Nine.

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Peleas y canciones dedicadas.

No puedo... mis recuerdos no llegan más atrás de hace unos minutos...

—¿Quien eres? —preguntó sin entender el sitio en el que se encontraba, o el lindo muchacho que la cuidaba.

Él frunció el ceño, nervioso, preocupado.

—Soy... —dudo por unos segundos si decirle una verdad o simplemente mentirle, tenerla para él, pero él no era una mala persona, no quería decirle a aquella niña de ojos marrones una maldita mentira y que ella lo odiara toda su vida. —Soy tu primo.

(...)

—¿Qué haces aquí? —preguntó su madre mientras cruzaba por la puerta de la cocina.

Él levantó la mirada del suelo, donde las cortas cerdas de la escoba empujaban con dificultad un pequeño montículo de harina y pelusas, dejado detrás una estela blanca que simplemente se limpiaría con agua.

—Vivo aquí. —respondió en tono neutro, sonando algo obvio, la pelirroja mujer rodó los ojos, llevando sus manos hasta su cintura.

Una nube gris se formó encima de su cabeza y pequeños truenos resonaban dentro de la misma, iluminando levemente hacia el exterior.

—¿Por qué nunca estás aquí los sábados y cuando lo haces hay problemas?

Levantó una ceja, ahora él estaba molesto. Llevó una mano a su cadera y dejó caer su peso sobre una pierna, sin soltar la escoba que convertía aquella imagen de un joven limpiando a la de una señora molesta preparada para pelear.

—¿Ahora es mi culpa que abuelita no sepa controlar sus emociones contra _____?

La susodicha se encogió en su sitio, se encontraba en una esquina de la cocina limpiando con un trapo húmedo los restos de mezcla para cupcakes, pero al escuchar su nombre en aquella pelea se asustó, deteniendo por completo sus movimientos en un segundo, esperando que aquella discusión terminara luego de unos pocos intercambios de palabras, pero no, para Pepa no acababa allí ni así de fácil.

—Camilo...

—Eso es lo que das a entender.

—¡Es que no puede ser que nunca estés y cuando lo haces pasa esto!

—¡Yo no lo provoque!

—¡¿Entonces qué pasó?!

—¡Solo quería enmendar mi error!

—¡¿Cuál error?!

—¡Basta! —interrumpió al fin.

El moreno abrió la boca para soltar otra queja pero aquella exclamación lo detuvo por completo; de a momentos sentía su corazón latir con fuerza, tanto que podría escapar de su pecho en un momento si la discusión no paraba, o si él no ganaba, pero no, fue interrumpido por aquellos ojos cafés que lo observaban tímidos y preocupados, logrando que su corazón se encogiera, dándole a entender lo que le estaba ocurriendo a aquella chica. Se enderezó en su sitio, e ignorando los rayos, dió media vuelta para seguir barriendo.

Pepa no se quedó atrás, y se dio cuenta al mismo tiempo que su hijo el verdadero problema de la situación, y no eran ninguno de aquellos dos jóvenes que se dedicaron a seguir limpiando una vez ella abandonó nuevamente el cuarto.

Silencio, más que sus respiraciones calmadas y el suave sonido de la escoba arrastrándose por el suelo, empujando aquella pequeña montaña y el trapo mojado que ella frotaba con fuerza contra la pared. No decían nada, pero en el aire se sentía la tensión presente, las dudas gobernaban y las ganas de darse un abrazo les ganaban, pero allí estaban, aguantando la incomodidad luego de aquella absurda pelea que nació de la nada y murió en la nada misma.

𝓣𝓻𝓪𝓼 𝓵𝓪𝓼 𝓹𝓪𝓻𝓮𝓭𝓮𝓼. ᴄᴀᴍɪʟᴏ ᴍᴀᴅʀɪɢᴀʟ. +18.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora