Epílogo.

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Muchos años han pasado pero lo recuerdo como si fuese ayer. Las mariposas siguen revoloteando en el estómago y mis mejillas sienten el estupor de la juventud. Por eso lo busco.

Porto en mi bolso su ahora encuadernado y editado libro, y visito un local de aspecto disonante donde una lozana y risueña pastelera ensimismada en sus creativos postres me atiende cada día.

Una sonrisa y una lágrima anexada a ella aparecen, y mientras, entre suspiros y silencios que dicen mucho, yo, disfruto de mi café.




Hora de un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora