7ma

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Cuando sintió el bohío torcerse por los torrentes, Remigia desistió de esperar y levantó al nieto. Se lo pegó al pecho; lo apretó, febril; luchó con el agua que le impedía caminar; empujó, como pudo, la puerta y se echó afuera. A la cintura llevaba el agua; y caminaba, caminaba. No sabía adónde iba. El terrible viento le destrenzaba el cabello, los relámpagos verdeaban en la distancia. El agua crecía, crecía. Levantó más al nieto. Después tropezó y tornó a pararse. Seguía sujetando al niño y gritando:
      —¡Virgen Santísima, Virgen Santísima!
      Se llevaba el viento su voz y la esparcía sobre la gran llanura líquida.
      —¡Virgen Santísima, Virgen Santísima!
      Su falda flotaba. Ella rodaba, rodaba. Sintió que algo le sujetaba el cabello, que le amarraban la cabeza. Pensó:
      —En cuanto esto pase siembro batata.
      Veía el maíz metido bajo el agua sucia. Hincaba las uñas en el pecho del nieto.
      —¡Virgen Santísima!
      Seguía ululando el viento, y el trueno rompía los cielos. Se le quedó el cabello enredado en un tronco espinoso. El agua corría hacia abajo, hacia abajo, arrastrando bohíos y troncos. Las ánimas gritaban, enloquecidas:
      —¡Todavía falta; todavía falta! ¡Son dos pesos, dos pesos de agua! ¡Son dos pesos de agua!

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⏰ Última actualización: Jan 09, 2022 ⏰

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