10 de abril
Mi querida Dolores,
Desperté agitada, el me seguía lo vi...lo vi en mis sueños su complexión esquelética, su traje, su sombrilla, su caminar característico, estaba oscuro, yo lo sentía...se oían sus pasos en cada charco putrefacto, su aroma, su voz que me llamaba pidiendo perdón, un perdón por no se que, un perdón de esos que soltaba cada noche después de lastimarme, un perdón vacío, gratuito, inservible; un perdón que lamentablemente me convencía, cada vez menos pero lo hacía, yo recuerdo ver en sus ojos el arrepentimiento, esos recuerdos, ese niño lastimado y abandonado por sus padres, yo recuerdo justificarlo...recuerdo haber pensado si no soy yo ¿quién?, será alguien más quizá, pero a la vez en el fondo yo sabía que lo quería, que digo querer...yo lo amaba y el jugaba con mi amor, con mis atenciones...nada le importaba, el era mi mundo y yo para el...pues para el no era nada...
Estos meses han sido difíciles en verdad, recobrarme de todo eso me ha sido casi una tarea titánica, no hablo con nadie, aquí nadie me conoce, pero aunque sea una ventaja... me arrepiento, a veces en el fondo de mi corazón desearía haber seguido aguantando...al fin de cuentas, que era un insulto más, que era una cachetada, un ojo negro...nada, nada importaba yo quería estar ahí o eso creía, quería estar con el amor de mi vida, con el hombre de mis sueños, con el hombre que con alcohol se transformaba en el peor monstruo que la humanidad pueda imaginar, pero era mi hombre, muy debajo de todo eso, me sentía suya y no había nada que me hiciera cambiar de opinión.
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Las cartas de María
RomansaMaría era mi amiga, no muy cercana o eso creía, de pronto una avalancha de cartas arribaron a mi casa, no sabía porque pero las abrí, el mundo merece saber lo que le pasó.