help, i'm still there.

870 67 2
                                    

A la edad de veinticinco, la mayoría de las personas podrían asumir que ya has pasado página de las cosas que te apasionaban a los quince años. Era lo que se esperaba de alquien que estaba más cerca de los treinta que de los veinte: sentar cabeza.

Mikey no era la excepcion.

Había dejado hacía mucho el mundillo de la pandillas y, tras la muerte de su abuelo, encargarse del dojo de los Sano era lo que supondría ponerle rumbo a su vida.

De cierta forma, se había reconciliado con la idea de conquistar Japón y eventualmente comenzar a verlo como un sueño adolescente más no había sido difícil. Sonaba bien para la época, más no funcionaba en el mundo actual.

No era una prioridad, y no se suponía que debería de pensar en ello casi 10 años después.

No cuando todos parecían haber pasado página.

Se había alejado de algunos colegas, puesto que era imposible conservar íntegras a todas tus amistades de la adolescencia. Personas con quienes eventualmente dejas de congeniar y se van alejando sin darte cuenta, como si su presencia se pausara de repente y solo existieran en el pasado.

Otros, como Pa-chin, se habían casado incluso. Su boda había sido en un refinado salón a las afueras de tokio, y desde entonces eran contadas las veces que el negocio familiar y sus vidas personales les habían permitido verse. Se alegraba mucho por él de todas formas.

Mitsuya se había establecido en un pequeño pero transitado local en el centro de shibuya y, con Hakkai promocionando todas sus colecciones, se había ganado un sitio en la industria de la moda japonesa.

Chifuyu y Kazutora, quienes desde hacía mucho se habían hecho a la idea de cumplir el sueño de Baji y hacerse con una tienda de mascotas, podían sostenerse lo suficiente para permitirse tener un departamento en conjunto y alguno que otro refugio por la región.

Y luego estaba él, a quien alguna vez se había topado cerca del lugar al que incluso Mikey había podido llamar hogar, solo que sin cruzar siquiera una mirada.

Era doloroso.

Terapia, medicamentos. Todas las herramientas que había conseguido a lo largo de los años para soportar la ansiedad y la depresión le servían a su manera. Lo habían hecho una versión distinta de sí mismo.

No podía no agradecer el inmenso esfuerzo que sus amigos habían hecho en el proceso. Con tan solo estar ahí le habían dado motivación caída tras caída. Podría decirse que se había reconciliado con casi todas.

Excepto una.

Una herida que creyó jamás portar adornaba el centro de su parchado corazón y le carcomía la mente en los momentos menos adecuados. Se adueñaba de su cuerpo en forma de espasmos y nudos en la garganta estrechándose hasta casi asfixiarlo.

De todas las cosas que podrían atormentarlo por las noches, ninguna era como aquella.

Cuando habías sufrido tanto como él lo había hecho, pérdida tras pérdida y muerte tras muerte, nadie imaginaría que perder a quien alguna vez había sido tu lugar seguro se le compararía.

Después de todo, los amigos se separan; los amigos se casan.

Extraños nacen y extraños son enterrados todos los días.

La tendencia de las pandillas de adolescentes había cambiado, los rumores de que él había sido líder de algunas habían volado, pero una parte de su mente había permanecido ahí: en el frío suelo del estacionamiento del hospital donde Emma había muerto. Con golpes en la cara, el corazón roto y a quien alguna vez llamó mejor amigo escupiéndole hechos de los que él mismo ya se culpaba.

Todos parecían haber progresado; sentado cabeza.

Pero él parecía seguir ahí, justo donde Draken lo dejó.











⚔️

right where you left me | drakeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora