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El bote alcanzó la orilla de reluciente arena blanca. Kazutora saltó al agua con agilidad. Sin aceptar la mano que él le tendió, Chifuyu también bajo.
El agua, que le llegaba a los tobillos, estaba más fresca de lo que esperaba.
Caminó por la playa mientras Kazutora ataba el bote al aro viejo de un poste de hierro.
Chifuyu se protegió del sol con la mano y vio que más allá del poste había una planicie de hierba alta.
Mientras Kazutora bajaba las maletas, Chifuyu caminó por la orilla. No se divisaba más que la línea del horizonte en la que se encontraban el mar y el cielo, ni Kioto, ni ninguna otra isla. Solo había agua y soledad.
Observó la casa de los Imaushi, situada en la curva de unos irregulares acantilados. Se trataba de una sofisticada construcción en tres niveles con grandes cristaleras y una combinación de curvas y rectas proyectadas hacia adelante que le daban el aspecto de un barco sobre las rocas.

—¿Estás bien?

Chifuyu se giró.
—Aparte de ser tu prisionero, perfectamente.

A Kazutora no pareció hacerle la menor gracia.
—No estás prisionero. He pedido a una pareja de Kioto que vinieran, ella es chef y él mayordomo.

—Aun asi, sigue siendo un rapto.

Kazutora apretó los dientes.
—Si tienes hambre, podemos comer algo. Estoy seguro de que el almuerzo ya está listo.

Suspiró aliviado cuando Chifuyu apareció, tras ducharse y ponerse una holgada camisa blanca, con unos shorts que daban al ras de la prenda blanca.
En la mesa se disponía una deliciosa selección de ensaladas y embutidos. Y mientras Kazutora observaba comer a Chifuyu, que parecía sentirse en casa, se sintió poseído por un intenso deseo de que le perteneciera en exclusividad.
La casa Imaushi era un lujoso lugar de descanso. Chifuyu era la primer persona a la que llevaba ahi. Cada vez era más consciente de que lo que sentía por él no era solo atracción, sino que le gustaba de verdad, incluso cuando lo sacaba de quicio, como desde que lo habia recogido del aeropuerto.

Estaba decidido a hacer lo que fuera necesario. Y aunque Chifuyu ofreciera resistencia, sabía que acabaría cediendo. Por mucho que lo negara, estaba seguro de que él también lo deseaba.
Hasta aquel momento no sabia como actuar, porque Keisuke habia tenido la oportunidad y eligió. Kazutora ya no iba a permitir que él ni ningún otro hombre se acercara a Chifuyu.

Esa decisión se había asentado en su pecho como un calor que se expandía por el resto de su cuerpo. Tras una vida de soltero, había llegado el momento de cambiar radicalmente. Una vez que supo que eso era lo que quería, estaba ansioso por lograrlo. Eso no significaba que supiera como podían hacer funcionar aquella relación, ni siquiera si Chifuyu estaría dispuesto a intentarlo, pero él pondría todo su empeño en ello.

Chifuyu dejó los palillos y bostezó.
—Voy a echarme una siesta.

Kazutora contuvo el impulso de seguirlo. Después de haberlo raptado, intentar acostarse con él daría la impresión equivocada. Estaba interesado en una relación madura, así que tendría que actuar en consecuencia. Necesitaba ganarse la confianza de Chifuyu.

Cuando Chifuyu despertó, el sol se había puesto y en el aire flotaba un delicioso aroma a comida.
Durante dos días, se daría permiso para dejar a un lado sus planes de matrimonio y se entregaría un peligroso romance con el hombre que menos le convenía.
Luego de refrescarse y ponerse una camisa negra entallada, con varios botones desabrochados exponiendo sus clavículas, se dirigió al salón.
Kazutora estaba en el porche, con unos pantalones negros y una camisa de gasa blanca que intensificaba sus poderosos hombros y su radical masculinidad. Con el cabello recogido en una cola, los aros eran más visible, dándole una increíble similitud con su antepasado pirata.

En aquella ocasión la mesa vestia un mantel color damasco, con cubertería de oro y unos elegantes candelabros, también de oro, las velas proporcionaban una luz delicada que se reflejaban en las finas copas de cristal. Con el porche flotando sobre las rocas, la oscuridad que los rodeaba y el brillo del mar a sus pies, Chifuyu tuvo la impresión de estar en la proa de un barco.

Desiré [Kazufuyu - Bajifuyu] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora