Capítulo 18

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Al finalizar de leer la carta, María y yo nos quedamos en silencio. Supongo que nadie en la vida está preparado para vivir ciertas cosas, y una de ellas era esa.

Al cabo de varios minutos la actitud de María cambió radicalmente, me miró, sonrió y me dijo mientras se levantaba de su silla:

-Bueno, dime, ¿Qué quieres para cenar?.

Estaba claro lo que estaba haciendo, no quería hablar de tema, no quería saber nada de él y si pasaba algo desde luego no sería por una decisión suya ni mía.

La miré a los ojos y le correspondí la sonrisa:

-Creo que me iré a dormir ya, pero gracias.

Me fui a la cama y ciertamente no volvimos a tocar el tema, la caja se guardó donde estaba en su primer momento y nada más, pasó una semana tras otra, y mi problema con la "plaquita de la felicidad" cada vez iba a peor, ¿porqué a peor?. Porque ya no me daba esos atracones, simplemente comía normal y a la hora ya no quedaba ni rastro en mi cuerpo, incluso a veces ni comía y después de tanto tiempo así, pude fijarme en que mi cinturón ya tenía 3 huecos nuevos, estaba perdiendo peso, bastante.

En mi casa no tenía báscula así que decidí irme a la farmacia, salí de casa y a 5 minutos andando había una, me subí a la balanza y pude ver dos números marcados frente a mi. Sé que sonará a loca pero a cualquiera le encantaría tener ese peso, pero sin embargo yo casi sufro de un ataque de ansiedad allí. Cogí el ticket con el peso y la estatura marcados y me fui corriendo de vuelta a mi casa. Me metí al baño y me dije a mi misma:

-TODO ESTO QUE TE HACES NO VALE PARA NADA, SIGUES IGUAL. TIENES QUE ESFORZARTE MÁS.

Esas palabras no paraban de inundar mi mente durante todo el día. Estaba pasando por una de las peores cosas que jamás había pasado.

Todo se me vino encima: Oliver había tenido un accidente que casi lo mata, mi hermana está ausente y encima me ocultó que sabía cosas de mi padre, y el chico del que estoy pillada es el hijastro de mi padre.

Si mi vida no era perfecta, al menos mi cuerpo sí lo sería.

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Los días pasaban, y lo único que deseaba era que llegase el día en el que por fin pudiese ir a ver a Oliver, porque sabía que por alguna extraña razón con él me sentía diferente, con él todo estaba bien y no tenía que preocuparme por ser "perfecta".

Llegó el día, ese que tanto ansiaba. Volvería a verle, volvería a ver su sonrisa y olvidar aquella última imagen que tenía de él con tubos en su boca y nariz, y hematomas por todo el cuerpo.

Me desperté feliz aquel día. Me puse unas mayas negras y una sudadera gris  3 tallas más grande que la mía, cogí la bicicleta y fui camino a casa de Oliver. Ya había hablado con él y me había asegurado de que en su casa solo estuvieran él y Sebastián, nunca le conté nada de todo lo que sabía porque supuse que eso no era responsabilidad mía, lo tenía que hacer Josué.

Tardé casi media hora en bicicleta, pero merecía la pena y además no era muy cansado, el camino era bastante llano.

Me acerqué a la puerta de su casa y piqué en el timbre. Más rápido de lo que me esperaba, Sebas abrió la puerta. Estaba tan feliz que ni recordaba todo lo malo.

-Hola Rebe.- Dijo con una sonrisa.

-¡SEBAAAS!- Dejé caer la bicicleta y corriendo le di un abrazo.

-Anda anda, ve allí al fondo a la derecha que te está esperando el plasta de mi hermano.-Dijo correspondiendo mi abrazo.

Corriendo le hice caso, cogí la bicicleta y la dejé  apoyada en la pared del recibidor y me metí en la habitación que él me había dicho.

Abrí la puerta y ahí estaba, tumbado en su cama con un pijama azul cian. Me quedé en la puerta cogiendo el pomo asomada a la habitación, estaba de piedra mirándole con una ilusión y felicidad inexplicables. Rápido se dio cuenta de mi presencia y me dijo:

-Ven aquí tonta. -Mientras se sentó al borde de la cama y abrió sus brazos.

No pude evitar ir corriendo a abrazarle. No os voy a mentir, me moría por estrujarle de lo mucho que lo extrañé pero sabía que estaba delicado y no quería hacerle daño.

Yo estaba de pie frente a él , cogiéndole la cara con mis pequeñas manos y mientras Oliver  me miraba fijamente a los ojos. En un momento me agarró por la cintura y dijo:

-Rebeca.

-¿Sí?

-¿Todo bien?

-Claro, ¿porqué lo preguntas?

-Te noto mucho más delgada...

No os voy a mentir, ese comentario me sintió demasiado bien, demasiado...

No sé, quizás sentía que si alguien lo notaba es que estaba haciendo las cosas bien y honestamente era la única persona que me lo había dicho. Pero tenía que mentir.

-Ojalá, pero es solo que hace mucho que no me ves y ya no te acordarás de como soy.-Dije mientras le sonreía mirándole a los ojos.

Él simplemente asintió y volvió a abrazarme.

-Perdóname por todo.-Dijo.

-¿Qué dices Oliver?-Intenté separarme del abrazo pero él no me dejó y me volvió a abrazar con fuerza.

-Sé que lo has pasado mal por mi culpa, por el accidente este. Yo solo...

-Tú nada Oliver, tú no tienes la culpa, solo la tiene aquel conductor que condujo cuando y como no debía, y aquí el que peor lo ha pasado eres tú que eres quien lo está sufriendo.-Le interrumpí.

Si es verdad que lo había pasado mal por el accidente, pero claro está que no tenía culpa ninguna, él solo era un chico que volvía a su casa como cualquier otra persona pero le tocó vivir una desgracia. En aquel momento el abrazo fue interrumpido por Sebas:

-Oye Oliver que papá acaba de llegar, no por nada sino para que lo sepáis.-Dijo y acto seguido volvió a cerrar la puerta del dormitorio.

"No puede ser que esté aquí Josué"-Pensé.

Querido espejo: Te odio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora