La noche cada vez se hace más fría, se asemeja a tus manos cuando tocaban sutilmente el corazón que te solía apreciar. Las hojas vuelan muy lejos de los árboles, saben el daño que me has hecho, huyen del dolor. Me acerqué cada vez más a la orilla de aquel lago congelado, temí caer, pero ¿qué tal si no me hacía tanto daño? ¿Y si lo intentaba y salía totalmente bien? Al final la voz en mi cabeza no quiso hacerse más preguntas y me marché de ahí. Pero por alguna extraña razón volvía todos los días, mis piernas no paraban hasta terminar en aquel lugar que era tan frío pero cálido a la vez, tal vez me acostumbré a esto, pero sigue la esperanza de que algún día cambie de rumbo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.