Two.

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Picnic de las chicas Madrigal...
y chicos.

Un sentimiento incontenible inundó aquella oscura habitación y mientras los minutos pasaban, ella seguía en la misma posición que cuando el moreno le dijo esa tonta mentira, tomó su ropa y se fue, dejándola sola. Poco ella sabía de sus verdaderas intenciones y el miedo porque esos días en los que desaparecía se multiplicarán solo aumentaba, dejándola en un círculo vicioso donde hacia un recuento de todas las personas con las que ya se acostó su primo.

Una persona diferente cada día, nunca se repetían y en la mañana él jamás comentaba de lo sucedido con ella, cuando se suponía que eran mejores amigos y se hablaban de todo, de eso jamás Camilo habló. Mientras que él creía que eran simples acostones, encuentros carnales donde desgastan toda su sed y ansias por sexo, donde nadie más que ellos eran participes de ese juego de placer y lujuria. Tras las paredes ella escuchaba cada gemido, cada chapoteo y cada una de las pocas palabras que intercambiaba su primo con su pareja de una noche. Al despedirse, él jamás sabía el nombre de la persona con la que había tenido sexo desenfrenado esa noche, y podrá Camilo ser un Dios en la cama pero jamás se sabía el nombre de la persona, y poco le importaba ya que no tenía planeado volver a verlo a él o a ella.

La castaña dió varias vueltas en la cama, tomó la almohada que utilizó su primo minutos antes de irse, dejando su característico olor y con un vacío que llenaba su estomago llegando a su corazón. Odiaba la manera en que lo amaba, odiaba cada vez que llegaba la noche y se veía obligada a dormir sola estando tan cerca del chico que la traía loca, estando tan cerca del lugar donde él moría de placer al llegar el fin de semana mientras que ella moría de sufrimiento. Tan cerca pero tan lejos de su amor.

Tres golpes hicieron eco en su cuarto, siendo ignorados en primera instancia por la deprimida chica, tirada en esa cama, sin soltar la suave almohada.

Una vez más otros tres golpes resonaron, insistentes por alguna respuesta, y con mala gana, sin dejar de abrazar aún el afelpado, se sentó en la orilla de la cama, buscando que ponerse por los pies, los golpes se hicieron más insistentes en lo que ella se levantaba y se dirigía hasta ellos, y no cesaron hasta que abrió lentamente aquella puerta de madera pintada. Era su prima.

La más bajita la miraba con una sonrisa nerviosa y las manos detrás de la espalda, Mirabel era una persona muy transparente y cada cosa que hacía o sentía se podía notar desde lejos. A ______ se le hizo conocida la pose en la que su prima se encontraba observándola, impaciente ya que ella era consciente de sus carencias, con la esperanza de no tener que decir nada, más no le gustó la respuesta que recibió ante su muda petición, la castaña cerró la puerta sin emitir palabra, pero la chica de lentes no tomaría un no como respuesta, colocó un pie en la puerta antes de ser cerrada por completo, casi dejando caer la canasta llena de comida que sus manos cargaban, y con ojos de perrito mojado observó a su prima, casi rogando que dijera que si ante aquella salida.

—Por favor _____. —pidió mientras dejaba la canasta en el suelo para luego juntar sus manos en súplica.

—No tengo ganas.

Intentó volver a cerrar la puerta pero simplemente Mirabel poseía cada uno de los dones de su familia, en su pie derecho, el de Luisa, no se inmutaba con cada uno de los golpes que recibía. La menor la observaba desganada pero sorprendida a la vez, redirigiendo la mirada a su pie siendo golpeado por una puerta y subiendo nuevamente a su rostro el cual no mostraba ninguna expresión de dolor. Una vez ya rendida, rodó los ojos y con un "bajo en cinco minutos" por fin pudo cerrar la puerta por completo luego de que su prima sonriera victoriosa y emocionada, tomando la canasta e ir casi corriendo escaleras abajo, para esperar con sus hermanas.

𝓣𝓻𝓪𝓼 𝓵𝓪𝓼 𝓹𝓪𝓻𝓮𝓭𝓮𝓼. ᴄᴀᴍɪʟᴏ ᴍᴀᴅʀɪɢᴀʟ. +18.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora