Capítulo 4.

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No hay nada que más odie en esta vida que las tonterías amorosas y demás estupideces. Será porque nunca he tenido una relación seria, o más bien que nuca he querido tenerla. ¿Para qué? Mañana mismo podría morir matando a una de esas “fieras”. Estoy bien como estoy, sola. Le doy un trago a mi bebida y salgo de la cantina para ponerme en marcha ante el día que me espera hoy.

Me dirijo hacia el Cuartel, para prepararme coger mis armas y salir a patrullar. No llevo mucho tiempo de patrullera, cuando cumplí los diecisiete me metí de camarera en la Cantina, pero hace poco lo dejé y me metí en la Patrulla. No conozco a penas a mis compañeros la verdad y de vez en cuando entran o salen algunos, con lo cual no soy muy de hacer amigos.

Ya estaba llegando, quiero ver si este mes cobro lo suficiente como para comprarme una moto, aunque con la miseria que vivimos, no tenemos casi de nada. Quizá haciendo algunos trueques y engaños en el Mercado Negro la consiga. Tengo mis contactos.

Abrí la puerta del Cuartel poniendo mi huella dactilar sobre un lector. La voz del Cuartel, que suena un poco distorsionada como siempre, dijo:

-Bienvenida María, dirígete al pabellón C. Prepárate y que la suerte te acompañe.

La voz que habían elegido era demasiado robótica y la calidad del sonido como es lógico no era buena, parecía más bien una bienvenida hacia tu muerte que a la del trabajo.

Me dirigí al pabellón C, saludando antes a varios generales que pasaban por allí y a Adonis una chica de la Patrulla A, que fue la primera patrulla donde estuve, aunque pronto me trasladaron al C, fue la única que me dijo un poco como iban las cosas aquí.

Llegué al C, como siempre estaban Daphne, la líder del grupo, peinada siempre con su rapado de un lado dejando solo unas trenzas y el otro lado liso y moreno. Mi pelo es parecido, me lo he rapado por un lado y el otro me lo he dejado largo, aunque no tanto como Daphne. También estaban Eleanor, Jeno y Kairos. Y había un chico nuevo, era alto, la verdad es que estaba bastante fuerte, tenía el pelo no muy largo y moreno y unos ojos azules, todo hay que decir, que impresionaban la verdad.

-Buenos días o no tan buenos dependiendo de lo que hagáis esta bonita mañana, hoy tenemos con nosotros a un nuevo invitado, y digo invitado porque no sé si va a durar más de un día ahí fuera. Con lo cual para mí de momento serás el invitado. Las presentaciones ir haciéndolas ya, porque una vez estemos ahí fuera no quiero ninguna distracción. Hoy tenemos que cubrir la zona del pasto de vacas, no os acerquéis mucho a ellas, sus excrementos son altamente radiactivos, pero dan leche y carne que se descontamina una vez llega a Sant Andyety. Es decir, nuestra tarea esta mañana es proteger vacas de cualquier peligro y a los furtivos campesinos y ganaderos que se encuentran por allí. Preparaos, en cinco minutos salimos.

Mientras los demás se presentaban “al invitado” como dice Daphne, yo me dirijo atravesando un pasillo al Arsenal, desde el primer día me asignaron la ballesta láser, es una ballesta con un puntero láser y virotes de acero con puntas ajustables, a mí la que más me gusta es la que tiene paralizante, pero también están la de láser, las ígneas y las de obsidiana que se rompe en pedazos una vez impactados en el objetivo. Hay algunos ballesteros que llevan virotes explosivos, pero a mí me parecen demasiado peligrosos, una solo virote lanzado como no es debido y puedes provocar un accidente no deseado. Mi uniforme es el ligero, para que me pueda mover con facilidad, ya que yo ataco por distancia. Es blanco con una A de anarquía rodeada con un círculo en la parte derecha de color azul, llevamos botas altas y guantes, y por supuesto una mascarilla para la radioactividad. También llevo una pequeña daga con uno de los filos láser, por si acaso. Entran Daphne y el “invitado” en el Arsenal.

-Invitado, a ti te asignaré una Halcon, una ametralladora bastante fácil de manejar para que el niño de ojos azules no tenga ningún problema. Y para que no te quedes con ganas de más, toma –le entrega una pistola Lion, la más fácil que hay -, te hará falta.

Dios te salve, María.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora