Tantos Años... (1er Parte)

VI

Desperté.

No aquí nuevamente.

El ambiente estaba bañando en un azul noche que se fusionaba con la oscuridad del caótico departamento. Con esfuerzo anormal me puse de pie, y la ahora nueva perspectiva me dejó ver que se encontraba tal cual lo recordaba.

Las numerosas botellas de alcohol barato regadas por todo el suelo y los incontables recipientes de Brillo vacíos arriba de la mesa ratona traían los remanentes de aquellas memorias, aquellas que creí haber encerrado en lo más profundo de mi conciencia.

Me observé a mi mismo y haciendo eso, acababa de confirmar que edad tenía.

14.

Los casi invisibles pinchazos que odiaba ver estaban en todo mi cuerpo. Principalmente en los brazos. La máscara metálica de mi rostro aún no la había forjado, por lo tanto, lloraba cada vez que veía mi reflejo. Eso me da la explicación del por qué siento mis ojos hinchados.

Y también del por qué el espejo del baño estaba roto.

Observé el baño con cierto desdén. Pero después de todo, no era su culpa que yo estuviese traumado.

Y allí parecía esperarme. Bajo la oscuridad de la nula iluminación sentía que me llamaba. O más bien, llamaban. Estaba hecho pedazos.

Con un inmenso dolor caminé allí. No sin antes agarrar el cuidado vaso de whisky.

Al llegar, bebí un sorbo y lo deje apoyado en el lavabo. Luego, me recargué en las esquinas de este. Continuaba con la mirada rezagada y el cuello hacía caso omiso a mi orden de erguir mi cabeza.

- Vamos... - Susurré irritado -

Y repentinamente, obedeció.

No recordaba la cicatriz así. Se veía horrenda, como un pedazo de masa madre abierto.

Pero a pesar del humorístico monólogo interno que me repetía, por más que todo pareciera ser un recuerdo, y que fuese mayormente maduro mentalmente hablando, el que poseía un orden mayor sobre el cuerpo era aquel niño asustado.

Al verme, la irrefrenable angustia se hizo protagonista.

Apreté mis dientes y mis ojos lo más que pude, pero no funcionó. Salían igual.

El dolor encarnado que sentía cuando una pequeña gota bajaba por la herida en mi rostro.

- ¡AGH!

Mi desgarrador grito rompió la serenidad de la antigua casa.

El que algo toque esa zona no era solo un dolor físico. Era asquerosamente mental.

"Basta"

Giré mi cabeza a la izquierda, solo para ver una pequeña instantánea afirmada en el espacio entre el marco y el espejo. Aún con la cabeza en la misma posición, tomé la foto con cuidado.

En ella estaba yo y alguien más, pero no lograba distinguir quién.

Caminé entonces hacia la sala de estar y noté que la luna me había hecho el favor de iluminar más.

Era Powder.

Gracias al fondo, sabía que estábamos en la guarida de siempre. En la cual siempre observábamos las estrellas.

Recuerdo haber puesto esa foto allí para tranquilizarme, pero ahora sospecho que solo me hacía llorar más. Con cautela, dejé el recuerdo en la mesa ratona.

Nuevamente, gracias a la ayuda de la luna lograba ver de forma nítida las paredes de detrás del sofá.

En ellas estaban dibujadas los planos de mi futura máscara. Pero no solo eso, no. También reconstrucciones de cómo sería Powder en esos años. En ese momento, contemplar las ideas que tenía sobre ella me reconfortaba un poco.

Un poco, al menos. Peor es nada.

Invadido por el dolor decidí agarrar nuevamente el vaso de whisky. Esta vez, mi destino era la terraza del edificio.

...

El frío de la lúgubre noche azotaba en mi delgada y masacrada piel. Lo único capaz de cubrirme del clima eran estos pantalones de mierda atados con cuerda, que encima, no hacían bien su trabajo.

Con duda, me acerqué al borde de la terraza y me paré sobre ella.

Estaba casi seguro de que me encontraba en una clase de sueño lúcido.

Casi.

¿Y si me lanzaba y me moría?

- Ahh, no lo sé. No recordaba que fuera tan difícil esto. Bah, por algo no lo hice. - Susurré para mí -

- ¿Interrumpo algo?

Mis ojos se abrieron como nunca antes, y giré la parte superior de mi cuerpo a toda velocidad.

- Powder.

Y ahí desperté. Mierda.