Capitulo 4

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En la vida no todo es color rosa,  los remolinos en el agua muchas veces cambian el curso a un mejor destino ....

Me sentía tan agobiada de la vida, el peso de las responsabilidades, mis demonios, mis pensamientos tristes, el mismo clima.... solo quería un descanso, aún no tengo claro qué tan largo; quizá uno que me tomara el resto de la vida, o quizá una semana alejada de todo y de todos, o también podría ser un minuto con la mente en blanco, talvez así encontrara una fórmula para resetear la mente.

Estaba en la nada cuando sonó una alerta: "junta para aprobaciones". ¡Mierda!, ya estaba sobre el tiempo.

Corrí como loca, salí a medio arreglar, con un hermoso vestido elegante, tacones altos, el pelo suelto, tomé un taxi para tener tiempo de maquillarme de camino.

Al llegar al ascensor atestado caí en la cuenta de que ni un café me había tomado, lo cual me produciría un gran malestar; esa era mi clave para iniciar el día, pero no podía permitirme ese pequeño bálsamo, tenía que esperar el próximo viaje del ascensor y tenía muchos mensajes de Lucía, entre los cuales uno resaltaba de urgencia: "solo faltas tú".

Subí con prisa y en el piso 10, como era costumbre, subieron muchas personas. Una chica tiró su café sobre mi vestido rosa, y por suerte no estaba caliente. Sus disculpas no fueron suficientes para calmar mi furia interior; sin embargo, mantuve mi compostura.

El día no pintaba bien.

Llegué directo al tocador; no pude sacar la mancha; corrí a la oficina y recordé el vestido blanco que saqué de la lavandería; me cambié y al subirlo, el cierre se atoró; me asomé y parecía una empresa fantasma... nadie en ningún. Quería llorar; llevaba más de cuarenta minutos de retraso.

De repente escuché a alguien en el pasillo (¿acaso podría contar con menos suerte?). Era Esteban con su cara de pastel, "buen día Victoria".

Todos me llamaban Vicky, excepto él.   

"Ven, entra", lo invité a mi oficina. No tuve opción.

Me miraba con desconcierto, pero obedecía a todas mis peticiones, "ayúdame con ese cierre que me van a matar", le dije señalándole mi espalda descubierta. Se acercó lentamente y, cual experto en la materia, enrolló suavemente mi cabello largo y lo posó sobre un costado de mi hombro izquierdo. Ese primer contacto me dejo inmóvil. Después de examinar el cierre dijo que se vería obligado a bajarlo todo para poder desatascarlo.

"Dale, dale rápido... has lo que tengas que hacer", respondí con voz levemente temblorosa.

Sentí sus manos de seda deslizándose por mi espalda, y se agachó un poco para tener una mejor visión del inicio del cierre. "Lindo lunar", señaló con su gruesa pero juvenil voz.

Lo escuché claramente, pero quise percatarme de lo que había dicho.

"¿Perdón?".
"Nada... que ya puedo subirlo sin problema".

Tengo un lunar justo donde termina la espalda y empieza mi "curvatura peligrosa" (que así era como le decía mi ex), y supongo que, aparte del lunar, pudo ver el borde de mis bragas.

Ese era el lugar predilecto de Juan para besar, pues sabía que al hacerlo me tenía a sus pies, y el idiota de Arturo nunca se percató; ahora Esteban lo conocía también. ¡Qué ironía!

Bajó el cierre con tal lentitud que sentí como milímetro a milímetro tocó mi espalda con la suave yema de su dedo. Un frío recorrió mi espalda y ese choque que días antes sentí en el ascensor se avivó aún más. Subió el cierre y de nuevo puso el cabello en su lugar.

El Amor viaja en galeras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora