Daniel
—Joven amo, terminamos.Abro los ojos al tener el permiso de la maquillista, sorprendiéndome con la persona atrapada en el otro lado del espejo.
¿Soy yo?
Toco mi rostro, y la confirmación obvia llega cuando el Daniel que es mi reflejo me imita.
No es nada demasiado saturado, pero aún así me gusta. Un delineado sutil en blanco y dorado, acompañado de un patrón en espirales del lado izquierdo de mi rostro, con pedrería en banco y retazos dorados como adorno.
Más que una obligación de protocolo, querer algo así se volvió capricho mío. Incluso de pequeño, tuve la curiosidad de experimentar con el maquillaje en un rostro que no fuera el femenino.
¿El resultado que obtuve?
Bueno, no debería de sorprenderme que fuera un motivo para que mamá me dejara inconsciente con una secuencia de golpes, y esa vez no sería la última.
Cuando lo comenté por accidente al dormir, Ryu logró escucharme.
¡Diablos que escucha todo!
Y así es como terminé aquí, sentado delante de un espejo, con maquillaje y una boba sonrisa curveando mis labios.
Paso de mi yo cambiado, a la mujer que se encarga de hacer magia con el maquillaje, tardando en procesar que este sueño ya es real.
—¿El joven amo tiene alguna queja? —pregunta Mane, al ver qué, después de unos minutos en silencio, no he dicho absolutamente nada.
Sacudo la cabeza, estoy más que satisfecho con el resultado. Me acerco a ella y la abrazo, la abrazo porque mi torpeza con las palabras es bien conocida.
—Estoy muy feliz. —digo —Gracias.
—No es nada, joven amo. —responde, correspondiendo mi precipitada muestra de afecto. —Espero que este día sea maravilloso para usted, para la joven ama y para nuestro otro joven primer amo.
La puerta se abre, y la Mane me gira con maestría, dejándome de espaldas a la única persona a la que me interesa sorprender.
—Dan... ¿Qué pasa? —se interrumpe.
—Joven primer amo, por favor cierre los ojos. —pide Mane, con un aire bastante satisfecho. —¿Listo?
—Sí.
Ella vuelve a girarme, y cuando da la orden a Ryu, para que pueda mirarme, no sé quién está más sorprendido, si él o yo.
No son las nupcias, pero, según una tradición de la alianza, los prometidos no deben de vestir ninguna otra prenda que no sea de color blanca desde el día de la propuesta hasta su boda. Y Ryu es fiel partidario de seguir las tradiciones, absurdamente románticas, que tienen en su familia.
De negro luce malditamente sexy. Sí. Sin embargo, de blanco...
Cubro mi rostro y regreso, por voluntad propia, a ver la pared. Demasiado consciente del sonrojo extravagante, que seguro resalta por encima del maquillaje sutil de Mane.
—¡Demonios, demonios, demonios! —mascullo entre dientes.
Salto en mi lugar al tener un par de brazos rodeando mi cintura, dejando poco, o casi nada, de espacio entre nuestros cuerpos y la pared.
Su aliento está en mi nuca, sus labios pasan por mi piel, y sus dedos juegan a hacerme cosquillas por encima de las delicadas prendas con vuelo, que apenas y alcanzan a cubrir mi desnudez.
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Draw Me
DragosteDaniel Jelavick es un joven amante del arte, estudiante de dibujo y la mayor decepción para su familia y todo su legado. Sí, es el perfecto ejemplo de un hijo rechazado y botado a la calle sin un solo centavo para poder vivir o comer, un pobre chico...