Umami.

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- Ella.

   Anudo mi gastado delantal de nuevo, y con una renovada energía tras una noche de descanso y una productiva mañana inventando apetecibles tartaletas doy comienzo a la jornada.

   La puerta se abre. Yo ya se quien entra asique me adelanto,

  - Buenas tardes unnie, hola donsaeng, estoy un poco enfadada contigo ¿Eh? - le digo a la alicaída niña y veo como su expresión cambia a estupor. Mi estrategia funciona - Sí - prosigo sin cederle la palabra - llevo toda la mañana haciendo preciosos pasteles pero entonces vienes tú y con lo bellísima que eres, todo lo que he hecho ahora me parece feo. ¿Cómo vas a compensarme? - Digo cruzándome de brazos y por el rabillo del ojo veo a una mamá sonriente que espera igual que yo la reacción de su pequeña -

- Sungkyung Unnie... -dice una ruborizada niña que deja escapar una tímida sonrisa-  enséñame esos pasteles que seguro que son muy bonitos y te digo cual me voy a comer ¿Vale? 

La niña me mira con sus enormes ojos. Hoy no los inundan lágrimas, hoy ellos me consuelan a mí y me arrepiento de no haberme parado a contemplarlos antes. 

- De acuerdo, te los muestro, ven, son los de esta repisa de arriba, los puse ahí para que se viesen bien.

- Claro unnie, así los clientes los van a ver y se los van a comer todos.

- ¿Todos? ¿Tu crees? - le digo juguetona.

- Claro, son preciosos.

- ¿Cuál es tu favorito?

- Mmm - dice mientras pasea de un lado a otro sin quitarle ojo a los pasteles. Quiere darme una repuesta y se lo toma enserio, espero que no se me escape la risa al verla tan concentrada. - Este - y señala su veredicto.

- Pues ese... -le hago una pausa dramática para mantenerla expectante y me agacho como siempre al saludarla - te lo regalo - le digo susurrándole.

- ¡Unnie! - sin pensárselo dos veces se tira a mis brazos liberando así mi contenida risa.

- Sungkyung.. no tienes porqué - expresa una agradecida madre.

- Oh, no te confundas - le digo sería y con otra pausa para conseguir el mismo efecto en ella - el tuyo lo pagas tú.

- hahaha - su espontánea risa invade todo el local - vale, vale, yo no soy tan bonita ¿Eh? eso no es justo.

Se retira a su habitual sitio fingiéndole pucheros a su hija. Era la primera vez que la niña consolaba a su madre, y además con un razonamiento adorable: "Mamá tu debes ser muy bonita porque yo lo soy y tú me has hecho". Hoy ha sido la primera vez que oía su risa, la primera vez que la niña era cálida y se sentía bella. - A nadie le amarga un dulce - me dije con añorada nostalgia repitiendo las palabras que solía decirme mi madre cuando ella los cocinaba para mí.

La puerta vuelve a emitir su chirriante sonido que me advierte de que alguien entra. - Debería arreglarlo - medito para mí - pero es cierto que suelo distraerme demasiado cocinando y prefiero que me sirva de timbre - argumento para auto engañarme pues mis habilidades de manitas no son las mismas que de pastelera-inventora.

- Buenas tardes ajjumma - Y tal como lo digo,  me doy cuenta de que nunca me había referido así antes a ella. Si bien es una denominación cordial, quizá emite cierto acercamiento. - ¿Qué me ocurre hoy? ¿Por qué estoy más amable?, pero entonces una anciana voz irrumpe mis inquietantes pensamientos.

- Buenas tardes Sungkyung-sassanim - dice dulcemente mientras camina hacia su sitio. Ignoraba que supiese mi nombre.

- Enseguida le llevo su café... - quería corresponderle pero jamás me había dicho el suyo y tampoco yo me había interesado en preguntarle. Ella nota mi pausa y me responde sin preguntar.

Hora de un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora