El crimen

36 2 0
                                    


Ella se volteaba cada cierto tiempo para verificar si aquello que sospechaba inhumano, seguía detrás de ella mientras caminaba, en realidad corría, cuesta arriba lo más rápido que podía. Maldiciendo al rechazar la idea de traer consigo el caballo que su abuela le había dicho. Había creído buena idea caminar entre el bosque y el claro, y había medido su tiempo según ella entre cuánto había pasado con sus tíos y cuánto hacía para llegar a casa y se encontró justificándose que le sobraba media hora antes de que la tarde y la noche cayera, calculó, ya debía estar en casa.

—Zena, quédate a dormir aquí —habían dicho sus tíos. Pero no le gustaba dejar sola a su abuela que sabría que estaría sola y al día siguiente tendría que ir a la escuela. Así que agradeció el ofrecimiento y prometió no desviarse del camino. Y su promesa fue rota, su curiosidad pudo más que la prudencia y al primer avistamiento de una luz sospechosa, ella se adentró al bosque siguiéndola hasta penetrar una oscura cueva en un bosque demasiado silencioso.

Alguien prudente hubiera seguido su camino de vuelta, pero ella no lo era. Así que sacó su celular que no tenía señal en su momento, pero sí pila para usarla como linterna y se adentró en aquella oscuridad que la engulló y escribió su final.

Todo lo que encontró dentro de la cueva fue indicio para que saliera de inmediato, y aunque salió su desconcierto era demasiado grande, así como sus recuerdos le dijeron que no era la primera vez que esto sucedía. Aquella oscuridad se convirtió en algo que supo al instante iría en su persecución. Lo que la avisó que eso que la seguía no era humano sino una bestia cuadrúpeda fue su velocidad y que las ramas secas se quebraban con distintos pasos.

Corrió, sin aliento subió la empinada colina y cruzó altos bosques perennes. Pero la muerte fue más rápida y astuta que ella. La muchacha pensó con pesar que no podría llegar a casa, su instinto de supervivencia le decía a gritos que sí. Faltaba mucho, era un bosque gigante con un pequeño sendero que ya casi nadie quería usar, las probabilidades de sobrevivir eran nulas, el sol ya empezaba a ocultar un cuarto de su redondez por las altas montañas. Se deshizo de la canasta que le impedía correr más e intentó que el miedo no se apoderara de ella, pero el cansancio empezaba a alentarla. No pudo alejar el miedo, ella giraba para ver aquello que la seguía. Pero no lo hallaba, era una sombra entre los bosques que sentía que iba de un lado y de otro, se giraba jadeante esperando el momento en que todo acabaría.

Al momento en que la claridad le dio paso a los más altos y gruesos árboles, ahí estaba esperando por ella que, al momento de verle a los ojos, su corazón se detuvo en un grito ahogado.

NAHUALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora