Game Over: o ganas, o mueres

Shaula: 1

Frio.

Es lo primero que siento al despertar. El primer indicio de que no estoy en mi casa. Lo sé porque no es un frio normal, como el que pasaba en invierno, cuando el gélido viento acariciaba mi cara y jugaba con mi pelo. Es un frio… difícil de explicar. Pero me está llenando poco a poco. No había sentido este frio aun estando en pleno invierno en Nueva York.

Estuve viviendo allí unos años cuando era pequeña, después de que mi madre se divorciara. Vivíamos en un piso pequeño, lo suficiente para que entráramos mi madre, mi hermano y yo. Ah, y el estúpido del gato. Un gato que nunca me gustó. Yo tampoco le gustaba a él. Cuando nos cruzábamos por los pasillos nos bufábamos mutuamente, y nos mirábamos como suelen mirarse dos personas que se odian al cruzarse en un pasillo: mal. Yo despreciaba cada pelo que cubría su cuerpo, y él cada célula que formaba el mío. En el fondo tenía su gracia.

Dudas.

El horrible frio que me había acribillado momentos antes viene seguido de un montón de dudas. Dudas como: ¿qué día es hoy? o ¿dónde estoy?

Y, sin siquiera abrir los ojos, se la respuesta a ellas. Hoy es 7 de marzo. Seguro que hace un día estupendo fuera, que el sol brilla y los pájaros ya están cantando. Escucho atentamente, pero no oigo nada aparte del sonido de mi respiración. Cada vez más acelerada.

Miedo.

Sé dónde estoy. No debería. Era parte del trato: yo entro en el juego, pero no recuerdo absolutamente nada de mi vida anterior. Ni a mi familia, ni a mis amigos, ni al imbécil del gato pardo que tenía por mascota. ¿Por qué lo recuerdo? Me decidí a entrar porque sabía que no recordaría nada, tiene que haber un error. Pero el juego ya ha empezado, y soy una  pieza vital en él. El problema es que para sobrevivir he de ganar. Y para ganar he de ganar a otras personas, que no debería recordar. Y ahí empieza lo malo: las recuerdo perfectamente.

Recuerdo perfectamente a las personas a las que tengo que matar.