María era mi amiga, no muy cercana o eso creía, de pronto una avalancha de cartas arribaron a mi casa, no sabía porque pero las abrí, el mundo merece saber lo que le pasó.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Me fui de viaje para olvidar mis penas...de nada sirvió como podrás imaginar; el tema daba vueltas y vueltas en mi cabeza, yo no entendí que habíamos hecho o porque, teníamos tanto futuro y ahora todo se había ido a la basura, era terrible ver que nada volvería a ser lo mismo.
Me despertaba y solo podía pensar que ni siquiera merecía estar ahí, era un lugar que no me pertenecía, fingiendo algo que yo no era, recorriendo calles que no eran mías, lloraba cada noche y al despertar tenía los ojos tan hinchados que dolía abrirlos a la luz del sol, mis ojos tan bonitos, mis ojos que tanto amo... morados y en algunas partes negros, mis brazos alguna vez fuertes y bronceados a hora estaban pálidos y llenos de cicatrices, era imposible lo que veía, yo era yo pero en algún lado yo sabía que había muerto, mi alma, mi ser, mis esperanzas... no lo sé; todo estaba mal, todo estaba podrido, era como una fuerza invisible que aún me jalaba hacía él...
Los primeros día fueron los más tormentosos; sentir que su presencia estaba ahí, vigilándome, en todos lados, al verme al espejo, al cerrar los ojos; incluso sentía sombras vigilantes en las esquinas de la recámara.
Era como si aún me tuviera cautiva, como si aún me controlara; pero yo bien sabía que no, que eso era imposible... que aquella noche, esa noche había logrado mi liberación y mi condena simultáneamente.
