navidad bajo el muerdago

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—¿Me volveré loco? ¿o ella lo hará por mí? —expresó con un largo suspiro que no tardó en formar una curva agria en sus labios.

¿Cómo era posible todo eso?

Sentía que no podía sacarse a Emma tan sólo diez minutos de su cabeza.
Todo le recordaba a ella, todo le llevaba a ella. A penas habían pasado veinticinco minutos desde que el sol hizo su aparición en escena despertándolo como de costumbre un tiempo antes de que sonara la alarma reventando sus oídos como todas las mañanas con su ruido aturdido, sin embargo, ni los rayos del sol, ni la irritante alarma, ni su subconsciente gritándole constantemente que ya debía levantarse para seguir con su perfecta rutina de vacaciones de invierno, pudo evitar que el primer pensamiento que estampó en su cabeza al despertar no se disipara.

Emma.

Una y otra vez, Emma, cocinando su delicioso crumble, tocando el piano prodigiosamente, riendo de las cosas más estúpidas con su perfecta sonrisa que hacía al sol ocultarse de vergüenza, probando el helado de merengue, obligándole a comer de su cuchara... eso fue un beso indirecto ¿no?

No podía dejar de pensar en ella.

—Ray, ¿cariño, estás bien?

Dirigió su mirada a la puerta, donde se encontraba Isabella asomando su cabeza con cuidado desde la orilla.
—¿De qué hablas? claro que estoy bien —. Quitando sus problemas de autocontrol para dejar de recordar a Emma, claro que está bien—. Ray —advirtió Isabella, provocando que desviara la mirada.

—Ese condenado reloj lleva al menos media hora con el mismo ruido importable y estoy segura de que tú llevas más mirando el techo de tu habitación sin levantarte.

Ray volvió la mirada así ella, queriendo refutarle inventando cualquier excusa, pero ella fue más a rápida.

—Has despertado a toda la familia —reprochó cruzando sus brazos sobre su pecho—. ¿Por familia te refieres a Leslie?

—Más respeto es tu padre —dijo—. Pero si, sabes que a eso me refiero.
No había alma que levantara a Leslie en las mañanas, solo él podía despertarse así mismo.
Ray dejo escapar un suspiro, desviando nuevamente la vista al ver a Isabella acercándose para tomar asiento en el borde de su cómoda.

—Sabes que si necesitas alguien con quien hablar estoy aquí para ti, ¿verdad? —le recuerda acariciando brevemente con ternura sus piernas cubiertas por la frisa—. Y a Leslie también —se apresuró a decir.

—Si, lo sé —hizo una breve pausa, antes de añadir—: es algo personal.
Finalizó quitándose la frisa para posteriormente levantarse.
Isabella asintiendo.
Ray siempre había sido en muy reservado desde pequeño, así que no le sorprendió que quiera detener la conversación Allí. Si tenía algo que ameritará saber, él lo dirá sin dudas, a pesar de ser de pocas palabras, perfeccionista, autosuficiente, orgulloso y un tanto altanero -tal. Y como ella- sabia cuando pedir o no ayuda.

En eso ambos podían ser diferentes.

Así que sin darle más vueltas al asunto salió de la habitación de su primogénito, para terminar el sabroso desayuno que comería en unos minutos la familia.

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—¡No puedo creer que ya mañana será navidad! —chillo Emma con emoción—. Dime Chris ¿te has portado bien? Porque sino Papá Noel no te traerá ese Golden retriever que deseas.

El Niño miró a Emma con angustia.

—¡Si! Soy un buen niño, ¿verdad que soy un buen niño mamá? —pregunto con desesperación, Isabella que se encontraba envolviendo regalos para sus amigos cercanos, con Ray ayudándole hacer los moños.
Emma no dejaba de sorprenderle como parecía ser bueno en todo.
—Claro Emma, Chris es el mejor de los niños —afirmó con una sonrisa—. Solo que... a veces Papa Noel nos da lo que necesitamos y no lo que queremos.

Cuestión de cinco minutos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora