Harry le mandaba fotos a su profesor.
Louis le gustaba esas provocativas fotos de su bebé.
-Daddy, ¿te gustaron mis braguitas?
-No pude observarlas como quise en esa provocativa pose. ¿Puedes tomarte otra con esas braguitas para tu daddy?, bebé.
...
Louis supo. Esas caderas, esa piel, esas mano, eran de su pequeño travieso. Harry Styles.
Miró a su pequeño y el contrario se colocó nervioso mientras exponía, sus mejillas rojas y sus dedos jugando. Louis sonrió.
—¿Disculpe? —Harry quería matarse.
Louis dió una leve carcajada mirando al suelo, subió su mirada y sus manos fueron a la cintura del menor.
—Profesor. —jadeo, tratando de quitarse encima de él, pero fue en vano.
Los labios del mayor chocaron con las del menor. Harry se dejó. Estos se movían al compás, las lenguas jugando. Llevó las manos al cuello de su profesor; Louis por el contrario apretó su cintura haciendo que su pequeño travieso suelte un jadeos.
—Daddy, sorpresa. —balbuceó embobado, Harry. Sin ninguna sonrisa, o una lencería como pensaba Niall que su mejor amigo podía hacer, solo miró a los ojos del mayor, viéndose débil debajo de Louis. El profesor sonrió dándole otro beso, esta vez más suave y rápido.
—Debes irte, pequeño. —Harry asintió. Louis lo besó una vez más para así el pequeño se aleje.
—¿Qué sucedió con el sexy profesor? —preguntó su único amigo, Niall.
Harry comenzó a contarle lo que sucedía. Niall se comía las papas fritas mientras escuchaba atentamente lo que su mejor amigo decía.
—Oh, santísima virgen. —exclamó el rubio al escuchar a Harry. El rizado trató de callarlo, tenía las miradas puestas de toda la cafetería.
—Shh, ¡nini! —exclamó en tono leve.
Harry llegó a casa. Se preparó el almuerzo y se echó en su colchón viejo.
Que día más loco.
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