Capítulo 1.

66 2 0
                                    

-En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

- Amén.

- La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros.

-Y con tu espíritu.- respondimos todos al unísono.

Y así son todas mis mañanas, me levanto, voy al baño, cojo agua del barreño de madera, me lavo la cara, me peino el pelo deslizando el peine hasta el último pelo rojizo que cae sobre mis hombros, cojo uno de los tres conjuntos sencillos que tengo, hoy justamente he elegido el de tonos azules, me pongo mi rosario y junto a mi madre, mi padre y mi hermano pequeño Tomás nos dirigimos a la parroquia de nuestro barrio.

La parroquia es pequeña, sencilla, supongo que humilde, al igual que nuestro párroco, el Padre Ángel. Sus misas siempre giran en torno al mismo tema, lo importante que es no salir de la muralla, de nuestra ciudad, dice que es un regalo que Dios nos ha dado después de lo que tanto llevamos sufriendo. Por lo visto, años antes de que yo naciera, cuando mis padres eran pequeños, el mundo estaba en guerra. Usaban armas nucleares, y se bombardeaban los unos a los otros, destruyendo prácticamente todo. Por eso la Iglesia construyo este lugar, una ciudad amurallada protegida de cualquier tipo de actividad nuclear. Está gobernada por el Papa Urbano IX,  solamente se le puede ver una vez al mes, suele ser el último día de cada mes y sus misas suelen durar entre dos y tres horas. En la que, al igual que el Padre Ángel nos recuerda lo importante que es no acercarse ni siquiera a la muralla. De hecho, hace poco, al padre de un vecino nuestro, por acercarse a promocionar unas nuevas armas para los vigilantes, le van a condenar a la horca. Estamos de luto en el vecindario, aunque si ha desobedecido al Santo Padre, merece el castigo que este quiera. Al fin y al cabo, el Papa es la imagen y semejanza de Dios. Y Dios puede hacer lo que quiera con nosotros.

-Pódeis ir en paz

-Demos gracias al Señor.- y así es como finalizamos la misa de hoy.

Salimos todos de la parroquia y nos dirigimos hacia a casa.

-Hoy se me ha pasado muy rápido la misa.

-A mí también la verdad, la reflexión de hoy ha estado muy acertada. Ese tal Avenio no se tenía por qué haber acercado a la muralla, y menos para vender sus cachivaches sin autorización de la Administración. Se lo tiene bien merecido.

-No digas eso hombre. Y menos delante de los vecinos…

-Pero mujer… Tú crees que de verdad los vecinos no creen -mi padre empieza a alzar la voz. No creo que sea la mejor manera de convencer a mamá de que piensan igual…-que nuestro querido amigo y vecino Avenio se merece la horca por desobedecer la palabra del Señor…

-¡Cállate Taurus!- lo gritó con mucha fuerza asustando incluso a los que estábamos al lado, después de esto salió corriendo hacia casa.

-María, ¿tú no pensarás lo mismo que tu madre no? -no sabía muy bien que contestar pero contestar a padre delante del vecindario está muy mal visto. Y menos si tu padre es uno de los jefes de la Administración de nuestro barrio, concretamente en el departamento de Seguridad Ciudadana así que le di la razón.

-No padre, quién desobedece la palabra del Señor debe ser castigado, lo que ya no puedo decirte es de que manera, pero para eso tenemos a nuestro Papa y sus consejeros de justicia, para que él dictamine lo que es justo o no.

-¡Esa es mi niña! -ahora dirigiéndose a los vecinos -¿Habéis visto que hija tengo no?-soltó una pequeña carcajada y luego me dio unos pequeños golpecitos en la espalda.

Seguimos caminando, mi padre se ha ido a hablar con los vecinos y mi hermano está correteando por el bordillo de la acera. Me estaba fijando en nuestro barrio, se llama el barrio Caritate, que en latín significa caridad. Nuestra ciudad está dividida en barrios y todos tienen el nombre de una cualidad humana que sirva para hacer el bien. Los barrios ricos, en los que están los patricios, tienen electricidad y agua caliente ya que están cerca de la Santa Sede, pueden acceder a la escuela y todos trabajan en la Santa Sede o para ella. Luego estamos nosotros los barrios sencillos, nos llaman la plebe, llevamos el comercio, la hostelería y algún afortunado como mi padre que pueda trabajar en la Administración del barrio, y luego están los libertos que son los barrios pobres, se alimentan de lo que les podamos llegar a dar la plebe o de pequeñas cosas que puedan vender de sus huertos o pequeñas granjas, por eso viven lejos de los demás barrios… aunque sin salirse de la muralla, claro.

La mayoría de las casas de nuestro barrio, son edificios de piedra y madera de como máximo 4 plantas, la plebe tenemos un baño común, que les llaman las Termas. Tenemos donde hacer nuestras necesidades y unas salas para darnos un baño, pero si comparamos los baños personales que tienen los patricios en sus casas, lo nuestro es una basura.  Nuestro barrio básicamente se dedica al comercio, pequeñas tiendas situadas en la parte baja de los edificios. El vecino al que van a matar, era el dueño de la ferretería, su sueño era trabajar en las fábricas de armas de la Santa Sede, por eso estaba tan obsesionado en diseñar armas y enseñárselas a los guardias, aunque lo único que tenía que hacer era vender tornillos o herramientas para los vecinos. Claro, así ha acabado… Su hijo Tino ocupará ahora su puesto, por lo visto ya tiene pensado nuevas herramientas, un taladro por láser o algo así, no le vendría mal a padre, ya que vamos a hacer remodelaciones en casa.

Ya estamos llegando a casa, nuestro portal es el 21, y vivimos en el cuarto piso, la ventaja es que tenemos una pequeña azotea donde podemos salir en verano, la desventaja que hay que subir cuatro pisos todos los días. Ojalá tuviéramos un ascensor como los patricios…

Dios te salve, María.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora