Three.

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Una charla y el calor del
momento.

—¿Por qué hiciste eso?

Porque me gustas.

(...)

La suave brisa acariciaba su rostro, deja el algunos pequeños mechones de cabello volar sobre su rostro. Ella iba delante de él, caminando a paso rápido, nerviosa pero ideando cualquier tipo de plan para dar vuelta el problema y ser ella quien reclamase. Mientras que él observaba desde atrás lo bonita que era su prima, y no sé lo guardaba para él, en varias ocasiones dejó muy en claro la belleza de la menor ante todos, mientras que se guardaba lo que verdaderamente pensaba. Ella estaba nerviosa y su corazón latía con fuerza debido a sus emociones y al ejercicio repentino que estaba haciendo, mientras que él iba a paso lento, pensando con claridad las cosas tratando de buscar la mejor manera para decir eso que quería decir.

Al llegar, se detuvo de golpe, dió un sorbo de aire fresco y se volteó con una idea que nadie podría ser capaz de quitarselo de la cabeza, pero al observar a su mayor, él aún se encontraba a unos pocos metros de distancia. A diferencia de lo que ella creía, Camilo no pensaba abrir la boca hasta llegar con ella en un lugar lo suficientemente privado para que los demás no escucharán, de todos modos prefería sentir la cercanía que compartía con ella aunque hubiera tensión en el ambiente, el disfrutaba el simple hecho de tenerla cerca.

Cuando por fin la alcanzó, se limitó a observarla. Se encontraban a medio metro de distancia, pero de todas maneras eso no impedía el hecho de que ella debía elevar su mentón unos pocos grados para mirarlo a los ojos, al igual que él tenía que bajar un poco el rostro para no pasar por encima de ella; le gustaba verla enojada o molesta, su juego favorito era ponerla nerviosa y hacerlo era bastante sencillo. Confundía sus emociones pero no sus placeres, le gustaba verla de esa manera porque ella solía morder los labios bastante cuando se encontraba en ese estado, sus mejillas y naríz sonrojadas por lo mismo era una imágen bastante tierna para él, sin contar cuando estaba lo suficientemente cerca para ver sus pupilas temblar lo que era la mejor parte de aquellas vistas. Muchas veces ella cerraba sus pequeñas manos en puñitos con los que a él le gustaba divagar por su mente, pero esta vez no los tenía apretados, tenía sus manos casi abiertas, tomaba un dedo con un otra mano y jugaba de manera inconciente con sus uñas.

Joder, que tierna.

—¿Por qué me mentiste? —preguntó ella.

El más alto relajó el señor algo sorprendido por la repentina pregunta, pero entendía la razón por la cual la hacía, y siempre lo hacía, intercambiar las cartas.

—Sabía que me dirías que no querías que te animara. —respondió, jugando las cartas que le tocaban.

La primera ronda ella casi siempre salía victoriosa, asi que se limitaba a jugar con lo que tenía hasta llegar a un punto donde ella no pudiese reclamar y ahí utilizar su mejor carta.

—Porque no era necesario.

—Entonces dime, ¿qué pasó anoche?

Él no era de preguntar las cosas que le sucedían a ella una vez sucedían, se esperaba a que ella contará las cosas por su propio pie y apoyarla en todo lo que él pudiera meter mano, pero si ella no estaba segura sobre un tema en específico prefería simplemente limitarse esa información y de igual manera animarla porque aunque le gustaba verla molesta, le gustaba aún más verla feliz, con ese brillo que a él le fascina.

Ella abrió los ojos, apartando la mirada casi al instante, buscando alguna flor cercana para perderse en ella mientras pensaba. El mazo se volvió a voltear dejándola a ella sin cartas que jugar, tocaba mentir, y aunque estaba en contra del reglamento, no tuvo una mejor idea.

𝓣𝓻𝓪𝓼 𝓵𝓪𝓼 𝓹𝓪𝓻𝓮𝓭𝓮𝓼. ᴄᴀᴍɪʟᴏ ᴍᴀᴅʀɪɢᴀʟ. +18.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora