. - Un poco infantil- reflexiono, pero me reprendo; ¿Y qué si me hacen feliz las pequeñas cosas? Crear historias, la soledad del parque a estas horas donde los columpios solo se mecen con el empuje del aire y se crea un aro de intimidad, o que hay del roce de las rezagadas hojas que se deciden perezosas a dejar sus ramas y el crujido de estas bajo mis píes, también el aroma de las muchas cenas que dejan salir las ancianas ventanas...

   Instantáneamente paro mis pies.
- Pensando en aromas...¿Qué hay del perfume de hoy? - suspiro de nuevo al recordarla, y cómo no, mi mente crea historias para ella también. Otro día me habría corregido pero hoy no, hoy me inunda la fantasía y el optimismo como hacía mucho tiempo no sucedía.

   Acelero el ritmo de mis pasos y llego a casa esta vez no con desgana; sino dispuesto a retomar quien fui, o más bien quien sigo siendo, en ánimo de dejar algo más, otro poquito de mí en estas añoradas hojas que creí olvidadas.

   Si lo acabo, mi editor no dará crédito. - Me digo sonriente como un pequeño empujoncito antes de ponerme a ello.

   Aún recuerdo dónde lo dejé y encamino mis pasos por inercia, igual que de noche y sin ver cuando conoces la casa. Saco el bolígrafo de su estuche y me dejo llevar...

   Las horas avanzan, deduzco por la claridad que dejan pasar mis ventanas.- Debería dormir - expreso para mí mirando por estas - Y quiero obligarme, pues mi débil salud no está para viejas costumbres. ¿Pero quién deja pasar una estrella fugaz si la ve? Cuando uno está cayendo, solo mira hacía abajo, triste por todo lo que deja, por todo cuanto pierde, y ahí tú no puedes escribir, o más bien no deberías hacerlo, pues si bien es inventar, también implica exponerte, ser vulnerable, y no es el momento de eso porque el golpe final será duro y deberás aguantarlo. Sin embargo - y pienso en hoy - supongo que cuando tocas fondo, ya no tienes más miedo, no puedes caer más, y tampoco miras ningún precipicio, no, miras hacia arriba y ves la luz, al principio tenue, como una esencia peculiar que te recuerda a casa, pero según vas subiendo guiándote por ella, la luz es cada vez más fuerte y ya sin darte cuenta no puedes parar hasta querer tocarla, hasta querer perderte en sus dorados cabellos.

- Quizá la he idealizado demasiado - Pero mi tono noto es de resignación. - Y no puedes evitarlo ¿Eh?- Sonrío. Puede que sea por mi mente ingenua y creativa. He vivido mil vidas con mis personajes pero advierto que nunca una mía. ¿Y qué soy yo? ¿Soy la mezcla de todos ellos? ¿Ninguno? Es tarde para descubrirme pero a lo mejor ellos pueden hacerlo por mí en el futuro. Y tras esa última reflexión vuelvo a bajar la cabeza y sigo escribiendo con la ahora más intensa luz que refleja el día.

   Abro los ojos con una mueca de dolor en el rostro y lo toco para aliviarlo. Me desperezo y no puedo creer lo que veo. Oscuridad tras los cristales, de nuevo.

¿Cuántas horas has dormido Kangjoon? Para colmo en el escritorio - La prisa y el estupor me apresan. Voy de un lado para otro recogiendo sin saber muy bien qué hacer. Es cierto que llevaba mucho sin conciliar el sueño pero ¿Tanto lo necesitaba? Mis tripas interrumpen mis pensamientos. - Lo se, chicas, ya voy.

   Entonces me doy cuenta de lo que esto supone y paro en seco. Mi sonrisa es automática.

   Es hora de un café.

Hora de un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora