Capitulo 2

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El amor es como el agua que corre, puede ir muy a prisa o en el camino deternerse

Arturo sigue presionando, ¡y de qué manera!, para que le ayude a publicar su última novela. Ni siquiera me he tomado el trabajo de leerla, apenas le di una ojeada y por lo que dice Esteban, es un cliché. "Fue un trabajo en equipo", me había dicho ya hace algunos años en Cartagena, al señalarme como "la culpable" del recibimiento de su galardón.

Y aunque  aún recuerdo no solo su novela, sino su cuaderno de apuntes donde coincidencialmente tenía el borrador de un cuento titulado así, "Somos un buen equipo", el cual releí hace poco y me siguió "enamorando", pero creo que a su nueva novela le falta mucho más... es decir, algo más "moderno". 

Los jóvenes buscan acción, pasión, emoción y ya no buscan relatos de amores imposibles; ya nadie se conmueve con los finales felices.

Intenté buscar una segunda opinión para poder darle un empujoncito a la novela, pero parece que en Gerencia toman muy en cuenta lo que dice mi practicante. Es graduado de la mejor universidad, y recibió varios reconocimientos, habla varios idiomas, y aún no sé cómo llegó a esta editorial; lo digo porque debería estar en el extranjero estudiando o, qué sé yo, siendo asistente catedrático.

Aunque maneja un bajo perfil, desconfío de la seguridad con la que se desenvuelve; me recuerda tanto a Juan, mi primer y quizá único amor. Es tan espontáneo y seguro de sí, que podría pasar por engreído; de repeso, se destaca por la linda sonrisa que siempre adorna su rostro, es bastante trigueño, su cabello a ras, cuello largo, tiene buena estatura y buena estructura, ni demasiado delgado, ni demasiado robusto, se ve que trabaja bien sus brazos, ojos color miel y unas cejas que toda mujer mataría por tener; sus manos son largas, pero delicadas, en eso también se parece a Juan... a veces pienso que lo sigo buscando en cualquier hombre que esté cerca de mí.

Este niño es muy enérgico, se mueve de un lado a otro, hace todo súper rápido y es muy participativo; opina de múltiples temas y, al parecer, es buen conversador, pues siempre lo veo liderando las charlas de pasillo y sus interlocutores le atienden. Yo lo trato con cierta distancia, y él tampoco se ha esmerado porque esa situación cambie, siempre me saluda con su enorme sonrisa, pero se nota que no es más que un formalismo. A pesar de esto, siento un impulso por lanzarme a sus brazos, pero un inmenso temor no me ha permitido abrirme; en cierto modo me intimida.

Una vez nos cruzamos en el ascensor, él me deleitó con su enorme sonrisa, pero me dirigió un cortante "buen día", y pasó hasta el fondo del ascensor, para ubicarse justo detrás de mí. En el piso 10 está el área de comidas del edificio, por lo que suele llenarse y tuve que dar espacio retrocediendo unos pasos cuando el ascensor paró allí; nos separaban los escasos centímetros que daban de su zapato contra mi tacón. Podía sentir su respiración a la altura de mi cabeza, su perfume fresco y juvenil entró por mi nariz y me acompañó buena parte del día, pero lo que no puedo sacar de mi mente fue el choque magnético que sentí, una fuerte descarga bajó por mi cuello, extendiéndose por mi espalda y me caló por la entrepierna, creo que hasta me erguí un poco, y mi trasero sobresalió cual instinto animal.

Esa sensación, y la extrema confianza que le tienen los directivos me hacen tener mi intención centrada en Esteban Cifuentes, no puedo dejar de estar atenta a sus movimientos  y desde mi alejamiento de Arturo siento ese impulso con mayor intensidad.

En mis inicios era como Esteban, muy proactiva y diligente: si tenía que pasar noches sin dormir, servir café en una reunión o trabajar un domingo, lo hacía sin problema; aparte, trabajaba de la mano de Lucía, quien por ser sobrina de Don Marcos siempre tuvo gran influencia en mi carrera por la editorial; hemos sido excelentes compañeras, laboralmente hablando, porque ella conoce muy pocos detalles de mi vida personal, menos aún de mis otras pasiones. Cuando Don Marcos inició con sus quebrantos de salud, Lucía estaba prácticamente a la cabeza y yo era algo así como su asistente. Me encomendaba muchas tareas administrativas y yo hacía las veces de coordinadora cuando ella debía salir de viaje a atender cosas que Don Marcos no podía.

El Amor viaja en galeras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora