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Cálido.

Eso es lo que sentías.

Sentías que flotabas y eras abrazada fuertemente.

Abrias tus ojos lentamente, la luz era potente pero extrañamente no te molestaba más bien era una sensación agradable.

Todo era blanco y el suelo reflejaba todo y a la vez nada. Una sola palabra para describir este lugar :Hermoso.

-Has llegado - Una voz que conocías perfectamente se escucho detrás tuyo. Una voz que querías escuchar y extrañabas todos los días.

-Shin... - Tu voz no fue capaz de decir el nombre completo de tu hijo.

Corriste rápido hacia el, donde te lánzaste hacía el. Curiosamente se sentía como si no pesaran nada, ni siquiera se cayeron.

-Mamá... Te extrañe-Habla shinichiro mientras se abrasaban fuertemente. -

Tus lágrimas salían, lo extrañabas tanto.

-Mi shin... Bebé... - Lo abrazabas fuertemente y el a ti - Te extrañe tanto mi amor... -

-Y yo a ti mamá - Las lágrimas de Shinichiro también salían.

Madre e hijo por fin se volvían a encontrar.

Estuvieron así un gran rato, pero realmente parecía que el tiempo estaba detenido como si no abanzara.

-Donde... Estamos shin? - Preguntas después de un largo rato

-Mamá... Estamos en el paraíso - Los dos se separaron un momento pero se tomaban de las manos mirandose a los ojos.

-¿Paraíso? - Preguntas Confundida.

-Es el lugar donde se viene después de la muerte - Habla Shinichiro - Donde podremos estar en paz. -

-Pero... Y los niños? - Preguntas triste, habías muerto ahora lo recordabas - Ellos... Todavía me necesitan... -

Shinichiro te miro en silencio para hablar con una sonrisa.

-Mamá.. Lo único que podemos hacer es confiar en ellos... Se que estarán bien. - Habla para volver abrasarte-Ha llegado el momento -

-¿el momento? - Preguntas confundida.

-De descansar mamá - Habla Shinichiro con una sonrisa - Alguien más te está esperando -

Lo habías entendido.

Descansarias eternamente.

-Todavía hay algo que debo hacer - Hablas para darte la vuelta.

Shinichiro te miro en silencio para después sonreír. Sabía de que hablabas.

-Bien, mis hermanitos todavía necesitaba un pequeño empujocito.

Ambos pelinegros sonrieron para empezar a caminar por el gran sendero blanco.

Mamá, no te vayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora