Stony ♡ Prendas con aroma

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Un joven y pequeño Steve se la vivía trabajando para comprar las medicinas de su madre, hacia varios meses que había dejado la universidad sin que ella lo supiera, pues prefirió perder su beca en el instituto de bellas artes de New York para poder conseguir un empleo de tiempo completo, uno que le permitiera tener seguro y poder sustentar su hogar.

Ella era lo único que tenía en el mundo, su padre había fallecido cuando aún era un niño y haría todo lo posible por cuidarla.

Fue así que logró conseguir ser mensajero por un tiempo en la empresa Stark; un día por mera suerte había conocido al señor Howard, pues tuvo que entregarle una carta urgente.
Aquel encargo había sido toda una osadía pues cuando llegó a la oficina la secretaria le dijo que no estaba y que debería llevarla a la mansión.

Realizó todo un épico recorrido para llegar a la zona rica de la ciudad pues en el proceso, casi fue chocado, la bolsa donde guardaba el correo fue robada pero pudo recuperarla en unos minutos que le parecieron eternos y finalmente su motocicleta se averió cuando parecía que ya estaba por llegar, así que los últimos siete kilómetros los hizo andando.

Steve era un alfa delgado y podrían tratarle de débilucho pero su habilidad era correr, había logrado llegar en menos de una hora, y la verdad es que temía ser despedido si no entregaba esa dichosa carta.

Una de las chicas de servicio quería recibir la correspondencia y entregarla ella, pero las indicaciones eran claras cuando le entregaron ese sobre, era urgente que se lo entregara al señor Stark en las manos y después de su travesía era también por su propio honor que deseaba dársela.

Howard le recibió, le permitieron pasar a esa enorme mansión, estuvo en aquella sala fácilmente tres veces más grande que su casa, estaba admirado con la elegancia del hogar de su jefe y rápidamente se sintió fuera de lugar al ver que el señor Stark tardaba en bajar.
Comenzaba a querer optar por dejarle la carta a la sirvienta e irse.

— ¿Qué le trae por aquí jovencito?, ¿Qué no su horario de trabajo terminó hace tres horas? — preguntó Howard observando su reloj pero sonriendole amable al joven y menudo rubio que estaba en la sala.

Steve asintió levemente. — Disculpe la molestia, pero me pidieron que le entregara esto personalmente y mencionaron que era urgente. — El pelinegro tomó el sobre un poco preocupado, pero pronto su vista se iluminó.

Aquella carta era para informarle dos grandes cosas, primero que debía asistir a Suecia pues recibiría el premio Nobel de ciencia y que el gobierno estadounidense le permitía seguir con el desarrollo de su nuevo proyecto.

Esa noticia había alegrado su vida en definitiva, abrazó al joven mensajero pues necesitaba externalizar su emoción.
— Chico, definitivamente mereces un aumento. — rápido le habló a su esposa María y a su cachorro Anthony...

Había sido un día muy alocado aquel, pues terminó cenando con su jefe, en definitiva ellos eran la familia perfecta de New York tal como decían los diarios y revisitas...
Se sintió extrañamente cómodo y bienvenido, jamás había imaginado que fueran personas tan sencillas y agradables, incluso el joven Tony que parecía un chico mimado por todas las cosas que decían sobre él en la oficina, estaba siendo amigable y se atrevía a admitir que olía a lo más bonito del mundo, aunque no podía describirlo, pues cada vez que su atención recaía en querer olfatearlo se regañaba, no quería ser un alfa descortés y atrevido.

Steve pensó que su jefe bromeaba con aquel comentario del aumento, pero al finalizar la cena le pidió que se presentara en la oficina a primera hora.
Y ahí estaba, esperando...

El teléfono de la secretaria sonó.
— Puedes pasar Steve — le sonrió con cariño aquella señora mayor y el nombrado entro rápido; no esperaba la gran cosa, pero al menos si le ponía en las oficinas o en archivo podría tener un poco de tiempo libre para acompañar a su madre en las quimioterapias.

Marvel Oneshots ♡ Omegacember 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora