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Blair

No es como que Beauxbatons sea la gran cosa, desde el primer momento en que pisé ese castillo todas esas dulces e hipócritas señoritas me veían como una lacra social, alguien que no merecía estar entre ellas, Madame Maxine hizo una excepción conmigo, pues no aceptan estudiantes de Inglaterra, sin embargo por mi descendencia francesa directa con mi madre, dejaron que me uniera, sus reglas, exigencias, prohibiciones y malos tratos, al igual que los límites que imponían se fueron haciendo, poco a poco, menos soportables, tardaron un año en darse cuenta que había sido yo quien durante los descansos encogía a los profesores para verlos obligados a correr por sus vidas antes de que una de las estudiantes los pudiesen llegar a pisar, o que les ponía tinte de flores a los brebajes para el cabello que usaban mis compañeras de torre, una vez corté todos los uniformes y teñí esos horribles sombreros que nos hacían usar, a finales de curso encontraron el registro de hechizos grabado en mi varita, sus caras no lograban reflejar la verdadera rabia y odio hacia mí una vez le pusieron rostro a la autora de todos aquellos malos momentos, una consejera sugirió un reformatorio pero mi abuela no aceptó, y Durmstrang tampoco, por obvias razones, dentro de estas mismas mi historial académico, al final decidieron enviarme a Hogwarts.

Adaptarme no es algo que considere imposible, ni siquiera difícil, sin embargo las circunstancias en las que lo intenté no eran las mejores, después de todo, se trataba de una generación que, con este, cumplían 3 años de compartir juntos y conocerse, siendo sincera me daba algo de miedo no encajar aquí tampoco, no conocía muy bien el protocolo en ese lugar así que no podría decir si estaba feliz o iba a un lugar peor del que salí. El primer día, mi abuela me acompañó a la estación, asegurándose de que estuviera en el tren cuando este deba partir hacia el castillo, vagué por los vagones los primeros minutos, parecían estar divididos y además llenos, hasta que encontré uno vacío casi al fondo, perfecto, me tomará una eternidad salir, al menos ya tenía lugar. Tomé asiento al lado de la ventana, pues me resultaba extrañamente satisfactorio observar con detenimiento el movimiento errático del paisaje según la velocidad del tren, era difícil en ocasiones reconocer la silueta de un árbol, un cuerpo de agua o incluso un animal, si es que estaba cerca, pues a la vista, solo de asemejaba manchas móviles que pasaban de forma fugáz por mi campo de visión, entre eso, y la brisa golpeando agresivamente mi rostro y mi obscuro cabello, parecía ser este el viaje ideal para despejar mis pensamientos e ideas.

Dicha tranquilidad duró poco, pude sentir la presencia de alguien más cerca, al voltear la cabeza, una figura desconocida se asomó por la ventana y abrió las puertas de cubículo, nuestras miradas se conectaron y terminó por entre abrir los labios, con cierta sorpresa en su rostro, sobre todo reflejada en los ojos verdes que mantenía sobre mí.

— Oh, lo siento, no sabía que estaba ocupado —Dijo con algo de pena, parecía dispuesta a cerrar y seguir su camino pero formulé un gesto negativo—

— No te preocupes, me costó mucho encontrar un lugar vacío, pero no me molesta la compañía —Me incliné hacia adelante, palmeando el asiento frente a mí, observadola con una sonrisa— Anda

Una ligera y breve sonrisa hizo tambalear sus labios hacia un lado, avanzó un paso para estar por completo dentro y cerró las puertas detrás de ella, aún con timidez, se acercó al sintió que le señalé, dejando caer su peso sobre este. Usaba un uniforme igual al mío, sin embargo el suyo llevaba un color, el azul, en su corbata y la parte interior de su túnica, parece ser que ella también se dió cuenta de ese detalle, pues me miraba muy curiosa, como también confundida.

— ¿No tienes una casa? —Soltó sin contexto?

Parpadee y abrí los ojos de golpe, en definitiva eso no me lo esperaba.

𝘿𝙚𝙪𝙙𝙖 𝙋𝙚𝙣𝙙𝙞𝙚𝙣𝙩𝙚 ➵ 𝘿.𝙈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora